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Emprender

Emprender, según la Real Academia Española (RAE):

Del latín. in “en” y prendĚre “ coger”.

1. transitivo. Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.

Ya todos estamos familiarizados con el hecho de que emprender supone el acto de empezar algo nuevo, lo llamativo de esta definición está en la segunda parte de la oración, en la que se manifiesta que debe haber “especialmente” dificultad o peligro. Si bien es cierto que el riesgo es mayor, debido a que cualquier emprendimiento dada la naturaleza de su definición nos lleva a salir de nuestra zona de confort, no necesariamente debe estar asociada a la dificultad o peligro. Estas afirmaciones de connotación negativa generan dudas y temores en los que recién empiezan, y son una barrera de entrada para aquellos que aún no se deciden a dar el primer paso.

Para emprender, y ser exitosos en lo que hagamos, lo primero que se debe hacer es tener bien en claro qué estamos buscando con este nuevo emprendimiento. Es crucial identificar cuál es el objetivo final, para luego ir bajando línea a un plano real en el que podamos fijarnos metas puntuales y definir un plan de acción con pasos concretos que nos lleven hacia la consagración de esas intenciones. La culminación de cada acción debería acercarnos al objetivo final que fijamos en primera instancia. Esto nos va a permitir comparar nuestros resultados actuales con el objetivo inicial, y ver si lo que estamos haciendo en el presente está en sintonía con el propósito del emprendimiento.

Emprender no significa necesariamente inventar algo que sea revolucionario o totalmente distinto a lo que ya existe. En la mayoría de los casos, los nuevos emprendimientos surgen como respuesta a una necesidad. Los usuarios identifican una falencia o una carencia en el producto o el servicio, y le dan una vuelta de tuerca a lo ofrecido, con alguna mejora o incluso solo más adaptado a un público objetivo. Es válido también achicar el nicho al cual apunta un producto en la actualidad, y ofrecerlo de forma más personalizada a un público más específico que pudiera encontrarle más valor a una diferenciación en el producto o servicio. También se da el caso de que la idea del proyecto se adapta como respuesta a un objetivo intangible, como puede ser la búsqueda de una mejor calidad de vida, y usar este objetivo como guía o principio para ir encontrando después el emprendimiento ideal.

Un ejemplo:

Objetivo general: manejar mis propios horarios y trabajar remotamente (en mi casa, un café, en el auto, en una plaza, desde la playa, etc.).

Objetivos puntuales: vender anteojos de sol en una tienda online.

Plan de acción:

• Comprar una notebook.

• Analizar qué plataformas virtuales existen para comercializar mis productos.

• Contactar a un diseñador web.

• Responder cualquier pregunta que pudiera llegar a surgirles a mis clientes a través de una solapa de preguntas frecuentes en mi web.

De esta manera nos plantearemos objetivos puntuales que lleven hacia esa meta mayor; tendremos bien en claro lo que queremos y adquiriremos el hábito de enumerar los pasos necesarios para llegar a esos objetivos planteados estratégicamente. Esto nos permite dejar de ver la meta inicial como algo abstracto y lejano, y la empezamos a ver como el resultado de una serie de acciones concretas. Los obstáculos se van a presentar a diario, y si no estamos comprometidos con una meta a largo plazo, evadirlos carece de sentido y bajaremos los brazos cuando las cosas se pongan difíciles; y jamás se lograrán esos objetivos planteados inicialmente. Resulta imprescindible tener presente la razón principal por la cual se arrancó con el proyecto, y el hecho de desmenuzarla en pequeños pasos nos hará saber que, mientras sigamos cumpliendo con dichos pasos, estaremos en sintonía con el objetivo principal.

El plan de acción es una guía práctica de tareas puntuales que vistas individualmente pueden parecer carentes de importancia, incluso irrelevantes, pero que en conjunto logran una sinergia necesaria para alcanzar los resultados que buscamos, donde el todo es superior a la suma de sus partes, como planteaba Aristóteles en sus escritos.

El miedo, la incertidumbre y la sensación de dificultad suelen ser los principales obstáculos para los emprendimientos, indiferentemente del ámbito en el que se practiquen, ya sea para un proyecto laboral, un objetivo deportivo, una relación personal, lo que fuere. Si bien intervienen infinidad de factores en los resultados de las cosas, lo que es garantizado es que si no damos ese primer paso, no realizamos esa primera acción puntual, no lograremos nada.

“Fallarás el 100% de las cosas que no intentes”, Wayne Douglas Gretzky.

En cambio, las pequeñas acciones —cuanto más pequeñas y específicas sean mejor— nos darán esa sensación de logro que permitirán que sigamos en carrera por alcanzar los objetivos trazados.

A medida que vamos conquistando los pequeños objetivos que nos planteamos, se libera en el cuerpo una hormona llamada “dopamina”, que es la causante de esa sensación de logro y satisfacción.

Del querer al hacer

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