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Virginia Goldner (1991):

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Esta autora afirma que existe una paradoja espistemológica respecto al género, siendo éste una verdad falsaI, ya que:

Por un lado, la oposición binaria masculino-femenino es supraordenada, estructural, fundante y trasciende cualquier relación concreta; más aún, esta verdad es falsa en la medida en que las variaciones concretas en las vidas humanas rebasan cualquier marco binario de género, existen multitud de casos que no se ajustan a la definición dual. (p. 105).

La importancia de estas formulaciones consiste en que “al introducir este tipo de matices y precisiones se erosiona la idea del sistema de género como primordial, transhistórico y esencialmente inmutable, y se perfila una nueva comprensión de la maleabilidad del género” (p. 105).

Con todo ello, refiere Lamas, que al relativizar el papel del género “se tienen elementos para desechar la línea interpretativa que une, casi como un axioma cultural, a los hombres a la dominación y a las mujeres a la subordinación” (p. 105).

A raíz de esto se analiza que si únicamente se hablase de las concepciones teóricas sobre el concepto (general) de género, se perderían de vista las variaciones que se desenvuelven en los sujetos particulares y, justamente, en este enfoque específico, la realidad contradice a las nociones generales que se hacen de las relaciones sociales, de tal forma que los comportamientos de varones y mujeres no son, por decreto, un elemento invariable:

Desde la antropología, la filosofía, la lingüística, la historia, la crítica literaria y el psicoanálisis se abordan nuevas teorizaciones sobre el sujeto y la génesis de su identidad, que interpretan la producción de la alteridad a partir de procesos relacionales e imaginarios y remiten al engarce de subjetividad y cultura. Por ello, la relación entre lo simbólico y lo social, la construcción de la identidad y la capacidad de acción consciente (agency) se vuelven objetos privilegiados de estudio. (Lamas, 2006, p. 93).

Con la incorporación de nuevos elementos y dimensiones, estas posturas dan importancia a la agencia de los sujetos y dejan de ser vistos como entidades vacías construidas socioculturalmente y se cuestiona sobre el peso de la biología en dicha construcción, dilema que había sido relegado en el proceso acrecentado de lograr la igualdad entre los sexos, pues “es evidente que el atisbo que hay actualmente entre las disciplinas biológicas y las sociales dificulta situar con claridad qué implicaciones ha tenido la anatomía sexuada de los seres humanos en la producción de ciertos procesos culturales” (p. 107).

Así entonces, a partir de todas estas revisiones, para Lamas se configura una propuesta evolutiva donde es importante retomar dichos planteamientos, por lo que para reconocer las complejas relaciones es ineludible formularse nuevas interrogantes, como por ejemplo:

 ¿Hay o no una relación contingente entre cuerpo de hombre y masculinidad y cuerpo de mujer y feminidad?

 Lo masculino y lo femenino, ¿son transcripciones arbitrarias en una conciencia neutra o indiferente?

 ¿Hasta dónde tiene sus raíces en la biología gran parte de la significación del género?

Por tanto, para la autora es fundamental introducir en los estudios de género elementos que permitan analizar las complejidades, tal como lo es el concepto de habitus. En su revisión a Bourdieu (1991), identifica que éste “comprende que las prácticas humanas no son sólo estrategias de reproducción determinadas por las condiciones sociales de producción, sino que también son producidas por las subjetividades” (p. 111).

El habitus incorpora la importancia de la subjetividad de los sujetos en la constitución de los sistemas de género, por ende, “el habitus viene siendo un mecanismo de retransmisión por el que las estructuras mentales de las personas toman forma en la actividad de la sociedad” (Lamas, 2002, p. 172).

Otro elemento es la encarnación, la cual “transmite la idea de la presencia concreta del cuerpo y su subjetividad sensorial” (Lamas, 2006, p. 111).

Para Lamas, esto se dirige a la formulación de una tesis crítica respecto a las visiones tradicionales de propuestas políticas, ya que:

No se puede concebir a las personas sólo como construcciones sociales ni sólo como anatomías. Ambas visiones reduccionistas son inoperantes para explorar la articulación de lo que se juega en cada dimensión: carne (hormonas, procesos bioquímicos), mente (cultura, prescripciones sociales, tradiciones) e inconsciente (deseos, pulsiones, identificaciones). (Lamas, 2006, p. 111).

Así entonces, la crítica y aporte de la autora mexicana es considerar al cuerpo en sus tres dimensiones: carne, mente e inconsciente.

Violencias complejas: un acercamiento a cinco casos de maltrato hacia varones

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