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La inquietante pregunta por la identidad

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¿Cómo es que cada especie se mantiene fiel a sí misma hasta que se produce un cambio evolutivo, entendiendo por tal aquel que por ser perdurable se transmite como novedad exitosa a las generaciones futuras? La genética asociada a la selección natural parece tener la respuesta. Pero cuando nos referimos a los humanos hay otra identidad sorprendente y muy importante. Es aquella por la cual nos conocemos y reconocemos a través del tiempo como individualmente idénticos a nosotros mismos, a pesar de los cambios somáticos. Construimos y poseemos un yo que nos acompañará toda nuestra existencia y con él somos al mismo tiempo agentes causales y efecto de otras causas dentro de la unicidad que nos distingue y diferencia; por todo esto somos únicos e irrepetibles, aunque semejantes a otros individuos de la misma especie. Es una posesión irrenunciable con y por la que somos en el mundo, construida desde cada uno en la interacción con el medio y con los semejantes. Esta construcción no es ni más ni menos que la amalgama entre cuerpo y alma o –como corresponde decirlo en nuestro ámbito de estudio– materia/cerebro/mente.

Identidad y semejanza son aspectos importantes de destacar, reconocer y diferenciar, teniendo en cuenta la tendencia a homogeneizar la transmisión de cultura y los aprendizajes; como si todos los sujetos fueran idénticos y movidos por los mismos intereses o afectos. Ni siquiera desde el punto de vista biológico somos idénticos. Por otra parte, al ser semejantes se posibilitan nuestras relaciones, la conformación de sociedades y la construcción y transmisión cultural. Esas conductas evolutivamente positivas posibilitan y mejoran ese intercambio en un circuito de retroalimentación y homeostasis. Fallas en el mismo pueden y suelen tener consecuencias no deseables y a veces catastróficas. Ejemplos son los trastornos de la alimentación, las depresiones extremas, la abulia, la apatía, la indiferencia y muchas otras. Alteraciones más radicales pueden ser la no identificación o discriminación de las señales de peligro/gratificación o la no percepción de la realidad en forma apropiada y útil. Psicopatía y psicosis constituyen dos ejemplos importantes como lo serán todas las circunstancias causales de un yo precariamente o anormalmente construido. Fusión o aislamiento se harán aparentes como patologías graves. Puesto de otra manera constituirán ambigüedades posibles solo en un cerebro enfermo de alguna manera, ya que uno sano no las toleraría. La patología a veces expresa esa lucha con claudicaciones e intentos reparadores como las ilusiones, alucinaciones, delirios y falsas memorias, entre otras, que adquieren relevancia cuando se mantienen en el tiempo. Los episodios fugaces, de corta duración u ocasionales señalan los mismos mecanismos que pueden darse en situaciones transitorias.

El abordaje de todos estos interrogantes, su complejidad y dificultades, es una tarea apasionante y sin fin a la vista.

El niño problema

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