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Darse un gusto

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He aquí la hermosa ocasión de que alguien no solo te autorice sino que te pida: date un gusto, por favor. La gente suele pensar en chocolate, pero ¡tantas cosas pueden ser! Primero, una lista. No valen imposibles como “teletransportación a Cerdeña ya” (para eso, ver “lista de deseos”). Hacé tu lista de posibles gustos, gustos que podrías darte hoy o mañana, o esta semana. Cuántos gustos fáciles no nos damos por ser personas vuelteras, gustos como salir a dar una pequeña caminata por el barrio florecido o húmedo de colores de otoño. Gustos como: no hacer nada por una hora. Encontrarse con una amiga a charlar. Cocinar tranquila. Hablar por teléfono caminando, con auriculares. Conseguir un libro lindo y empezarlo. Hacerse un rato para jugar. Plantar una clavelina. Fumar un puchito escuchando jazz. Descalzarse. Comprar una yerba riquísima y estrenarla. Cantar.

La consigna incluye: lista, elección de un ítem y finalmente, darse el gusto. Después, escribir acerca de lo que pasó. Si pudiste componer la lista, cómo fue elegir, si pudiste darte el gusto o no, y cómo. Qué ideas se te cruzaron por la cabeza. Qué rol jugó el deber, qué tanto gusto tuviste al darte el gusto. Qué te sorprendió. Y si te faltó algo, cómo planeás seguir el camino de darte el gusto del todo porque el texto no terminó.

El libro de escribir

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