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PRIMERAS CONFERENCIAS

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En Berlín Maria interviene en dos ocasiones. La primera vez habla de la situación italiana: el analfabetismo, los esfuerzos de varios grupos femeninos por ponerle remedio y su oposición a la guerra de África. Después, en una segunda intervención, ilustra la diferencia en el trato que sufren las mujeres en el trabajo. Obtiene un éxito extraordinario: periódicos alemanes e italianos (entre estos últimos Il Corriere della Sera y L’illustrazione Italiana) hablan de ella con un tono entusiasta, celebrando su estilo y su capacidad oratoria, sin el habitual sarcasmo masculino cuando se habla de la reivindicación de derechos paritarios por parte de las mujeres.7 No falta quien advierte un peligroso espíritu revolucionario en sus audaces denuncias, pero para ella, tan joven, el congreso, con la riqueza de la discusión –más de quinientas delegadas venidas de toda Europa, pero también de Estados Unidos y de la India– y la semejanza de los problemas femeninos a escala mundial, además de una importante experiencia intelectual, es un poderoso incentivo para continuar por el camino emprendido.

En los años siguientes habrá quien juzgará su feminismo como bastante tibio, más aún al compararlo con el de mujeres como Kuliscioff, que acabó varias veces en la cárcel por su lucha. No obstante, durante algunos años la joven doctora invierte con generosidad mucho de su tiempo y de su energía en la causa emancipacionista: un feminismo «práctico o filantrópico»8 que, sin renunciar «a las batallas por los derechos políticos», intenta afrontar más concretamente los «sectores nodales de la vida nacional». No es casualidad que en julio de 1899 la encontremos, enviada además por el ministro Baccelli, en el II Congreso Feminista de Londres9 en calidad de «representante nacional y delegada del Gobierno». La designación, que se hizo oficial en el último minuto y se la comunicó Giuseppe Montesano cuando ya se encontraba en Londres, sería criticada más tarde por algunos grupos feministas porque representaba poco el movimiento italiano en su conjunto. Lo consideran una señal de organicidad en el poder, a pesar de que Baccelli tenga fama de ser un político ilustrado y liberal.

Al simposio, como siempre enriquecido por la diversidad de extracción social, de formación cultural y de procedencia geográfica de las delegadas, Maria lleva el saludo de las mujeres italianas, denuncia las pésimas condiciones de trabajo y de subsistencia de las «maestras rurales» y pide el apoyo de la Asamblea y del Gobierno inglés para impedir el trabajo infantil en las minas. Poco tiempo después aparecerán en la revista L’italia femminile algunos de sus artículos sobre los temas tratados en Londres, en los que no se limita a la simple exposición de los hechos, sino que, con un tono decidido y multitud de ejemplos, expresa sus propias convicciones acerca de los nuevos deberes que las mujeres deben asumir, apoyadas como están en un fuerte sentido de la justicia y de la atención a los más pobres y desesperados.10

Maria Montessori, una historia actual

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