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El peso de la tradición

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Son notorias las raíces conservadoras que suelen primar en los relatos acerca de la biografía de personajes y de ello no se libra buena parte de las películas en cuestión. Huracán, basada en las desventuras del boxeador Rubin Carter, quien paga largos años de cárcel debido a una imputación racista, es un claro exponente de un relato de largo aliento, más apegado a la variante del cine social carcelario de denuncia que al subgénero boxístico apenas tangencial. El canadiense Norman Jewison retoma la crítica de la discriminación racial, que hace más de 30 años le valiera el Oscar con Al calor de la noche (1967), aferrándose a fórmulas narrativas de vieja estirpe en la secuencialización del pasado del boxeador y de su largo cautiverio. Fórmulas narrativas que aquí, como suele ocurrir en el promedio de la filmografía de Jewison, no superan la medianía. Rubin Hurricane Carter es la víctima de un sistema injusto y el filme se esmera en ir ofreciendo, progresivamente, los datos argumentales que abonan la dimensión denunciativa. Carter, a través de la contundencia actoral de Denzel Washington, se erige en un paradigma de la resistencia y la solidez moral. Pero el actor no es solo el mediador, es quien incorpora y hace suya la identidad del personaje que interpreta, cargándolo con sus atributos personales y, en tal sentido, nivelando al personaje de Carter con el de cualquier ficción creada especialmente para la pantalla. Otro tanto ocurre con la mecánica acumulativa del relato y el recurso del flashback, claros procedimientos de novelización fílmica.

En Música en el corazón el esquema argumental deriva de la conjunción de melodrama/vida de un músico o un intérprete/tono edificante. Por una vez, Wes Craven, a quien habría que decirle “zapatero a tus zapatos”, deja los predios del horror para demostrar que no debió dejarlos nunca. Porque lo que hace aquí es la más llana aplicación del recetario de convenciones aplicado a los avatares de una intérprete —la violinista Roberta Guaspari—, interpretada por una esforzada Meryl Streep que brega por enseñar el arte del violín a los estudiantes de un colegio de un barrio popular en Nueva York. Que la historia se inspire en una experiencia real es un dato muy poco relevante, pues se tiene la impresión de que lo que se está viendo ha sido visto en muchas ocasiones y con muy pocas variantes; por ejemplo, en Querido maestro (Stephen Herek, 1995), con Richard Dreyfuss en un rol equivalente al que aquí desempeña Streep.

El cine en fuga

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