Читать книгу El libro de escribir - Gabriela Bejerman - Страница 32

Defensa personal

Оглавление

En la adolescencia, una amiga del country tenía una nariz más grande que ahora, que se la conoce por ser una artista exquisita. Debía ser la única chica que iba al colegio Buenos Aires en todo ese country apestado de pibes que revoleaban gatos por la cola y regalaban chascos de sorete a novias de doce años.

Una vez, se cansó de que le dijeran "tucán", y le dio un raquetazo potente a un pibe del grupo. Fin de la cuestión. Yo también tuve que defenderme una vez en ese country maléfico. Mis amigas y yo practicábamos coreos con canciones de Madonna en el jardín de mi casa, que no tenía ninguna clase de cerco divisorio. Para los adolescentes barrabravas, esos chetos machirulos de los ochenta, la posta eran los Ramones. Madonna, en cambio, una grasada. Esa tarde yo estaba dirigiendo la coreo, bajo el rayo del sol siestero, cuando se acercaron con sus motitos zumbantes hasta el límite de mi casa, apenas marcado por unos pocos arbustos. Entonces se me ocurrió una idea brillante. Fui a buscar un sifón y les disparé. Aunque era verano, huyeron asqueados de mi tupé, no sabían cómo amenazarme, se fueron insultando, pero el triunfo era mío, nuestro, Madonna los había aplastado.

Ahora mismo puedo sentir la orgullosa sonrisa de la satisfacción. Esos pibes eran mi pesadilla y a la vez, lo único que había cerca para desear, los príncipes azules con gargajos sobre el carnet de natación y eructos tan largos como sus propios nombres. No importa, pude matarlos, quedaron pisoteados en burbujas de sifón, diluidos en el asfalto ardiente del laberinto asfixiante de mi adolescencia.

Recordá situaciones injustas que se repetían y cómo fue cuando por fin elegiste dejar de ser víctima. Cómo actuaste. ¿Hubo un plan y estallaste? Si tuvieras que narrar “el raquetazo de tucán”, te pediría que desmenuces, cuadro por cuadro, la escena en que se activa el golpe. Que presentes nítido cada movimiento, afuera y adentro. Que nombres sin apuro el aluvión de sensaciones y la fricción mental de la que surge la piña, la expulsión de meses de humillación y odio que se amasó a escondidas hasta asestar el raquetazo.

Ah, y si no pudiste defenderte, esta es la ocasión de hacer lo que no hiciste, decir lo que no dijiste y construir, ficción mediante, una venganza narrativa digna de tu fortaleza actual.

El libro de escribir

Подняться наверх