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CULTURA PORTÁTIL12


Fue el filósofo alemán Johann Gottfried Herder (1744-1803) el primer autor que empleó por primera vez la palabra cultura con el significado aproximado que atribuimos en la actualidad a este término. Lo hizo en su obra Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad: hay una vieja edición de la editorial Losada (Buenos Aires, 1959) que convendría reeditar en estos años en que la cultura parece recuperar parte de su antiguo interés. Herder empleó por primera vez la palabra cultura para referirse a aquello que no da la naturaleza, sino que se consigue a través del esfuerzo humano (sobre esa ruptura del hombre con el mundo natural versa también la obra de Freud El malestar en la cultura).

El concepto de cultura que hoy manejamos es, pues, relativamente reciente. Nació con la sociedad burguesa, aunque su existencia se remonta a los primeros años de la historia. Los artistas y los filósofos griegos concebían lo que hoy entendemos por cultura desde una perspectiva naturalista, de imitación a la naturaleza. El término griego paideia (educación) sería el que en el mundo clásico se acercaba más a lo que hoy entendemos por cultura. Una interpretación similar a la de los romanos: la del cuidado, el cultivo de las cosas, también del ciudadano. El mismo Cicerón utiliza este término en las Disposiciones Tusculanas para referirse a la formación del hombre, a su educación, en la que situaba la diferencia con los bárbaros. En la Edad Media el cristianismo centró el sentido de cultura en el culto a Dios. Todas las manifestaciones culturales estaban orientadas en ese sentido: el arte se concebía para ensalzar a Dios tanto a través de la arquitectura (construcción de templos y catedrales) como de la escultura (la imaginería religiosa) o de la pintura, siempre de escenas bíblicas y vidas de santos. La música estaba compuesta principalmente para los oficios religiosos, la literatura era casi siempre de carácter sagrado (no así la poesía) y hasta la variedad de idiomas se consideraba, fiel a la maldición bíblica, como una consecuencia del castigo de Dios en respuesta al proyecto de la torre de Babel. El Renacimiento recupera el sentido clásico de la cultura como educación y de la belleza del cuerpo humano como motivo principal para el arte, pero no va a proporcionar ninguna nueva dimensión al concepto global de cultura. Antes de Herder, en el siglo XVIII fueron los filósofos de la Ilustración quienes más se acercaron a un nuevo concepto de cultura a través de las distintas interpretaciones sobre la civilización.

PARA ACERCARSE A LA CULTURA

Últimamente el creciente interés por la cultura, debido a diversos factores entre los que no es el menos importante el auge del mercado y de las industrias culturales, ha propiciado la aparición de publicaciones cuya finalidad es la de orientar al consumidor de cultura en un universo cada vez más complejo y cambiante. Cánones, recopilaciones, síntesis, diccionarios, resúmenes, los 100 o los 1000 imprescindibles que hay que ver, leer o escuchar… libros, CDs, DVDs, o libros con CDs y DVDs… publicaciones entre la divulgación y la autoayuda que seleccionan y hegemonizan las obras culturales según los gustos de un autor o los criterios de un equipo. Soy contrario por principio a este tipo de publicaciones, pero no niego un cierto valor práctico para quienes quieren acceder al mundo de la cultura con una mínima orientación previa. Entre esas publicaciones hay algunas excelentes que recomiendo sin ningún pudor, como Cultura. El patrimonio común de los europeos, de Donald Sassoon (Ed. Crítica), Una historia de la lectura, de Alberto Mangel (Lumen), el Diccionario de los ismos, de Juan Eduardo Cirlot (Siruela) y aún el controvertido Cómo leer y por qué de Harold Bloom (Anagrama). Los hay también pretenciosos como La cultura. Todo lo que hay que saber, de Dietrich Schwanitz y Libros. Todo lo que hay que leer, de Christiane Zschirnt, ambos editados por Taurus. En la estela de estas publicaciones y para alimentar aún más la polémica sobre su utilidad, un reciente libro de David S. Kideer y Noah D. Oppenheim viene agotando una edición tras otra para sorpresa de todos. Se trata de 365 días para ser más culto (mr ediciones), un intento de divulgación cultural de género inclasificable. Hace años, los almanaques de hojas volanderas cuya tradición se remonta a varios siglos publicaban, al dorso donde figuraban la fecha y el día, textos que podían contener cuentos, adivinanzas, juegos, consejos prácticos, vidas de santos, de sabios o de artistas, resúmenes de acontecimientos históricos, perfiles de personajes famosos, efemérides… Algo de todo esto tiene este libro. Con la excusa de proporcionar una tarea para cada día del año, Kidder y Oppenheim van estableciendo un calendario de citas con acontecimientos y personajes de la cultura universal para que el lector dedique cinco minutos de lectura al día a un tema cultural: historia, literatura, filosofía, ciencia y matemáticas, religión, música y artes visuales. Con este bagaje, al cabo de un año se le garantiza al lector tener una visión panorámica sobre qué es eso de la cultura. Suficiente. Todo muy resumido y muy simple, no en vano David Kidder es además fundador de Red-X y AdaptClick, empresas de publicidad en internet y telefonía móvil (cada entrada tiene al final una especie de link con el título de “Otros datos de interés”), y Oppenheim es productor del programa de televisión Today Show, de la NBC. En su portada, el libro dice que ha sido recomendado por el New York Times.

LA HISTORIA DE LA CULTURA

Las historias de la humanidad que se escriben a partir del siglo XVIII tienen a la cultura como uno de sus temas marginales, de desarrollo paralelo al de los acontecimientos y los personajes protagonistas. La cultura va a considerarse como un reflejo fiel de cada época, condicionada por esos acontecimientos antes que influyendo en ellos. Y así como son frecuentes las historias del arte, de la literatura o de la música, como compartimentos estancos, incluso como asignaturas del sistema educativo, no existen muchas historias de la cultura como tal, historias que recojan su desarrollo y evolución global a lo largo de los siglos.

Aunque la obra de Herder que hemos citado es, a pesar de su título, antes una historia de la cultura que un tratado de filosofía, fue el historiador suizo Jakob Burckhardt (1818-1857) el primero que se dedicó con rigor a historiar la cultura, a la que consideraba, junto con la religión y el Estado, la más influyente de las potencias que determinan la historia. Sus obras La Historia de la cultura griega, La época de Constantino el Grande, El Cicerone y sobre todo La cultura del Renacimiento en Italia (Orbis, 1985) se consideran modelos para el tratamiento de las historias de la cultura escritas con posterioridad.

En España uno de los mayores esfuerzos para elaborar una historia de la cultura universal fue el que llevó a cabo el catedrático Manuel Ferrandis Torres con su Historia general de la cultura, publicada en dos tomos en 1934 y reeditada posteriormente en un grueso volumen de 876 páginas (Librería Santarén, 1941). En esta obra se recogen los acontecimientos culturales y los movimientos sociales, políticos, económicos, religiosos… que influyeron en el desarrollo de todas las manifestaciones culturales desde la prehistoria hasta la revolución soviética y la crisis económica de los años 30 del pasado siglo, que es hasta donde llega.

En esa línea de historiar la cultura Fernando García de Cortázar acaba de editar Breve historia de la cultura en España (Planeta), un intento de aportar una visión global a la historia de la cultura en nuestro país. Ya en una publicación anterior (Historia de España, de Atapuerca al Estatut), García de Cortázar presentaba un panorama de la cultura paralelo a su devenir histórico, recogiendo incluso fragmentos de obras literarias, relacionándolos con los acontecimientos y los personajes de la historia y deteniéndose en aspectos de la cultura española de cada época. Ahora aborda la historia de la cultura desde dos perspectivas, una diacrónica, en la que va situando los acontecimientos culturales en el transcurso de la historia y otra, más original, cual es la de abordarlos desde la perspectiva de las ciudades donde se produjeron (el libro se abre con la Edad Media y Santiago de Compostela). Libro básicamente de divulgación cultural, no cabe duda que resulta útil para quienes se quieran acercar a la cultura española desde los núcleos donde se generó a lo largo de la historia. Breve historia de la cultura en España pretende presentar una panorámica de lo que ha sido nuestra cultura y de cómo hemos llegado hasta aquí.

En “El porvenir de la cultura”, último capítulo de la citada Historia general de la cultura, de Manuel Ferrandis, a tenor de los acontecimientos que se vivían en aquellos años (el enfrentamiento ideológico y las reivindicaciones nacionales en el seno de una grave crisis económica), el catedrático advertía del peligro de un nuevo conflicto bélico que consideraba inminente (Hoy no ofrece duda alguna que todas las naciones están preparadas y aun dispuestas para una nueva guerra… ) y que solo se podría evitar con el desarrollo de lo que llama la cultura interna, la formación humanística del ciudadano, frente a la cultura externa, la que había proporcionado a la civilización una impresionante evolución técnica y científica en los primeros años del siglo XX. La Segunda Guerra Mundial estallaba poco después, tal vez porque los gobiernos de aquellos años no prestaron atención suficiente a la cultura. ¿Estamos hoy ante una situación semejante?

12 Originalmente publicado el 14 de febrero del 2009.

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