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El yo como observador

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Seguramente, como resultado de la última práctica, pensarás que el yo está identificado continuamente, y de forma cambiante, con el cuerpo o los objetos mentales. Pero puede estar también identificado con «el observador» de la experiencia que está ocurriendo. De hecho, este es el objetivo de mindfulness: no quedarse fusionado con la experiencia, sino desarrollar lo que en psicología se llama metacognición y en las tradiciones se ha descrito como «el observador».

Es decir, en los cinco casos anteriores puede sentirse qué es el proceso y qué es el observador. En el caso de la sensación, se puede sentir que «me duele», o que se observa el proceso: «alguien ha pisado este cuerpo y una sensación de dolor es percibida». Con los pensamientos se puede decir «soy agnóstico» o «el observador es agnóstico». Lo mismo con la emoción: «soy feliz» o «percibo una emoción de felicidad». Con el deseo: «quiero ir al cine» o «existe un deseo de ir al cine». Con el cuerpo también podría decirse «tengo cuarenta años» o «este cuerpo tiene cuarenta años». En las tradiciones meditativas se tiende a desarrollar, como primer paso, «el observador» y a no identificarse con los fenómenos mentales. Al yo se le llama «el personaje», es decir, el conjunto de etiquetas que parecen reales y con las que nos identificamos. Vemos que, pese a la práctica, la tendencia a la identificación es continua.

Práctica: reforzando la distinción entre el observador y el personaje. Quitando el protagonismo

Siéntate en una posición cómoda. Recuerda una situación leve en que hayas experimentado malestar recientemente. En primer lugar, descríbela desde el «yo», que desde ahora vamos a llamar «el personaje», es decir, el yo que has estructurado durante estos años. Posteriormente, la contarás desde «el observador», el testigo neutro que describe la realidad sin pasión. La diferencia es vivir la vida como protagonista, en el primer caso, o como un simple testigo ecuánime, en el segundo.

1 COMO PERSONAJE: un cliente se ha quejado en la peluquería de que el corte que le he realizado estaba mal terminado y que no era eso lo que me había dicho que le hiciese. Se ha enfadado conmigo, y yo le he contestado que no tenía razón, que yo le he hecho justo lo que me ha pedido y que el corte estaba correcto. El cliente ha dicho que yo era un incompetente y se ha ido dando un portazo. Me he sentido muy injustamente tratado. No entiendo por qué me ocurre a mí esto.

2 COMO OBSERVADOR: un cliente se ha quejado en la peluquería de que el corte que le ha realizado el personaje estaba mal terminado y que no era eso lo que había dicho que le hiciese. Se ha enfadado con el personaje, y él le ha contestado que no tenía razón, que él había hecho justo lo que le había pedido y que el corte estaba correcto. El cliente ha dicho que el personaje era un incompetente y se ha ido dando un portazo. El personaje se ha sentido muy injustamente tratado. La razón de que esto ocurra es que una de las etiquetas con las que el personaje está muy identificado es con la de ser un buen profesional, un buen peluquero. Por tanto, cada vez que alguien desafía esta etiqueta se siente mal.

Vemos la diferencia entre una descripción y otra. En la primera, la identificación es total y también el sufrimiento. En la segunda, se narra como un hecho externo, de una forma objetiva. De esta segunda forma es fácil ver la causa de lo que ocurre, que siempre es la misma. Cuando hay una emoción negativa es porque se ha desafiado una etiqueta con la que está identificado el personaje.

Vacuidad y no-dualidad

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