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Azúcar

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Había escrito un comienzo pero me reprimí. No sé si hice bien o hice mal. El azúcar tiene algo de eso. Blanco o negro. Azúcar negra. Azúcar blanca. Para mucha gente el azúcar es el mal. Pero puede salvarte.

En cuarto año, a la profesora de psicología se le dio por describir el parto. De pronto me encontré tironeando de una manga: es que me estaba bajando la presión. Qué miedo me ha dado la idea de parir, de partirme. Quiero renacer. Salgo del aula en busca de un rescate. Estoy sola, el camino tambalea. Estoy sola caminando al sobrecito de azúcar, voy a chupar un níveo terrón hasta volver a vivir.

Dos cuentos dulces:

Uno. Cuando era chico, él metía cuatro cucharaditas en una sola taza de café con leche. Una vez, mientras nadie lo veía, le puso azúcar infinito. Al fin probó y supo lo que era el exceso. Él no usa azúcar ya. Resumen y fin de un afán blanco.

Dos. Ella no comía azúcar. Decía “no como azúcar” mientras veía pasar delante de sus narices un perfecto pedazo de torta profesional. Arándanos, crema pastelera, masa sablée, harina de almendras, caramelo envolviendo crujientes nueces de pecán. A la hora de escribir, ella lo hacía con un placer incomprensible. ¿Dónde mordía ella ese azúcar? ¿Adentro de la descripción?

Tortitas negras. Azúcar impalpable. Coca. Noches blancas.

Cuál es tu azúcar, corazón. Cuál es tu bombón. Tu dulce afán.

El libro de escribir

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