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Cuando un hombre ama a una mujer

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Un hombre que se enamora de una mujer es similar al primer marciano que descubrió a las venusinas.

Metido en su cueva e incapaz de descubrir la fuente de su depresión, inspeccionaba el cielo con su telescopio. Como si hubiese sido golpeado por un rayo, su vida cambió en forma permanente en un glorioso instante. Por su telescopio había vislumbrado una visión que describió como de una belleza y gracia imponentes.

Había descubierto a las venusinas. Su cuerpo se encendió. Cuando observó a las venusinas, por primera vez en su vida comenzó a preocuparse por alguien que no fuera él mismo. A partir de un simple vistazo su vida adquirió un nuevo significado. Su depresión desapareció.

Los marcianos tienen una filosofía que apunta a ganar y perder. Yo quiero ganar y no me importa si tú pierdes. Mientras cada marciano sólo se preocupaba por sí mismo esta fórmula funcionó. Funcionó durante siglos, pero ahora tenía que ser modificada. Brindarse fundamentalmente a sí mismos ya no resultaba satisfactorio. Al estar enamorados, querían que las venusinas ganaran tanto como ellos.

En la mayoría de los deportes actuales podemos ver una extensión de este código competitivo marciano. Por ejemplo, en el tenis no sólo quiero ganar sino tratar también de que mi amigo pierda al dificultarle las respuestas a mis golpes. Gozo ganando aun cuando mi amigo pierda.

La mayoría de estas actitudes marcianas se produce en la vida, pero esta actitud de ganar y perder se torna perjudicial en nuestras relaciones adultas. Si busco satisfacer mis propias necesidades a expensas de mi pareja, experimentaré desdicha, resentimiento y conflicto. El secreto de formar una relación satisfactoria se centra en que los dos miembros de la pareja ganen.

Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus

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