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10. Nociones básicas de supervivencia Alex
ОглавлениеNo puedo sacármela de la cabeza.
Han pasado tres días desde que La Dama Rosa difundió la fotografía y, para mi sorpresa y la de todos, todavía sigo de una pieza. Ahora que el peligro me acecha, he cambiado mi forma de ver el mundo y todos los días, cuando me despierto, me siento afortunado por poder ver la luz del sol. Vale, quizá esté exagerando, pero no miento cuando digo que nunca, jamás, me había alegrado tanto de tener todas las extremidades en su sitio.
En realidad, no sé exactamente cómo he sobrevivido. Puede que haya pasado tres días escondido como una comadreja asustada, pero he asistido a todas mis clases y, aun así, no me he topado con ningún exnovio celoso dispuesto a partirme la cara. Supongo que será gracias a Holland. Con suerte, habrá hecho que Gale entre en razón para que abandone sus instintos asesinos y se dedique en exclusiva a ser un capullo.
Solo es una teoría, aunque considerando lo triste que Holland estaba ayer, cuando coincidimos en el Brandom, parece bastante desencaminada. Y es un alivio.
Se merece a alguien mejor que él.
No dejo de pensar en ella; en la canción. En esa melodía que escribí a medias en mi cuaderno y que toqué para Owen cuando me lo pidió. ¿Se daría cuenta de que estaba improvisando? Nunca me había pasado nada así. Tenía el estribillo y las primeras estrofas, pero el resto surgió sin más. La inspiración se adueñó de mis manos y toqué una canción que ni siquiera conocía.
Ahora no dejo de darle vueltas. Por un lado, me siento bastante orgulloso; la idea es buena y podría tener futuro. Sin embargo, hay una parte de mí, la más racional, que no puede evitar sentirse culpable por todo esto.
Se suponía que este año sería diferente. Le prometí a papá que no perdería el tiempo. Por eso he dejado todos mis cuadernos y mis auriculares en casa esta mañana y he decidido venir a almorzar al comedor por primera vez en tres días. No puedo esconderme por toda la eternidad, ¿verdad?
Además, necesito mantener la cabeza ocupada.
Por suerte, Blake sigue empeñada en hacerme compañía y se sienta conmigo. Se ha recogido el pelo en un moño descuidado y lleva una camiseta negra tan grande que le sirve de vestido. Pone la bandeja frente a la mía y me roba un puñado de patatas fritas.
—Claro, sírvete —murmuro con ironía. Me sonríe.
—¿Sabes? Me alegro de que todo haya vuelto a la normalidad. Creía que te pasarías todo el curso escondiéndote de los deportistas.
Ojalá pudiera. Honestamente, no me siento muy seguro aquí. La cafetería está llena y yo, muy expuesto. Mido un metro ochenta y, ahora que todos saben quién soy, no consigo pasar desapercibido ni estando sentado.
—He decidido que, ya que voy a morir, al menos lo haré siendo valiente.
Pone los ojos en blanco.
—Eres muy dramático.
—De todas formas, me habría costado mucho esquivar a los deportistas, teniendo en cuenta que ahora eres amiga de todo el equipo.
Blake alza una ceja mientras mastica su bocadillo.
—¿Desde cuándo te importa quiénes sean mis amigos?
—Desde siempre, ¿quizá?
—Hazme un favor y deja ese rollo de hermano sobreprotector para las películas. Sabes que sé cuidar de mí misma. No pienso pasar por ahí.
Suspiro. Odio admitirlo, pero tiene razón.
—Creía que no soportabas a ese tipo de tíos. Eso es todo.
—En primer lugar, Finn no está en el equipo. Y que Mason sí lo esté no significa que sea un mal chico. Me caen bien y estoy segura de que, si les dieras una oportunidad, a ti también te gustarían.
No tiene ni idea. Me acuerdo de lo que pasó ayer y, de pronto, me doy cuenta de que hace un rato que marco un ritmo con los dedos sobre las rodillas. Me meto las manos en los bolsillos. Necesito olvidar la canción.
—Quieren formar una banda —le digo a Blake—. Organizaron audiciones en el Brandom ayer por la tarde.
En efecto, mi hermana no parece sorprendida.
—Lo sé.
—Eligieron a un chico del instituto. Se llama Sam y toca la batería.
—Amigo de tu chica —comenta, con la boca llena.
Hago una mueca.
—Owen no es mi chica. Si te escuchara decir eso, se pondría a vomitar.
Se encoge de hombros, aunque no desmiente mis palabras porque ambos sabemos que es verdad. Por deprimente que suene, estamos a otro nivel. Holland es guapa y popular y también es hija de los Owen, lo que significa que tiene dinero. Está en la parte más alta de la jerarquía del instituto.
—Es mona —comenta y sacudo la cabeza.
—Tiene novio y da bastante miedo. Además, no es mi tipo. Preferiría salir con una chica normal. Holland piensa que es la reina del mundo. No, gracias.
¿Puede que esté siendo cruel? De repente, me siento mal conmigo mismo, trago saliva y desvío la mirada.
—Ya —se limita a responder, no muy convencida. Por suerte, cambia de tema—: Por cierto, ¿vas a contarme lo que pasó ayer en el Brandom?
Mi primera reacción es ponerme a la defensiva.
—No es asunto tuyo.
—Alex —me reprende con dureza—. Bill me contó que te fuiste cuando Mason y Finn te pidieron que tocaras.
—No fue así exactamente.
—Me han pedido que me una a la banda y les he dicho que sí.
El corazón me da un vuelco. Me escudriña con la mirada, a la espera de mi reacción. Intento permanecer impasible porque sé que, si muestro cualquier atisbo de debilidad, se aferrará a él para hacerme ceder, como hizo Bill. Como hace todo el mundo. Porque nadie lo entiende.
—Creía que no necesitaban más guitarristas —digo.
—No los necesitan. Toco el bajo.
—¿El bajo?
—Todavía estoy aprendiendo, pero puedo arreglármelas. —Subo un hombro y ella aprieta los labios—. Les hablé de ti, ¿sabes?
Resoplo, con la intención de parecer molesto, porque no soportaría que notara que estoy nervioso.
—No sirvo para esto, Blake. Mientras antes lo asumas, mejor.
—Estás de broma, ¿no?
—No me gusta la música. Al menos, ya no. Asunto zanjado. ¿Podemos hablar de otra cosa?
No responde, sino que se limita a suspirar. La ignoro y echo un vistazo a lo que nos rodea. Entonces, como si de un imán se tratara, mis ojos se posan sobre la chica que acaba de entrar en el comedor. Owen.
Verla hace que me ponga nervioso. A diferencia de mí, ella no me ha visto. Avanza con decisión entre los estudiantes mientras se aferra a su bolso con una mano. Está más guapa que ayer. Lleva el pelo suelto y le cae en ondas sobre los hombros. Cuando llega al centro de la cafetería, se detiene y mira a su alrededor.
No sabe a dónde ir.
Blake me pilla mirándola y silba.
—Parece que sí que es tu tipo —comenta, divertida. Capulla.
—No es eso. Creo que está sola. —Me giro hacia ella—. ¿No erais amigas? Podrías invitarla a comer. Es posible que no quiera sentarse conmigo, pero de todas formas ya he terminado. Además, quería pasarme por la biblioteca para…
Blake me corta con un gesto.
—Escucha, guaperas. Holland me cae bien, pero tú eres mi hermano y, por desgracia, estás el primero en mi lista de prioridades.
Arrugo la nariz. ¿Guaperas?
—Vaya, gracias. Eres muy amable.
—Lo sé. Y de nada.
Se ríe y sonrío sin querer. No obstante, mi humor decae cuando miro a Holland y veo que camina hacia esa mesa. Incluso yo, que entiendo poco de estas cosas, sé que es una mala idea. Ella también parece planteárselo, porque duda antes de detenerse frente a Stacey y sus amigas. Todas se vuelven a mirarla y Owen le hace un gesto para que la acompañe fuera, como si quisiera hablar con ella a solas.
Sin embargo, la chica niega con la cabeza y se ríe mientras mira a las demás. Hablan durante un rato más y, aunque no escucho la conversación, sí que veo el rostro de Owen, que no parece sentirse muy cómoda. Las amigas de Stacey estallan en carcajadas cuando ella hace una broma, y entonces Holland aprieta los labios con fuerza y se gira para salir del comedor.
Echa a correr incluso antes de alcanzar la puerta.
Clavo la mirada en mi plato. Se me acaba de ocurrir algo y no es una buena idea. Debería darme igual. No es asunto mío. Holland no es más que una chica creída y desagradable que no deja de darme problemas. Seguro que ayer habló conmigo porque no tenía a nadie más con quien hacerlo. Debería desentenderme de todo esto. Porque no me interesa.
No es asunto mío. No es asunto mío.
Joder.
Recojo los libros a toda prisa y me echo la mochila al hombro.
—¿Vas a algún sitio? —pregunta Blake, que está tan confusa como yo.
—Ahora vuelvo.
Esto no va a salir bien.
No conozco mucho a Holland, pero sé que tenemos algo en común: ambos odiamos que nos vean llorar. Ayer, ambos fuimos al sótano por esa razón. Así que salgo del comedor y recorro a toda prisa el pasillo que conduce al cuarto del conserje. Ese es mi refugio particular; si estuviera en el lugar de Owen, iría allí. Sería demasiada coincidencia que ella hubiera pensado lo mismo, pero tengo que intentarlo.
En efecto, no hay ni rastro de ella cuando llego.
—Mierda —mascullo entre dientes.
¿Qué pretendía, de todas formas? ¿Consolarla y decirle que siento que su novio sea un capullo? Porque no creo que eso fuera de ayuda. Conociéndola, es probable que incluso se hubiera sentido ofendida. Joder, es una chica realmente desagradable. No debería tener razones para buscarla.
Pero las tengo y me odio por ello.
Mi padre siempre dice que soy demasiado buena persona, y en momentos como este creo que tiene razón. Seguiría sentado cómodamente en nuestra mesa, donde me ahorraría problemas, si pudiera olvidar lo que vi hace unos días. Pero no puedo. No soporto que Gale tache a Holland de infiel y que permita que todo el instituto la critique cuando, en realidad, el único mentiroso es él.
Me dolió verla llorar así ayer. Nadie se merece pasar por eso. Ni siquiera ella.
Suspiro y me giro para volver por donde he venido. No obstante, el destino es caprichoso y, cuando doblo la esquina, alguien se interpone en mi camino y me encuentro con el rostro de Holland a un palmo del mío.
Reacciono mal. No, más que eso: reacciono fatal. Mi primer impulso es soltar una palabrota y retroceder a trompicones. Ella también se asusta, aunque sabe disimularlo. Me pregunto si su corazón habrá saltado con tanta fuerza como el mío. Nos miramos en silencio y, aunque intento decir algo, solo consigo abrir y cerrar la boca como un idiota.
Parece que pasan horas hasta que por fin se atreve a hablar:
—Lo siento.
Pestañeo. No sé qué esperaba sacar de esta conversación, pero definitivamente no era eso.
—Lo siento —insiste, cuando no respondo—. Ayer metí la pata. No debería haber dicho nada sin preguntarte primero. Supuse que querrías… Bueno, es que pensé que tú… —Sacude la cabeza y cierra los ojos. Antes de continuar, los abre y me mira—: Me gustó la canción y quería volver a escucharla. No tendría que haberme metido en tus asuntos. Lo siento.
Hay mucho que asimilar. Trago saliva y pienso en qué contestar, pero me quedo en blanco porque he notado que tiene los ojos enrojecidos. ¿Ha estado llorando? Los sentimientos se me acumulan vertiginosamente en el estómago. Quiero preguntarle si está bien, pero, al mismo tiempo, necesito saber si lo que ha dicho va en serio.
¿Le gustó la canción? Pero ¿cómo? ¿Por qué?
No recuerdo cuándo fue la última vez que alguien habló sobre mi música.
—No pasa nada —respondo, tan tranquilo como puedo. No funciona demasiado bien. Se notaría a kilómetros lo nervioso que estoy—. ¿Estás bien?
Hablar sobre mi música me habría costado mucho más. Owen aprieta los labios y asiente, aunque no me convence.
—¿Seguro? —insisto.
—Sí —dice finalmente.
—Bueno, vale.
—Sí, vale.
—Creo que debería…
—Sí —repite.
Ya debería estar volviendo al comedor, pero no me muevo. Algo me mantiene atado a este momento. Observo su rostro sin disimular porque ella también me mira. No me había fijado en que tiene pecas por toda la nariz. Me gustan. Creo que podría mencionarlas en una canción, si es que vuelvo a componer alguna vez, claro. O quizá no. Sería raro. Pero quiero hacerlo.
Cuando traga saliva, mi mirada baja hasta su garganta y después aterriza en su boca. Pienso en su exnovio y en que debería contarle lo que vi. Cualquier tío decente lo haría en mi lugar. Es bastante probable que no me crea, pero al menos tengo que intentarlo.
Sin embargo, de pronto, un torrente de voz resuena a nuestras espaldas:
—¡¿Crees que puedes venir a reírte de mí en mi puta cara?!
Todo sucede muy rápido. Un tío de metro sesenta se interpone entre nosotros y me empuja bruscamente contra las taquillas. Escucho que Owen grita, pero estoy demasiado sobresaltado para reaccionar. Gale se me acerca hecho una furia, con los ojos llenos de ira. Oh, mierda. Mierda, mierda, mierda.
—¡¿Qué coño hacías?! —me espeta. Retrocedo a trompicones y me lío con mis extremidades. No respondo porque, diga lo que diga, estaré firmando mi sentencia de muerte—. ¡¿Crees que puedes tirarte a mi novia e irte de rositas, capullo?!
Niego apresuradamente con la cabeza y evalúo mis posibilidades de sobrevivir. Le saco unos quince centímetros de altura, factor que sería de ayuda de no ser porque va al gimnasio y es más rápido que yo. Sus brazos son casi más anchos que mi cabeza. Va a destrozarme, es un hecho. Voy a morir en este pasillo sin haber dejado descendencia.
¿Dónde diablos están los profesores cuando se les necesita?
—Parece que ya no eres tan valiente. —Avanza hacia mí mientras yo retrocedo—. Esta es mi parte favorita, cuando el chulo de turno se muestra como realmente es: un maldito cobarde.
¿Chulo, yo? Pero si soy un tipo bastante normal, majo y todo eso. De los típicos pringados que salen en las películas y nunca se quedan con la chica porque se limitan a estudiar y poco más. No me merezco esto. Para nada.
—A ver, creo que… Sería más conveniente que…
Owen se interpone entre nosotros y me hace cerrar la boca.
—Muy bien, suficiente —sentencia, y alza la barbilla. Ya no queda rastro de la chica vulnerable que era hace unos minutos. Se dirige a Gale con decisión—: Mira, tú y yo tenemos que hablar a solas. Deja que te lo explique todo. Él no tiene nada que ver con esto.
—Mantente al margen —gruñe él, que la agarra de la muñeca para sacarla de su camino. Holland intenta zafarse de su agarre, pero no lo consigue.
—No pienso quedarme al margen. Estás portándote como un imbécil.
—Ya te he dicho que no quiero saber nada de ti.
—Gale, por favor, vámonos de aquí. Deberíamos…
—¿No me has oído? —Se vuelve hacia ella, furioso—. ¿De verdad crees que voy a dejar que me vean contigo después de lo que has hecho? Todo el mundo piensa que eres una zorra, Holland, y no pienso rebajarme a hablar con chicas de tu nivel. Muévete y saca el culo de aquí. Ni siquiera sé cómo he podido soportarte durante tanto tiempo.
Joder. No entiendo cómo ha podido decirle eso. Owen intenta responder, pero se ha quedado muda. La determinación ha desaparecido de sus ojos y ahora aprieta los labios para no echarse a llorar. Si no estuviera tan preocupado por mi supervivencia, seguramente sentiría lástima. Está enamorada de un capullo monumental.
—Tiene que ser una broma —interviene alguien.
De pronto, me doy cuenta de que he sido yo y maldigo toda mi existencia.
Gale se gira hacia mí con los puños apretados.
—Cierra la puta boca.
—¿Cómo puedes hablarle así? ¡Es tu novia!
—Alex —me advierte Holland, pero no me echo atrás. Cuando Gale avanza peligrosamente hacia mí, me mantengo firme y lo miro a los ojos.
—¿Vas a decirme tú cómo tengo que hablarle a mi novia?
—Cuando aprendas a tratarla con respeto, dejaré de darte consejos —contesto, aunque sé que tendrá consecuencias. Gale gruñe como un animal.
—Se acabó, capullo.
Que ya me lo esperara no significa que duela menos. De pronto, su puño impacta contra mi cara y me hace perder el equilibrio. Cuando me caigo al suelo, todo está borroso. Me pitan los oídos. Alguien chilla, pero no sé quién, y después solo noto patadas, más golpes y cómo me zarandean de un lado a otro.
Pierdo la noción del tiempo. Gale se aparta después de lo que parecen horas. Me duele el cuerpo entero y apenas puedo respirar. Alguien me agarra de los brazos para levantarme y me revuelvo, asustado, porque creo que son sus amigos y quieren ponerle las cosas todavía más fáciles. Estoy tan aturdido que tardo un rato en entender que solo quieren ayudarme a ponerme de pie.
—Eh, tío, tranquilo. ¿Estás bien?
Solo puedo abrir el ojo derecho porque el izquierdo ha recibido un buen golpe y probablemente se esté hinchando. Pestañeo para enfocar y me encuentro con el rostro de Sam.
—Joder, menuda pinta tienes —comenta, y se dirige a alguien que está a mi derecha—. Se ha llevado una buena.
—¿En serio? A ver, sujétalo. ¡Quiero verlo!
Cuando me sueltan, estoy a punto de caerme. Por suerte, Sam tiene buenos reflejos y me atrapa justo a tiempo. Deja que cargue todo mi peso en él e intento concentrarme en Finn, que aparece en mi campo de visión.
—Vaya, colega, pues sí. Tienes una pinta horrible. Y seguramente te pondrás peor.
Poco a poco, el mundo deja de dar vueltas. Lo que al principio me parecían dos voces aisladas, pronto se confunden con más ruido. Me sacudo para zafarme de su agarre e intento sostenerme por mí mismo. Miro alrededor. Seguimos en el pasillo, pero ahora estamos rodeados de gente. Owen y Gale también están aquí y, frente a ellos, Mason Brodie intenta salvarme el pellejo.
—Yo me lo pensaría dos veces antes de hacer eso —le dice a Gale, y se interpone en su camino cuando él intenta llegar hasta mí. Se quedan cara a cara—. Si esto llega a oídos del entrenador, te pondrá de patitas en la calle.
—Métete en tus asuntos.
—Estos son mis asuntos. Largo.
—Y una mierda.
—¿Qué, estás esperando a que llame a mi tío?
Gale aprieta todavía más los puños. Noto cierta humedad en la ceja porque estoy sangrando.
—Enchufado —le escupe—. Eso es lo que quieres, ¿no? Que me echen del equipo para convertirte en capitán.
Mason pone los ojos en blanco.
—No tengo el menor interés en sustituirte, Gale, créeme, pero lo haré si me obligas. Y no me costará mucho. Ambos sabemos que soy mejor que tú.
Visto lo visto, este chico y yo tenemos algo en común: siempre hacemos que todos se enfaden.
—Y una mierda —responde Gale, que rechina los dientes.
—Fuera. Ahora.
Las cosas se ponen feas. Retrocedo y choco con Finn, que me agarra para ayudarme a mantener el equilibrio.
—¿Quién crees que dará el primer golpe? —me pregunta.
Sam, que lo ha oído, frunce el ceño. Da un poco de miedo que Finn parezca tan emocionado.
—Espero que nadie —contesta.
—Qué aburrido eres. Por cierto, ¿la pelirroja no era tu amiga?
Aunque no se dirige a mí, no puedo evitar buscarla con la mirada. Owen lo observa todo a unos metros de nosotros. Se ha puesto pálida y tiene una mano sobre la boca para acallar sus sollozos. Cuando sus ojos conectan con los míos, los cierra y se gira para marcharse corriendo por el pasillo. Sam maldice entre dientes antes de seguirla.
Mientras tanto, Gale no deja de imitar a los hombres de las cavernas.
—Esto no se acaba aquí, gilipollas —me amenaza y me señala con un dedo.
Mason gruñe.
—He dicho que te vayas.
—Brodie, te juro por Dios que…
—Que vas a hacerme, ¿qué? —lo interrumpe y Gale lo mira furioso.
—Vete al infierno.
—Detrás de ti.
—¿Puedo ir con vosotros? —interviene Finn con una sonrisa. Gale llega al límite de su paciencia, lo empuja y nos lanza a todos una mirada asesina, pero se marcha sin añadir nada más.
Suspiro. No me creo que se haya acabado. A nuestro alrededor, la gente parece disgustada y no tarda en dispersarse. Nos quedamos los tres en el pasillo. Me toco la ceja y los dedos se me manchan de sangre. Hago una mueca. Duele. Gale es un imbécil, pero sabe cómo golpear.
Me paso una mano por el pelo, trastocado. Mason se acerca a mí. Lo veo borroso porque todavía no he conseguido abrir el ojo izquierdo.
—¿Todo bien? —pregunta y asiento.
—Creía que tenía un pie en la tumba.
Finn hace una mueca.
—Tal y como tienes la cara, más bien diría que te has escapado de la tumba.
—Gale es un capullo —apunta Mason, que ignora a su primo—. Pero si te has atrevido a tocar a Holland sin que ella te dé su consentimiento, seré yo quien te parta la nariz. ¿Entendido?
Trago saliva y asiento muy rápido.
—Jamás haría eso. Además, ni siquiera somos amigos.
—Bien. Mantente alejado de ella y te ahorrarás muchos problemas.
Tiene razón. Desde que la conozco, Owen no ha hecho más que complicarme la vida. Aun así, algo se remueve en mi interior cuando escucho esas palabras. Intento dejar la mente en blanco. No es un buen momento para pensar en ella, sobre todo después de lo que acaba de pasar, pero no dejo de preguntarme si estará bien.
Cuando quiero darme cuenta, ya se alejan por el pasillo.
—Mason —lo llamo y ambos se giran—, ¿por qué lo has hecho?
—Ya te lo he dicho. Gale es un capullo. Además, sé por experiencia que no todo lo que publica La Dama Rosa es verdad.
Asiento. Me apunto un recordatorio: después le preguntaré a Blake qué ha dicho esa desgraciada sobre este chico.
—Gracias —digo, con sinceridad.
—No tienes que darlas.
—Serán diez con cincuenta —bromea Finn, y Mason resopla.
Dudo. Verlos de nuevo ha hecho que me replantee ciertas cosas. Pienso en lo que pasó ayer y en que necesito encontrar una forma de recompensarlos por lo que acaban de hacer. Intento convencerme de que no lo hago por mí, sino por ellos, y que merece la pena romper mis promesas.
—¿Todavía buscáis un pianista para el grupo?
Al oírme, ambos se paran en seco. Intercambian una mirada.
—Es posible —responde Finn.
—Ayer no fui sincero con vosotros. En realidad, sí que me gusta la música. Sé tocar. Si aún necesitáis ayuda, podéis contar conmigo. Al menos, hasta que encontréis a alguien mejor —digo, nervioso. Me aclaro la garganta—. También compongo. No es que mis canciones sean nada del otro mundo, pero…
Dejo la frase en el aire. Mason y Finn se miran en silencio y los nervios se multiplican en mi estómago. Sé que Blake les ha hablado de mí. Seguramente les habrá enseñado vídeos míos de hace años, de esa época en la que este sueño todavía me parecía alcanzable. Si resulta que no soy lo bastante bueno, ni siquiera de forma provisional, me quedaré destrozado.
No quiero acabar peor de lo que ya estoy.
Sin embargo, su reacción es diferente a la que esperaba. De pronto, Mason esboza una sonrisa y se acerca para chocar puños conmigo. Suelto todo el aire que retenía en un suspiro.
—Está bien —dice—. Estás dentro, tío. Bienvenido a la banda.
Y así es cómo empieza todo.