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3 El arte de contar cuentos
alrededor de la hoguera
ОглавлениеCuenta la antigua leyenda que, en una aldea cercana al mar, vivía un herrero al que le gustaba contar historias y, cada vez que regresaba al pueblo después de una larga jornada haciendo carbón en los bosques, todos los niños le rodeaban pidiéndole que les contara lo que había visto ese día. Comenzaba entonces su maravilloso relato, poblado por toda suerte de misterios, sucesos y seres mágicos:
—Hoy estaba bajando hacia los acantilados, justo cuando empezaba a amanecer. Me he asomado a la mar para ver de dónde soplaban los vientos, y, de pronto, las he visto. Sobre una roca llena de algas verdes había siete sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine dorado… He estado un buen rato mirándolas embelesado, hasta que me he encaminado hacia el robledal. Se oía allí una música maravillosa y, de pronto, los he visto: un corro de faunos que cantaban y bailaban alrededor de Silvano… Me hubiera quedado toda la mañana, pero he continuado caminando hasta que…
Y así un día tras otro contaba prodigiosas aventuras para deleite de los niños y los que ya no eran tan niños. Pero un buen día, mientras bajaba hacia el acantilado, de pronto vio, sobre una roca llena de algas verdes, a siete sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro… Continuó asombrado su camino y al llegar al robledal comenzó a escuchar una música maravillosa y, de pronto, los vio: había un corro de faunos que cantaban y danzaban alrededor de Silvano…
Aquella tarde volvió a la aldea más pensativo que de costumbre, como embobado, y los niños comenzaron a rodearle pidiéndole que les contara lo que había visto ese día. Los miró despacio con sus grandes ojos negros y, agachando la cabeza, dijo muy bajito:
—Hoy no he visto nada…
Se volvió caminando despacio hacia su casa y desde aquel día dejó de contar cuentos.
Para reforzar la teatralidad, en la Hora del Cuento de las bibliotecas públicas de Nueva York se enciende una vela al comenzar el relato. En un contexto de campamentos y naturaleza, la hoguera nos retrotrae al tiempo y el pensamiento tribal que se han nutrido con la sabiduría de leyendas ancestrales en el círculo del fuego. Por supuesto, en los tiempos que corren y sobre todo en verano, esto de hacer hogueras puede ser muy peligroso, pero si encuentras el momento propicio y un lugar en el que sea adecuado y no esté prohibido, la hoguera y la noche te proporcionarán el escenario perfecto.
También en el aula o en otros espacios interiores hay un sortilegio infalible para atrapar la atención del público en un instante. Se trata de la yérgola, una especie de vela que se hacía enrollando simplemente la corteza exterior del abedul. Basta con buscar un abedul caído, la corteza se conserva mucho tiempo. Cortamos un pequeño trozo, como un folio, y lo enrollamos y dejamos secar con un cordel para mantener la forma de vela. Prende con una llama clara, dejando un aroma intenso y muy agradable y una sensación hipnótica que capta en un instante la atención de todos los presentes. Un recipiente metálico nos servirá para dejarlo cuando lo apagamos y tan solo falta asegurarnos, si lo hacemos en un espacio interior, de que no hay un sistema de detección de humos que pueda aguarnos la fiesta.
En definitiva, lo primero que hace el contador es crear la atmósfera, ese preludio en el que se aviva la expectación y hasta el nerviosismo, la sensación de que algo maravilloso va a suceder. El relato es una evocación de ese mundo mágico que está a punto de manifestarse. En el corro para la asamblea o el cuento recreamos el círculo en el que todos vemos y escuchamos y la atención se centra del mejor modo posible.
Nuestra propuesta: aquí hemos escogido, entre la inmensa biblioteca de la tradición oral de todos los pueblos, unos cuentos que pueden ser aprendidos y contados y también representados en el aula o en el campamento. Tú mismo puedes hacer tu propia búsqueda y selección de cuentos y leyendas y quizás un día te conviertas en un auténtico cuentista.