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Marginalidad e integración

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Historia de búsqueda de una identidad sexual distinta a las mayoritarias, Los muchachos no lloran exhibe buen pulso narrativo y un cierto grado de sordidez, especialmente en sus tramos finales. La cinta se ambienta en una pequeña comunidad de Nebraska en la que prospera la relación de Teena Brandon, una muchacha que asume ropas y comportamiento masculinos y que se hace llamar Brandon Teena, y Lana, una joven del lugar. Las interpretaciones de Hilary Swank y Chloe Sevigny en los roles de Teena y Lana, respectivamente, constituyen uno de los puntos más detacados del filme, pero igualmente es un logro el tratamiento más bien seco y poco mitificador de un ámbito social sombrío que la realizadora Kimberly Pierce aplica en el filme, al margen de que, al final, la propuesta crítica se haga inevitablemente manifiesta.

Inocencia interrumpida es el relato de una experiencia terapéutica, la que vive durante 18 meses la joven Susanna Kaisen, interpretada por Winona Ryder. Filme de vocación didáctica que tiene tras de sí muchos dramas ambientados en clínicas psiquiátricas, se constituye en una suerte de antítesis de Atrapado sin salida (1975), de Milos Forman. El único personaje disolvente, el que ejecuta Angelina Jolie con una dosis de perversión que podría aprovechar mejor en propuestas de mayor interés, queda desplazado por el moralismo de una historia que avanza con laxitud hacia un final de previsible readaptación emocional. Tanto Inocencia interrumpida como Música en el corazón, Erin Brockovich e incluso Los muchachos no lloran, entre las películas que comentamos en este texto, podrían ser perfectamente guiones especialmente elaborados para el cine. No hay, en rigor, nada que haga evidente su nivel referencial a hechos ocurridos, a no ser los datos que aparecen al inicio o al final. Es distinto el caso de Huracán o El informante porque se trata de personajes o procesos de mayor resonancia y porque los nombres de personas, empresas o instituciones son conocidos, aunque el entramado narrativo sea, también en estos casos, propio de las estructuras de género que las películas emplean, aun con las particularidades que puede exhibir, parcialmente, El informante. No hay, pues, gran novedad ni es necesariamente mayor el volumen de adaptaciones de “hechos de la vida real” el que se filma en la actualidad. Más interés ofrecen los llamados reciclajes de géneros o estilos o los modos en que la contemporaneidad se incorpora al espacio visual y dramático en la producción norteamericana.

(N.o 12, 2000, pp. 10-12)

El cine en fuga

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