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Tras la fusión, la crisis

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Nada de particular, pues, que en estas condiciones las contradicciones internas en el seno de Falange se agudizasen. Apenas concluido su primer Consejo Nacional y pasada la efervescencia de octubre, el partido iba a verse sometido a una situación límite: en el breve espacio de dos meses fue abandonado por buena parte de sus más destacados dirigentes, tales como Eliseda y Ansaldo, Ledesma y Sotomayor.

Pues bien, de este proceso se ha dado siempre una explicación de una lógica aplastante y, por tanto, en apariencia, absolutamente satisfactoria. Dicha en forma lapidario, ésta sería la siguiente: la derecha se fue por la derecha y la izquierda por la izquierda. Sin embargo, la documentación italiana existente al respecto y una más atenta lectura de las fuentes básicas nos demostrará que tal explicación, más que insuficiente, es, en lo fundamental, errónea. Veamos por qué.

A la altura de septiembre de 1934, la existencia de un progresivo «giro a la izquierda» de la organización fascista era ya claramente apreciable. Al menos para el encargado de negocios italiano en Madrid, ante el que habría sido explicado, ilustrado y defendido nada menos que por el marqués de Eliseda:

Me ha expresado su sentimiento por la ceguera e incomprensión de los monárquicos y me ha expuesto las ideas más optimistas ante la lucha política que, casi con seguridad, se desarrollará en el otoño próximo. Según el marqués de Eliseda, el alejamiento de los nobles y la orientación popular de Falange Española había coincidido con un notable aumento de las inscripciones; las provincias se encontrarían preparadas para los próximos acontecimientos y las escuadras armadas de acción contarían con unos 6.000 organizados, aunque existiría, por otra parte, una grave ausencia de fondos.54

La situación no era, no obstante, tan dramática como parece desprenderse de la conversación. No tanto, al menos, como para impedir que Primo de Rivera y Goicoechea firmaran el pacto del 20 de agosto de 1934, por el que unos contribuían a la financiación de Falange y los otros se comprometían a no cuestionar la restauración de la monarquía. Dos meses más tarde, sin embargo, las subvenciones se suspendieron55 y el propio Eliseda abandonaba el partido.

Desde luego, parece poco creíble que la enérgica defensa realizada por el marqués de Eliseda del giro a la izquierda de Falange fuera abandonado por el supuesto carácter no católico del famoso «punto 25». Sobre todo porque tal punto era, en lo sustancial, idéntico al aprobado un año atrás en los «puntos iniciales», sin que entonces planteara problema alguno de conciencia al referido marqués.56 Descartado el problema del «izquierdismo» y el de la supuesta falta de catolicidad, ¿dónde radicaba el problema que había de llevar a Eliseda fuera de la organización? En nuestra opinión, en un solo y exclusivo punto: en la negativa de José Antonio a incorporarse al «Bloque Nacional». El 28 de noviembre, en efecto, Primo de Rivera publicaba en ABC una nota encabezada con el siguiente titular: «Falange Española no se fundirá con ningún otro partido». Dos días más tarde, la prensa publicaba la nota en la que el marqués de Eliseda anunciaba su salida del partido.57

La segunda cuestión de importancia se refiere a la actitud de Álvarez de Sotomayor e, indirectamente, a la de Ramiro Ledesma. El primero había mostrado, en efecto, ya con anterioridad al 29 de noviembre, su voluntad de incorporarse al «Bloque Nacional» de Calvo Sotelo, con lo que llegamos a la paradójica conclusión de que la razón concreta de la salida de FE de las JONS de Sotomayor –la «izquierda»– y Eliseda –la «derecha»– fue prácticamente la misma, aunque no lo fueran, necesariamente, las razones de fondo. Es posible, en efecto, que más que un acuerdo político total con la iniciativa del «Bloque», la actitud del antiguo miembro de la CNT viniera determinada por la convicción de que la colaboración en aquella iniciativa era un precio político que bien valía la pena pagar a cambio del mantenimiento de una ayuda económica vital para el sostén de «sus» sindicatos.

Que ésta era la verdadera razón lo demuestra indirectamente el testimonio de Ledesma cuando, rememorando el inicio del intento de desplazar a Primo, señalaba:

La casualidad quiso que a la salida de la junta tomen el mismo rumbo tres de sus miembros: Ledesma, Onésimo Redondo y Sotomayor. Con este último iba, además, uno de los dirigentes sindicales, Mateo, antiguo comunista... Todos coincidieron en que si no se hacía algo con rapidez para evitar la descomposición total del movimiento, ésta era inevitable. Sotomayor y Mateo informaron acerca de la situación lamentable de los sindicatos, que en los últimos cuatro meses, en vez de acrecentar la captación de los trabajadores, se habían desnutrido, hasta el punto de que de los 15.000 obreros inscritos en septiembre no quedaban ni 2.000. Afirmaron, asimismo, que los motivos de la enclenquez sindical eran de origen político, procedían de la palidez política del Partido. Y dijeron más, y es que ellos dos venían ya desde hace algunos días estudiando el medio de alzar la independencia de los sindicatos, a cuyo efecto habían gestionado algunos medios económicos58 (La cursiva es nuestra).

Desde esta perspectiva, la actitud del propio Ledesma puede ser analizada de un modo distinto al habitual. Es decir, aquél que permitiría apreciar su radicalidad formal como algo no reñido con la posibilidad de mantener relaciones privilegiadas con la derecha, con tal, naturalmente, de que ésta le proporcionase recursos económicos. Su poco clara actitud, en mayo de 1934, a propósito del ingreso de Calvo Sotelo en Falange59 y su confesada intención en los meses siguientes de mediar en el conflicto entre Ansaldo y Primo de Rivera con el propósito de salvar la permanencia del primero en la organización y desplazar al segundo de su situación preeminente apuntan claramente en dicha dirección.60

El mismo pacto suscrito el 20 de agosto de 1934 entre José Antonio y Goicoechea cobra, a la luz de lo expuesto, una nueva significación. Se establecían en él, como se recordará, tras la reafirmación de los «diez puntos de El Escorial» y el compromiso por parte de FE de las JONS de no obstaculizar una posible restauración de la Monarquía ni atacar a Renovación Española, una serie de cláusulas referentes a la ayuda económica del partido monárquico y el destino que a tales fondos debería darse. Que en ellas se estableciese que un porcentaje de tal ayuda, a partir de una determinada cantidad, debiera destinarse a las milicias y otra a los sindicatos, junto con el establecimiento de una serie de mecanismos que permitían a Renovación el control sobre el fiel cumplimiento de tales cláusulas, admite varias lecturas aparentemente distintas pero que responderían a una misma problemática de fondo.61

Podría ser una de ellas que la ayuda económica de Renovación Española viniera ahora condicionada a que Primo de Rivera diera satisfacción a las dos alas de su partido –a tal fin, posiblemente coordinadas-; otra, que Primo de Rivera intentara anticiparse, mediante la firma del pacto, a las iniciativas existentes en ese sentido en su propio partido, evitando de este modo que pudieran resolverse al margen de él o en su contra; no debe descartase, finalmente, que el acuerdo firmado tuviera una doble significación: de pacto entre las dos organizaciones y de compromiso entre las diversas tendencias existentes en el seno de la organización fascista.62

En lo que respecta a Ledesma, las actitudes anotadas y otras posteriores, no la menos importante entre ellas el hecho de que conspirase con Sotomayor, constituyen una ulterior confirmación de lo expuesto. Como lo constituirá, también, la no despreciable «anécdota» de que en los meses sucesivos pudiera seguir beneficiándose de la ayuda económica de algunos sectores monárquicos y de financieros vascos.63

Pero si éstas pudieron ser las razones últimas de la actitud de sus rivales, ¿cómo explicar la firmeza de Primo de Rivera manteniendo unas posiciones que terminarían por privar a su organización de los más destacados jefes de las milicias, del principal organizador de los sindicatos y del propio Ledesma, hombre, como se sabe, con un nada despreciable prestigio entre un sector de las bases del partido?

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