Читать книгу Vacuidad y no-dualidad - Javier García Campayo - Страница 25
El yo convencional
ОглавлениеAunque podamos dudar del yo a nivel filosófico, a nivel convencional no ocurre así, porque es obvio que hay alguien que habla y alguien que escucha. El Buda dijo que podían usarse palabras como yo, mi o lo mío si esos términos no nos confundían (Samyutta Nikaya 1:25; Bodhi 2000, pág. 102). Esta idea dará pie a uno de los elementos clave del budismo en este tema y que, posteriormente, veremos: la distinción entre la verdad o realidad convencional y la verdad o realidad última. Sin la convención aceptada sobre qué es nuestro yo, nuestro discurso sonaría mucho más forzado y reiterativo, porque tendríamos que decir «aquello que habla» o «aquello que está aquí de pie». Yo o lo mío son palabras que nos sirven para entender a quién asignar el papel de poseedor, o quién siente el control de la actividad que está ocurriendo. Lo mismo ocurre cuando hablamos de otra persona: nos referimos a ella como una identidad.
No vale la pena dejar de usar estos convencionalismos, pero siempre sabiendo que no son la realidad última. El problema es que al usar continuamente «yo, mi, lo mío» y al describirnos de una cierta forma, todo eso nos hace creer que el yo es algo real, pero no lo es. Es una ilusión.
Práctica: buscar la sensación del yo en el momento presente y evitarla
Observa tu diálogo externo e interno. Cuando usas la palabra «yo», ¿a qué te refieres? Usamos la palabra «yo» cuando nos referimos a alguna acción del cuerpo («estoy subiendo las escaleras o cocinando»), a alguna sensación del cuerpo o de los sentidos («me duele», «oigo a un pájaro»), a algún pensamiento («creo que está lloviendo» o «pienso en el día que me espera mañana») o emoción («estoy triste» o «no me hagas enfadar») o impulso («me comería un pastel» o «iría a correr»). Observa que nuestro diálogo siempre es así.
Durante cinco minutos, sustituye estas expresiones por gerundios («subiendo escaleras», «cocinando», «sintiendo tristeza», «deseando comer un pastel») o por la expresión «existe» o «surge» («existe dolor», «existe el sonido de un pájaro», «surge una creencia de que está lloviendo», «surge una preocupación por el día que habrá que experimentar mañana», «surge un deseo de ir a correr o de comer un pastel»).
Aunque estas perífrasis sean engorrosas, observa cómo erosionan la sensación del yo.