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La historia de Wei

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Para terminar, incluimos una parábola clásica oriental que describe la aceptación. La clave, cuando nos sucede alguna cosa en la vida, es no interpretarla. Primero, porque nos condiciona; y segundo, porque realmente nunca sabemos si lo que nos ocurre es bueno o malo. Las interpretaciones rápidas que solemos hacer pueden estar muy equivocadas. La recomendación es no juzgar y vivir con mente de principiante lo que nos ocurre. Esa es la clave:

Wei era un ganadero que vivía en la antigua China. Poseía algunas cabezas de caballos. Un verano, el rebaño se fue a la montaña cercana, con lo que parecía que Wei se había quedado sin ganado. Los vecinos del pueblo le dijeron:

–Tiene que estar muy triste, señor Wei. Está arruinado.

–Puede que sí, pero puede que no –contestó Wei.

Cuando llegó el invierno, el rebaño volvió al pueblo, pero muchas yeguas habían tenido crías, y su número era mucho mayor. Algunos del pueblo comentaron:

–Señor Wei, tiene que ser muy feliz. Ahora es rico con tanto ganado.

–Puede que sí, pero puede que no –volvió a contestar Wei.

Algunos meses después, el hijo primogénito del señor Wei (la cultura china tradicional priorizaba a los varones primogénitos) sufrió un accidente con los caballos y se lesionó la columna. Debía guardar cama durante muchos meses. Los vecinos le dijeron:

–Tiene que estar hundido, señor Wei. Su hijo primogénito no podrá trabajar durante meses. Qué gran desgracia.

–Puede que sí, pero puede que no –contestó otra vez más Wei, inmutable.

Pocos meses después, China entró en guerra con Manchuria, y el emperador ordenó la leva de los hijos primogénitos de todo el país, quienes deberían ir a la guerra. Las personas de la aldea le dijeron:

–Tiene que estar muy feliz, señor Wei. Su hijo se salvará, mientras que todos nuestros hijos morirán en la guerra.

–Puede que sí, pero puede que no –contestó, como siempre, Wei.

Uno nunca sabe si lo que le ocurre es bueno o malo. Cualquier etiqueta no es la realidad.

Vacuidad y no-dualidad

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