Читать книгу Historia de dos partículas subatómicas - Franco Santoro - Страница 25

*** La reunión de la Congregación se extendió más de lo normal ya que los ancianos jefes informaron modificaciones en las leyes que rigen a la Casa de Dios.

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―El Cuerpo Gobernante de Nueva York nos envió este comunicado el día de ayer ―dijo desde un podio uno de los ancianos.

La chica del sombrero estaba ahogada y sonriente, sentada en la reunión, oyendo con atención las palabras del hombre.

―La falta de humildad es un pecado terrible. Cuestionar la verdad de Dios es tan ingenuo como poner en duda la existencia del sol. La literatura de la Congregación tiene la verdad escrita, y entregada a los hombres que serán parte del paraíso luego del apocalipsis inminente. No solo Dios está allá afuera ―apuntó a las ventanas del salón―, Satanás ronda por las calles. Es un seductor de mentes que ataca a los que olvidan la humildad, los que creen en teorías absurdas, y los engreídos que buscan la verdad sabiéndose elegidos y superiores. La bendición hacia los ciervos será eterna, la felicidad será eterna y haremos el bien por los siglos de los siglos.

La chica del sombrero sintió el estómago avinagrado. Sonrió a su madre y tomó la mano de su hermana Valentina. Estaba desesperada por ducharse, sentir el agua empapar su cabello y su cuerpo. Por algún extraño motivo, la mujer solía bañarse hasta ocho veces al día, refregándose, en cada ocasión, como si tuviera mugre acumulada de hacía meses. Al salir de la reunión, Ana Belén y su familia fueron a la casa. Tomaron once todos juntos, con la tele apagada y sin hablar. Luego, cuando Valentina finalmente terminó de comer, se levantaron de la mesa. La chica del sombrero se encerró en el baño y se duchó hasta que su madre apagó el calefón. “¡Tanto rato con el agua dada!” ―gritó la señora antes de apagarlo―. Ana Belén salió de la ducha y se secó sin mirarse al espejo. Entró a su habitación, se vistió y salió de la casa. “Vuelvo enseguida” ―dijo―. Caminó muy apurada hacia la amasandería de la esquina y sin saludar al dueño, preguntó:

―¿Tiene delicias de frambuesa?

El hombre contestó asintiendo con la cabeza.

―¿Cuántas le quedan?

―Muchas.

―Pero ¿cuántas?

El dueño, con desdén, comenzó a contar las delicias de frambuesa que tenía dentro de una canasta.

―Me quedan veintiséis.

―Las quiero todas ―dijo Ana Belén mientras ponía un alto de monedas sobre el mesón.

El hombre echó las delicias dentro de una bolsa. La mujer le agradeció sonriendo y salió del lugar. Se sentó en un paradero de la avenida Gabriela Poniente y escondió su compra; algunas dentro de sus sostenes, otras de sus calzones, en sus zapatos, en los calcetines, y también, en los bolsillos de su pantalón. Volvió a caminar, y rápido. Al entrar al pasaje donde vivía, escuchó la voz de su vecina de al frente, quien oía y cantaba, a todo pulmón, una canción de Alex & Fido, en conjunto con Arcángel y De la Ghetto:

Historia de dos partículas subatómicas

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