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Malla de verano
ОглавлениеEn el colegio bilingüe había que decir “traje de baño”, pero para unos pedacitos tan chiquitos unidos por tiritas, casi hilos, esa expresión compuesta parecía demasiado, por más que me viera obligada a ocultar el origen de mi familia que jamás había dicho “traje de baño” ni tampoco “andate a tu cuarto” en vez de “a tu pieza”, cosa que sonaba a conventillo, arrabal, a barco lento, modo lunfardo, chapurreo de idish, de italiano.
Dando talleres escuché un par de historias con mallas como protagonistas. Mallas mojadas de dos chicos que descubren su sexualidad a la hora de la siesta. Una malla que se cae, que se baja, un poco sin querer, un poco a propósito, para tocar por primera vez.
Habrá historias de pudor, del goce de mostrarse, fantasías de trikinis en composé con rayas y lunares. Zungas prohibidas en la Argentina. Corpiños que bajo el agua se desprenden y dejan flotar todo al natu. ¿Qué filamentos elásticos que tiraban fuerte te trae la idea de una malla? ¿Querés contar y reinventar, desde qué punto de vista? Cambiadores, vestuarios, duchas, piletas, colonias, compañías repentinas, escondidas, espiaditas, intercambio de prendas singulares, nudos súbitamente deshechos, tiritas de prepo desatadas, bordes corridos, desfasados, un shock de agua que desnuda, arena en la bombacha…
Al calor de lo que estalla, mordiendo sandía, contá un cuento de había una vez una malla mojada que terminó chorreando, colgada y empapada, libre del cuerpo que la extendía en sus saltos cuánticos desde la altura de un trampolín.