Читать книгу Maria Montessori, una historia actual - Grazia Honegger Fresco - Страница 23
UN VÍNCULO DE AMOR
ОглавлениеEn el lapsus de tiempo entre los dos congresos, su vida se ve marcada por hechos muy importantes: por un lado, las decisiones profesionales en la universidad y en la Clínica Psiquiátrica de Roma; por otro, el fuerte vínculo intelectual y sentimental madurado entre 1897 y 1898 con Giuseppe Montesano, una relación consolidada por la pasión compartida hacia la profesión médica, por la dedicación a la investigación desarrollada en sectores de fuerte relevancia social, pero también, paradójicamente, por las profundas diferencias de carácter entre ambos. El conocido neuropsiquiatra infantil Giovanni Bollea11 dejó un bello testimonio de dicha unión:
Ella es tan extraordinaria, determinada, creativa, temperamental; él sosegado, fino, con un poder de análisis muy agudo. Ambos geniales, se enamoran y ella encuentra en la dulzura de Montesano la complementariedad a su forma de ser fuerte… Ella socialista, en cierto sentido, él bíblico, con aquella mentalidad hebrea precisa, individual. Es cierto que no era practicante, pero tenía la ética hebrea medieval, aquel fuerte sentido moral, aquel rigor. Su misma diversidad los unió y les permitió hacer grandes cosas por caminos distintos. ¡Si pienso en todo lo que Montesano dejó atrás para grandeza de ella!12
El 31 de marzo de 1898 nace su hijo,13 pero ellos no se casarán. Parece que Renilde se opone con determinación a la boda, más que por el origen judío de Montesano, por temor a que la hija se vea obligada a renunciar a la brillante carrera que se le ofrece.
En efecto, un hijo nacido fuera de una unión legalizada (que, no obstante, estaba a cargo de la madre) no se podía exhibir, aunque la madre fuese una mujer moderna y una profesional prestigiosa. Callar, como es bien sabido, es la costumbre en aquella época. Kramer escribe: «El niño, que se conocería en el mundo con el apellido materno –Mario Montessori–, conserva recuerdos fugaces de las visitas periódicas de una “bella señora” cuya identidad nunca era precisada».14 Tendrán que pasar cerca de ochenta años y dos guerras mundiales antes de que en Italia comience a agrietarse el muro del silencio impuesto por el rígido formalismo de la moral burguesa y católica. El pequeño Mario es confiado a una nodriza, como era costumbre entonces, de la familia Traversa de Vicovaro, pequeña localidad a unos cuarenta kilómetros de Roma en dirección a Tívoli. Posteriormente, los Montessori, Mario en particular, mantendrán siempre buenas relaciones con aquel «hermano de leche», Liberato Traversa,15 que, tras licenciarse en Ingeniería a pesar de sus orígenes humildes, en los años treinta colaborará con ellos en algunas cuestiones administrativas del movimiento y se casará con Lina Olivero, colaboradora de la doctora.
Según Kramer, que alrededor de 1970 consiguió hablar con Mario, ya por entonces septuagenario, los padres se habían comprometido a no casarse, pero Montesano faltó a su promesa,16 lo que motivó el final de cualquier relación entre ellos, incluso en el ámbito profesional. No tuvo más hijos y continuó ocupándose de Mario con ayudas para sus estudios. En noviembre de 1905 lo inscribió en el Colegio Cívico de Castiglion Fiorentino (Arezzo), donde permaneció hasta principios de 1913, cuando Maria, inmediatamente después de la muerte de su madre, se lo llevó con ella. Una decisión así, con su padre en casa con ella, parece confirmar que probablemente fue Renilde quien se opuso desde el principio a tal eventualidad con el fin de salvaguardar el buen nombre de la hija, que ya era célebre.
No debió de ser una decisión fácil para Maria, extraños como eran el uno para la otra. Tampoco debió de resultar sencillo gestionar la relación con un joven impaciente, obligado a ocultar quién era realmente, excepto ante las alumnas más íntimas de la madre, convertidas en amigas de la familia. Al principio ella lo presenta como su sobrino17 y hace que estudie en casa con un tutor, un profesor de edad avanzada recomendado por personas de confianza al cual confía la delicada misión de acompañar al adolescente en el profundo cambio que ha puesto patas arriba su vida. Más adelante, cuando forme su propia familia, Mario se convertirá en el principal colaborador de Maria. Entre ellos se establecerá una relación intensa y única, muy presente en la memoria de sus últimos alumnos y evidente en el testamento de Maria.18
Sobre esta maternidad mantenida en secreto, dada a conocer oficialmente en la India con motivo de su setenta cumpleaños, se han hecho infinidad de bromas y aportado interpretaciones cada vez más cáusticas o sentimentales. En realidad, si bien es cierto que Maria decidió dedicar su existencia únicamente a su propia obra, también es cierto que en la edad adulta Mario –y después de él también parte de su familia– se quedó a su lado.19 Por otra parte, él siempre firmó como «Mario M. Montessori», orgulloso de su apellido materno, al que unió por iniciativa propia el paterno, que nunca utilizó por completo mientras vivió, a pesar de que era el apellido que aparecía en el registro civil. Un decreto del presidente de la República lo autorizó, en 1950, a utilizar el doble apellido.20 A raíz de aquel decreto, Mario, sus hijos y sus sobrinos se apellidarán Montesano Montessori.