Читать книгу El inocente - Харлан Кобен - Страница 15

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—Hola, cariño, ¿cómo te ha ido? —preguntó Olivia.

Matt se quedó sin habla.

—Matt.

—Estoy aquí —dijo.

El coche patrulla estaba fuera de su vista. Matt miró detrás de él. Marsha estaba frente a la puerta con las manos en las caderas. Paul per seguía a Ethan, y los dos chillaban y se reían.

—¿Qué? —preguntó Olivia como si nada—. ¿Dónde estás?

—En casa de Marsha.

—¿Va todo bien?

—Me llevo a los niños a cenar.

—Otra vez al McDonald’s, no. Esos fritos son muy poco saludables.

—Es verdad.

Pasos inciertos. El suelo se hunde. Matt sostenía el teléfono pensando: «Uno no se presenta sin más y grita: “Ajá, ¡te pillé!”».

—¿Alguna novedad? —preguntó Olivia.

—No mucho —dijo Matt. Kyra subía a su coche. Le sonrió y se despidió con la mano. Él le devolvió el saludo con un gesto de la barbilla—. Te he llamado antes —dijo Matt con toda la despreocupación de que fue capaz.

—¿Ah, sí?

—Sí.

—¿Cuándo?

—A mediodía.

—¿En serio?

—No, me lo estoy inventando. Sí, en serio.

—Pues sí que es raro.

—¿Por qué?

—No he oído sonar el teléfono.

—A lo mejor lo tenías lejos —insinuó él ofreciéndole una excusa.

—Puede ser —dijo ella despacio.

—Te he dejado un mensaje.

—Espera. —Hubo un silencio—. Espera, aquí dice «tres llamadas perdidas».

—Ése debo de ser yo.

—Lo siento, cariño. Sé que es una estupidez pero sigo haciéndome un lío con la lectura de mensajes. Mi antiguo código era seis-siete-seis y después apretaba inicio, pero creo que eso no funciona con éste.

—No —dijo Matt—. Tu nuevo código es los últimos cuatro dígitos de tu número de teléfono y después aprietas la tecla de la libra.

—Ah, bueno. Yo normalmente sólo miro la lista de llamadas perdidas.

Matt cerró los ojos. No podía creer lo tonto y ordinario que le hacía sentir todo aquello.

—¿Dónde has estado? —preguntó.

—¿Qué?

—Cuando te he llamado. ¿Dónde estabas?

—Oh, estaba en un seminario.

—¿Dónde?

—¿Cómo que dónde? En Boston.

—¿Sobre qué era?

—Una nueva herramienta de navegación para impedir que los empleados utilicen la red de asuntos personales. No te puedes imaginar la cantidad de horas de trabajo que se pierden en Internet.

—Ya.

—Oye, tengo que irme. He de cenar con una gente.

—¿Alguien que yo conozca?

—No, no los conoces. —Olivia suspiró de una forma un poco exagerada—. En realidad, no te gustaría conocerlos.

—¿Aburridos?

—Mucho.

—¿En qué hotel estás?

—¿No te lo dije?

—No.

—En el Ritz. Pero entro y salgo. Es mejor que me llames al móvil.

—¿Olivia?

—Oh —dijo ella—. Espera un momento.

Hubo un largo silencio. Marsha cruzó el jardín acercándose a él. Señaló su coche como preguntando si podía marcharse. Él le indicó que sí. Ethan y Paul, cansados de correr en círculos, corrieron hacia él. Ethan le agarró la pierna derecha, y Paul la izquierda. Matt hizo una mueca y señaló el teléfono, con la esperanza de que entendieran que estaba ocupado. No lo entendieron.

—Hay una foto en mi teléfono. ¿Qué tecla debo apretar? —preguntó Olivia.

—El de la derecha.

—Espera. Ya sale. —Después—: Anda, si eres tú. Vaya, me he casado con un demonio muy guapo.

Matt no pudo evitar sonreír y eso aún le dolió más. La amaba. Podía intentar suavizar el golpe, pero no había forma de esquivarlo.

—No te lo voy a discutir —dijo.

—Pero no es tu mejor sonrisa. Qué digo, esto no es ni sonrisa. La próxima vez quítate la camisa.

—Tú también —dijo Matt.

Ella rió, pero no era una risa tan natural como de costumbre.

—Mejor aún —añadió Matt, y se le escaparon las siguientes palabras—: ¿Por qué no te pones una peluca rubio platino?

Silencio.

Esta vez lo rompió él.

—¿Olivia?

—Aquí estoy.

—Antes. Cuando te he llamado.

—¿Qué?

—Te estaba devolviendo una llamada.

Como si notaran la tensión, los niños le soltaron las piernas. Paul inclinó la cabeza hacia Ethan.

—Pero si yo no te he llamado —protestó Olivia.

—Sí me has llamado. He recibido una llamada de tu teléfono.

—¿Cuándo?

—Justo antes de que te llamara.

—No entiendo nada.

—Había una foto en el teléfono. De un hombre de pelo oscuro. Y después he recibido un vídeo.

—¿Un vídeo?

—Estabas en una habitación. Al menos alguien que se parecía a ti. Pero llevabas puesta una peluca rubia platino.

Más silencio. Y después:

—No sé de qué me hablas.

¿La creía Matt? Quería creerla, sólo deseaba olvidarlo...

—Antes —dijo—, justo antes de dejarte el mensaje, he recibido una llamada de tu móvil. Era una foto...

—No, eso lo he entendido, pero...

—Pero ¿qué?

—Oh, espera —dijo Olivia—. Esto podría explicar algo.

Paul y Ethan habían empezado a correr en círculos enloquecidos otra vez. Estaban fuera de control y demasiado cerca de la calle. Matt tapó el teléfono con la mano y los llamó.

—¿Explicar qué? —preguntó.

—Creo... Bueno, no entiendo por qué no he recibido tu primera llamada. Hay cobertura. He mirado las llamadas perdidas y ¿sa-bes qué? Jamie también me ha llamado. Esa llamada tampoco la he oído.

—¿Y?

—Estoy pensando que los chicos que había en el seminario son unos bromistas. A lo mejor uno de ellos me ha gastado una broma.

—Una broma.

—Sí, durante el seminario. Me he dormido. Era un aburrimiento mortal. Cuando me he despertado, mi bolso había cambiado de sitio. No mucho. Pero ahora que lo pienso, seguro que estaba en otro sitio. En ese momento no le he dado importancia.

—Pero ahora crees...

—Eso, sí, que lo han cogido y han hecho algo y me lo han devuelto. No lo sé. También parece una tontería.

Matt no sabía qué pensar, pero el tono de Olivia no le sonaba sincero.

—¿Cuándo vuelves?

—El viernes.

Se cambió el teléfono de mano.

—Iré a verte.

—¿No tienes trabajo?

—Nada que no pueda esperar.

—Pero —preguntó ella, vacilando un poco— ¿mañana no es tu jueves en el museo?

Casi lo había olvidado.

—No puedes perdértelo.

No se lo había perdido nunca en tres años. Durante mucho tiempo Matt no le había hablado de su cita quincenal de los jueves en el museo. La gente no lo entendería. Existía un vínculo, una atracción nacida de la necesidad y la intimidad. Era difícil decir más. Esos encuentros eran sencillamente demasiado importantes. Aun así dijo:

—Puedo aplazarlo.

—No deberías hacerlo, Matt. Ya lo sabes.

—Podría coger un avión ahora...

—No es necesario. Estaré en casa pasado mañana.

—No quiero esperar.

—Aquí estoy todo el día ocupadísima. Mira, tengo que irme. Ya hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?

—Olivia...

—El viernes —dijo ella—. Te quiero.

Y colgó.

El inocente

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