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Los niños en los psiquiátricos
ОглавлениеFuera de las aulas universitarias, Maria se encuentra en una encrucijada. Debe elegir entre dos ámbitos igualmente apasionantes: por un lado, la militancia activa en la lucha por el reconocimiento, aunque sea parcial, de los derechos civiles de las mujeres; por otro, el desafío de demostrar la educabilidad de tantos niños afectados por retrasos o déficits cognitivos.
En 1897, cuando le es reconocido el grado de subteniente en los hospitales de la Cruz Roja,1 deja el Instituto de Higiene por la Clínica Psiquiátrica y Montesano hace lo propio. Mientras tanto, por iniciativa de otros educadores, avanza la llamada «pedagogía reparadora».2 Luigi Olivero y el matrimonio Gonnelli-Cioni están llevando a cabo experiencias prolongadas en Lombardía y en Liguria.3 También comienza a hablarse de «pedagogía especial» y el editor Hoepli publica en 1899 un Manuale di ortofrenia per l’educazione dei bambini frenastenici.
Maria en persona hablará de la situación de entonces en su primer libro, Il Metodo della pedagogia scientifica applicato all’educazione infantile nelle Case dei Bambini:
Siendo doctora asistente [voluntaria] en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Roma, tuve ocasión de frecuentar el manicomio para estudiar a los enfermos que había que escoger con la finalidad de la didáctica clínica [para la tesis, como ya he dicho] y de ese modo me interesé por los niños idiotas ingresados en el mismo manicomio. En aquella época la organoterapia tiroidea estaba en pleno desarrollo: por tanto, entre confusiones y exageraciones de éxito terapéutico, reclamaba más que en épocas precedentes el interés de los médicos sobre los niños oligofrénicos. Yo, después, habiendo cumplido un servicio médico regular en los hospitales de medicina interna y en los ambulatorios pediátricos, ya había dirigido de un modo particular mi atención hacia el estudio de las enfermedades infantiles.4
Entre las primeras observaciones de niños desventajados, encontramos un testimonio en las memorias escritas por Anna Maria Maccheroni.5 Un día, la joven doctora entró en una habitación del psiquiátrico romano donde estaban recluidos algunos niños. La mujer que los vigilaba los definió como mugrientos y glotones porque, apenas después de comer, se lanzaban al suelo para recoger las migajas mientras se peleaban por ellas. Parece que Maria se quedó muy impresionada por aquella escena y por la constatación de que «en aquella habitación no había nada, absolutamente nada que los niños pudiesen coger con la mano. Las migajas de pan tan solo daban pie a utilizar, de la mano, el pulgar».