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Introducción

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Llamamos a los niños. Les decimos que se despierten. Decimos a los niños que todos los animales están despiertos. Salen de las guaridas donde durmieron. El ciervo los conduce. Viene del sotobosque donde mora, guiando a sus pequeños hacia la Luz del día. Nuestros corazones están contentos.

Canto de los pawnee a la luz del día

Cansado de que hayamos dejado de acudir a las arboledas para jugar, filosofar y caminar, el bosque mismo ha decidido ir a rescatar a los cachorros humanos, que por algún oscuro maleficio pasan el día encerrados en sus madrigueras, hipnotizados por pantallas y redes adictivas. A través de estas páginas descubrirás que la vida vuelve a reclamar lo que es suyo, a colarse por todas las grietas y resquicios de nuestra civilizada urbe, invitándonos a regresar a la selva de la que un día partimos.

Bajo esta premisa inicial hemos dedicado este libro a los más jóvenes de todas las edades. Desde el principio hasta el final, casi en cada línea, hemos pensado en vosotros, los que queréis iniciaros en el mundo de la naturaleza o el bosque, solos o en compañía. En este sentido, hay proyectos que se dirigen a los niños y jóvenes a partir de los nueve años, cuando tienen autonomía y las capacidades necesarias para abordar, e incluso liderar, proyectos de cierta complejidad. Otras propuestas serán factibles si se asumen con la ayuda de padres, profesores o monitores.

Pero también, por supuesto, nos dirigimos a adultos inteligentes de cualquier edad y condición que pretenden adentrarse en el universo de Mama Natura y sus mundos infinitos o buscan alternativas a un sistema educativo demasiado alejado del mundo natural y, por tanto, de la vida real. En todo caso, nuestra labor se reducirá en estas páginas a inspirar y polinizar, a ofrecer ideas, pautas y herramientas para que la curiosidad, la sensibilidad y el conocimiento nos conviertan en aprendices, exploradores, buscadores, investigadores, creativos y activistas. Todo ello sin olvidar que, en realidad, seguiremos siendo aprendices hasta el fin de nuestros días.

En definitiva, intentaremos que cualquiera que desee adentrarse en las distintas dimensiones de la naturaleza pueda hacerlo sin excusas ni dilaciones, siguiendo una serie de indicaciones que señalan algunos de los múltiples senderos. A través de estas propuestas podrás convertirte no solo en protagonista, también en autor, hacedor de tu propio camino en una selva llena de prodigios, de conciencia y vitalidad. Podemos pasar de admirar el bosque a plantarlo; de ser lectores y espectadores a escribir y componer los propios versos, relatos, ensayos…, de seguir las rutas marcadas a encontrar nuestros propios senderos y lugares secretos.

Nos internamos así en la exploración del mundo que nos rodea desde algunas de las diferentes perspectivas y formas de entender y contemplar la naturaleza: la ciencia, el arte y la poesía, la mitología, la experiencia directa, personal e intransferible… Al margen de la edad que tenga, cualquier persona puede cultivar, investigar sobre el parque o el bosque cercano, identificar los árboles, las plantas y los animales del propio entorno, aprender los lenguajes y los íntimos secretos de cada uno de ellos y las formas peculiares que tienen de vivir y relacionarse… Puedes pensar que a tus diez o a tus ochenta años es demasiado pronto o demasiado tarde, pero todo momento es propicio para empezar. Para componer un poema, una canción, un bosque, un huerto o un jardín. Para reencontrar los antiguos y siempre nuevos caminos que te conducen tanto a la espesura del bosque como al fondo de ti mismo. En este libro encontrarás algunas pistas para que puedas comenzar aquí y ahora.


Cada cierto tiempo surgen nuevos sistemas pedagógicos que cuestionan los modelos hegemónicos; el debate es sano e imprescidible, pero, mientras vivamos y crezcamos al margen de la naturaleza, no se producirá la revolución más urgente y necesaria, la que ha de devolvernos a nuestro medio vital. El cultivo del factor humano precisa un contexto natural para asimilar de manera experiencial que somos parte inseparable de esta biosfera que nos sustenta. Es en este campo donde día a día, hora tras hora, se libra esa batalla crucial por el futuro de un planeta que todos queremos «salvar», pero al que apenas conocemos de manera directa y vivencial.

Compruebo con frecuencia que, en las charlas sobre árboles y bosques, una de las cosas que más atrae la atención de los niños es el carácter y la vida de las personas que traemos como referentes, ya sea por su experiencia o por su dedicación al estudio o la defensa de la naturaleza. Creo que, en realidad, sucede lo mismo con los adultos. Por eso es tan importante emprender una revisión crítica de nuestras figuras de referencia, para destacar la ejemplaridad de los trabajos cotidianos y humildes, de la constancia y la creatividad, del compromiso y la defensa de nuestro paisaje local y global. Se impone reiniciar en este aspecto una nueva mentalidad con modelos verdaderamente ejemplares, sobre todo, claro está, cuando hablamos de educación. Si lo pensamos por un momento, nos daremos cuenta de que los «héroes» más famosos de nuestra civilización destacan muchas veces por su carácter competitivo y ególatra. Sucede también que el reconocimiento social lo obtienen sobre todo los hombres, y la Historia continúa honrando a santos, reyes, guerreros y conquistadores que han alcanzado la gloria con dudosas artes, en ocasiones haciendo gala de una extraordinaria prepotencia, crueldad o falta de escrúpulos.

Los modelos que aquí proponemos no son los más reconocidos y laureados, pero van dejando tras de sí una huella indeleble e inolvidable. En África la activista Wangari Maathai lideró el llamado Movimiento Cinturón Verde, por el que las mujeres se hacían responsables de la reforestación de sus paisajes. En pocos años, millones de árboles vistieron las tierras cada vez más desnudas y desérticas, aportando vida y prosperidad.

Inspirado en esta idea, Felix Finkbeiner, un niño alemán de nueve años, inició en 2007 el movimiento escolar Plant-for-the-Planet, que pretende plantar árboles por todo el mundo para frenar el cambio climático y hacer de este planeta un lugar más saludable y sostenible. El primer árbol fue plantado en la misma escuela de Felix y en solo tres años ya se habían plantado un millón de árboles en Alemania. Bajo el lema «Habla menos y planta más», la organización, dirigida por niños de casi cien países, recaba ayudas de instituciones y grupos ambientalistas para conseguir las plantas y ayudas necesarias y trabaja también en la formación de los propios niños para estos fines.1 Todo un ejemplo de la capacidad de acción y liderazgo de los más jóvenes para iniciar otras formas de gestión responsables y remover las cómodas posturas de los mayores.

A los quince años, la niña sueca Greta Thunbergh inició un movimiento contra el cambio climático que tiene una gran repercusión entre niños, jóvenes y adultos de muchos países. En agosto de 2018 comenzó en solitario una «huelga escolar por el clima», que con el tiempo ha sido secundada por miles de personas que reclaman políticas que antepongan los intereses ecológicos y humanos a los puramente económicos.

En Norteamérica, Julia Butterfly comenzó, casi sin proponérselo, todo un movimiento de defensa del árbol y el bosque. Tenía siete años cuando una mariposa se le posó en la mano mientras iba con su familia de excursión, y allí se quedó durante toda la caminata. Desde entonces la apodaron «Butterfly» (‘Mariposa’) y con este nombre se la conoce en todo el mundo.

A los veintidós años, después de un grave accidente de coche que la obligó a una larga recuperación, emprendió una búsqueda que la llevaría a un compromiso con la Tierra y a la defensa de los bosques. Una gran compañía maderera estaba provocando un desastre ecológico al cortar los bosques milenarios de secuoyas. Laderas enteras de las montañas se derrumbaban al quedar desnudas de las raíces que las sostenían, causando enormes inundaciones y avalanchas de lodo.

El 10 de diciembre de 1997, con veintitrés años, Julia decidió subirse a Luna, una enorme secuoya de 55 metros de altura, para impedir la tala inminente de este árbol y todo el bosque circundante. Su idea era relevar a otros activistas que habían montado una cabaña en la copa y permanecer allí unas semanas hasta que vinieran a sustituirla. Pero el relevo no se produjo y, con el apoyo de otros activistas, Julia continuó viviendo y resistiendo el acoso continuo de los maderistas:

Aparecieron helicópteros que me echaban chorros de agua. Quemaron los bosques durante seis días, el humo destrozó mis ojos y mi garganta, y me llené de ampollas. Luego montaron guardias día y noche para que no me pudieran suministrar comida. Acabé amargada, chillando, dando golpes, al borde de la locura. […] Para consolarme pensaba en las familias de Stanford que a causa de la tala del bosque sufrieron las inundaciones y se quedaron sin casa…

Julia resistió también los embates de vientos huracanados, terribles a esa altura, y las pavorosas tormentas, pero al mismo tiempo relata los momentos de profunda paz y el diálogo continuado con la secuoya que le daba asilo. Tras más de dos años de lucha y gracias al apoyo de grupos ecologistas, medios de comunicación y personalidades del arte y la cultura, Julia Butterfly arrancó a la todopoderosa compañía maderera un compromiso de que respetaría a Luna y el bosque a su alrededor. El 18 de diciembre de 1999 volvió a pisar tierra y desde entonces ha continuado su defensa de la naturaleza y los árboles, creando el Círculo de la Vida y plasmando la crónica de esta experiencia en un libro maravilloso titulado El legado de Luna.2

Julia Butterfly plantea en sus conferencias una pregunta retórica a quien quiera escucharla: «¿Cuál es tu árbol?». Podríamos traducir su significado como: «¿Y tú qué defiendes?». Quizás al final lo que mejor define a un ser humano es esta elección.3

A lo largo de este libro encontrarás otros héroes más o menos famosos e historias que pueden servir de ejemplo e inspiración. Todos ellos son simples muestras que tan solo tratan de ayudar a que cada cual encuentre su propio árbol, su pasión, su historia y su forma de vida conectada a la naturaleza que nos sustenta.

No obstante, desde el principio el autor reconoce ya la gran contradicción que supone escribir un libro sobre árboles después de haber afirmado en la cita inicial que los árboles enseñan más que los libros. La contradicción se vuelve casi insoportable si tomamos además conciencia de los árboles que se han derribado para publicarlo. Me gustaría creer que los lectores comprenderán y disculparán, leyendo estas páginas, la paradoja, mientras que la aportación al conocimiento y aprecio por los árboles y el bosque justificará de algún modo esta incoherencia.

La distancia entre naturaleza y cultura parece aumentar día a día. El desarrollo material y tecnológico son las únicas metas, el fin y el medio de una civilización que ha perdido sus raíces y camina hacia un futuro incierto e insostenible. En este contexto nos ha parecido necesario y urgente plantear estas propuestas de un retorno a la cordura, al amor hacia las plantas, los árboles y los bosques que nos sustentan y, en definitiva, a la propia felicidad mediante el respeto y el acuerdo con el entorno en el que vivimos.

En un mundo sobresaturado de historias, los seres humanos tenemos dificultades para ser dueños de la propia historia. Niños y adultos estamos expuestos a un medio delirante y hostil que hemos llegado a considerar normal: películas y videojuegos con contenidos de extrema violencia, actitudes y procesos competitivos que apenas dejan espacio a otras alternativas, un constante bombardeo de la publicidad que nos incita a consumir, una desconexión patológica con la tierra y el mundo natural, un entorno demasiado agresivo y contaminado… Nuestro universo tecnológico es una realidad paralela que ocupa un territorio cada vez más amplio de nuestro espacio vital; apenas nos queda un tiempo y lugar para vivir. Frente a este uso obsesivo de las pantallas y las redes sociales, la propuesta de regreso a la red de la vida resulta imprescindible para las personas más jóvenes y vulnerables, pero también para todas aquellas que pasan demasiadas horas conectadas a estas tecnologías adictivas. En este sentido, proponemos espacios de desconexión de teléfonos, ordenadores, televisiones y todo tipo de dispositivos electrónicos para poder conectar de nuevo con la familia, los amigos y vecinos… y, por supuesto, con el magma vital de nuestra biosfera, con los seres vivos que nos rodean y pueden aportarnos una gran dosis de realismo frente a los mundos cada vez más vacíos y virtuales en los que tendemos a sumergirnos.

Ciertamente hacemos propuestas que muchas veces terminan estrellándose con las realidades de cada momento y lugar. En ocasiones es preciso esperar a que el momento sea propicio para plantear un determinado proyecto: un grupo de maestros o profesores afines, una directiva, un AMPA o un gobierno del ayuntamiento proclives a estos cambios ayudarán sin duda a realizarlos. Pero en todo caso planteamos una serie de alternativas para poder llevar a cabo una serie de actuaciones mínimas, aunque sea en solitario, cuando es preciso trabajar en las situaciones más adversas. Creemos que los activismos que aquí planteamos como sistema de aprendizaje y de vida pueden resultar sugerentes y contagiosos en muchos sentidos, y por ello animamos al niño y al joven, al padre y la madre y al profesional de la educación, maestro o profesor, a iniciar el proceso de «vuelta al bosque» incluso en las condiciones más difíciles de falta de medios, apoyos o interés de los compañeros. Situaciones estas que por desgracia son muy comunes.

Sin embargo, no está de más recordar que a veces se produce el milagro y se presentan las condiciones idóneas para que surja una iniciativa realmente duradera y transformadora. La utopía realizada de Reggio Emilia propició un acuerdo entre los políticos, educadores y familias para crear un espacio educativo que, partiendo del arte, ha sabido generar todo un movimiento de gran alcance, capaz de facilitar el desarrollo de sensibilidades y aprendizajes creativos. Una de las claves más importantes fue la capacidad de los pioneros de dialogar e integrar a todas las partes. Por otro lado, no es casual que aquí hayamos comenzado por la poesía como elemento transformador de la conciencia, del mismo modo que podríamos haber incluido otros temas vitales, otras diferentes disciplinas artísticas que pueden servir para abordar el acercamiento a la naturaleza. De cualquier forma, tan solo un cambio profundo de mentalidad facilitará la transformación que precisa el ser humano para abandonar su rol de conquistador y consumidor inconsciente y compulsivo y para recobrar un poco de paz y el tiempo necesario para encontrar su propio lugar.

Desde estas páginas te proponemos que, de forma individual o colectiva, ya seas alumno o profesor, inicies este camino sin final que aquí bosquejamos. Prepárate a partir. Una vez que cruces el lindero jamás podrás retornar, entenderás que al fin has vuelto a tu hogar. Te harás jardinero y custodio, guardián y aliado.

Tras los primeros pasos en el mundo verde y sobre la hojarasca, comenzamos a sentir inevitablemente la necesidad espontánea y natural de conversar con ese entorno, de defenderlo y conservarlo, de emprender su restauración tanto en lo externo como en nuestro propio interior, en todo lo que representa la cultura del árbol y el bosque.

Regreso a los bosques

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