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Ana quería un amor, demasiados años de soledad, un matrimonio que no funcionó, quizás por falta de experiencia o porque en su mente había idealizado al hombre que después no fue, hija única, buena familia, creyó que se iría de su casa con el príncipe azul, que en un brioso corcel blanco la llevaría a vivir felices por siempre. El tiempo, la convivencia, disolvieron esa imagen, descubrió que los cuentos de hadas solo eran fantasías y que en la vida real no era tan fácil. Que los seres humanos tienen virtudes, pero también defectos, que las necesidades individuales no siempre son prioridad para el otro, que crecer de a dos es una utopía, al contrario, es más frecuente la evolución de uno en la pareja, en lo laboral, las oportunidades o los sentimientos. Ella quería un amante, un amigo, un cómplice y él terminó no llenando sus expectativas, la tolerancia estuvo ausente y de pronto acabaron en caminos diferentes. Por un tiempo, se sintió libre, cambió su aspecto, se vistió más juvenil, hizo cursos, disfrutó con sus amigas salidas y reuniones que había olvidado, fue a bailar y experimentó algunas noches de placer con romances de ocasión, todo un cambio, pero en su interior faltaba algo, como si no sintiera satisfacción en todos sus actos, entregar su cuerpo solo implicaba pasión, buenos momentos de sexo, que se iban cuando entraba a la ducha, con la necesidad de que el agua arrastrara lejos caricias y besos no sentidos. Quizás seguía creyendo en el romanticismo, pero algo había aprendido, no necesitaba controles en su vida, nada quería compartir con alguien vulgar al hablar, tosco o quizás brusco en el trato, estaba dispuesta a ceder la belleza perfecta, la elegancia o el buen pasar, pero que viniera acompañada de amor, comprensión y compañerismo. Ana quería un amor, no que la completara, ella ya lo estaba, quería compartir con alguien que también lo estuviera, no necesitaba reparar pedazos de relaciones rotas o ayudar a madurar a quien la vida no se lo había enseñado, quería un hombre, no un hijo a quien educar. El tiempo fue pasando, descubrió que los vínculos se hacían complicados, que los compromisos se disolvían rápido, que muchos solo buscaban su cuerpo, pero no se preocupaban por ver su alma, que halagaban sus ojos, pero no su mirada, que disfrutaban su venir más que su caminar. Ana quería un amor y quizás la vida se lo dé, será en el momento en que deba ser o no, pero comprendió que si llega necesita un compañero, que la aprecie tal como es, que la quiera, sin necesidad de cambiarla, que entre los dos disfruten las virtudes y traten de tolerar y modificar los errores, que aprendan que la convivencia es un desafío cotidiano y de a dos. Ana quería un amor, quizás también los años le enseñaron que ya lo tenía, solo le faltaba mirarse al espejo.

Prosas y poemas a mi estilo

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