Читать книгу Historia de dos partículas subatómicas - Franco Santoro - Страница 26

Ella es un camuflaje. Usa su disfraz pa´ esconder lo que en verdad no conocen de ella.

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Ana Belén ingresó a su casa y subió las escaleras para encerrarse en su pieza. Tiró las delicias de frambuesa a la cama y las comió una por una. Quiso leer los textos que debía aprenderse para el día siguiente. Cursaba el primer año de Administración de Empresas o Ingeniería en Administración de Empresas, como decía su padre, quien le ordenó que estudiara eso, pues un profesor de la facultad, amigo del hombre y miembro de la Congregación, le había dicho que era una gran carrera. “Luego, la Anita podrá ayudarte con tus negocios”, insinuó el profesor al padre. La chica del sombrero se sentó en su escritorio a estudiar, pero no pudo. Tenía la piel del estómago estirada al máximo y un malestar general. Metió los dedos en su garganta para vomitar. Manchó la alfombra, parte de su escritorio y su cabello. Sintió los dejos dulces y vinagrosos de las delicias de frambuesa. No quiso limpiar, estaba exhausta para hacerlo. Al anochecer, con el vómito seco en su pelo, abrió uno de los tantos cuadernos donde anotaba sus estudios sobre mecánica cuántica. Le gustaba releer lo que escribía una y otra vez.

―La mujer que vuela ―leyó en voz baja―. En toda la historia de la humanidad nadie nunca ha tocado nada. Yo no te he tocado a ti y tú no me has tocado a mí. Lo que sentimos al tocar algo o a alguien, es simplemente la fuerza electromagnética de los electrones que se repelen entre sí. En palabras simples, los átomos de tu piel se repelen con los átomos de mi piel; ese rechazo es lo que se siente al tacto. Y, tal como tú y yo jamás nos hemos tocado, gracias a Dios, tampoco nadie lo ha hecho con el suelo. La gente, de todo el mundo, en todos los países, está flotando.

Ana Belén se levantó del escritorio y cerró los ojos. Los mantuvo así hasta que su padre entró en la habitación.

―¿Qué haces? ―preguntó el hombre.

―Nada.

El padre se acercó y le acarició la oreja. Metió su dedo índice bien adentro del pabellón y le besó el hombro.

―Buenas noches, hija ―susurró.

―Buenas noches.

La mujer, antes de dormir, volvió a leer sus escritos.

Historia de dos partículas subatómicas

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