Читать книгу Prosas y poemas a mi estilo - Horacio García - Страница 9

Оглавление

Todos conocemos historias, ¿quién alguna vez no vio situaciones, vidas, amores prohibidos?, esta es una más...

Claudio la admiraba en silencio, él la veía inalcanzable, prohibida, quizás fue eso, la quimera de lo imposible, lo que alentaba sus sueños. María trabajaba con él hacía varios años, una mujer como tantas, ambos empleados de una gran cadena de comercios, ella casada, dos hijos, supervisora del área de perfumes y cosméticos, él vendedor de electro, también en pareja hacía un tiempo, transcurrían la jornada de trabajo a pocos metros y cada día, cada instante, él la veía. Ella, perfecta en su uniforme, siempre su cabello arreglado, el maquillaje impecable, de camisa y pollera ajustadas, que acentuaban sus formas y que él comparaba con esas estatuas antiguas de diosas griegas, su caminar grácil y femenino, su sonrisa permanente, su voz cristalina, agradable, su trato amable, no hacían más que alimentar sus sensaciones y volvía más intenso su oculto deseo. Solo compartían alguna palabra a la hora del almuerzo, pero generalmente con otros empleados, nunca un diálogo de a dos, pero sus ojos solían cruzarse, casi en forma casual, un segundo, donde las miradas se tornaban intensas, se diría que el tiempo paraba y que se decían mil cosas sin hablar, ambos sabían que no estaba bien, que tenían sus vidas, pero seguían sin poder evitar esas miradas cómplices. María trataba de no pensar, hacía su trabajo y volvía a su casa cada día, a retomar la rutina con su familia, los quehaceres, sus hijos, su esposo, una vida normal, él a la salida compartía un rato con sus amigos y después regresaba al hogar con su mujer. y así transcurría el tiempo, cada uno esperando el momento de cruzar sus miradas, infieles, pecadores, merecedores de la hoguera y el escarnio público o amantes, devotos de la pasión, el placer y el deseo. María cada noche con su almohada tenía discusiones, la moral, las costumbres, la familia y por otro lado la atracción del fuego que encendía esa mirada, que le provocaba pensamientos y fantasías escondidas, que ahora se alteraban y presionaban por salir. Él por las noches imaginaba un encuentro con ella, un cuarto de hotel, el peligro, el sabor de lo prohibido y la intensidad de dos cuerpos ansiosos de unirse y celebrar el placer. Qué impresionante el poder, la magia, el misterio de la mente, el vuelo de la imaginación, que con solo una mirada podía remover todos los principios, valores y moral y por el otro despertar las fantasías, los deseos más ocultos y producir sensaciones físicas, sin siquiera haberse rozado. Y los días pasaban, las miradas seguían encendiéndolos a ambos, sin saber, ninguno de los dos, lo que pasaba por la mente del otro. Pecado, amor, sexo, aventura, adrenalina, peligro, quizás rechazados por muchos y anhelados por otros. No volví a verlos, quizás su historia sea la de tantas Marías o de tantos Claudios, me quedó el interrogante, habrán resistido la tentación, o habrán cedido a sus instintos para dar rienda suelta a momentos de amor prohibido; cuántos secretos encierran las personas, aventuras jamás contadas, pasiones nunca llevadas a cabo, deseos o fantasías ocultas y guardadas en lo más profundo de su interior, la hipocresía dirá que esto no sucede, quizás vos que lo lees me dirás que está bien o que está mal, cuáles son tus reglas de moral, lo que debe hacerse o no, o simplemente te imaginarás cuál fue el desenlace o a lo mejor también tenés tus secretos, te sentís protagonista, aunque nunca nadie, solamente vos, lo va a saber.

Prosas y poemas a mi estilo

Подняться наверх