Читать книгу Polvo y decadencia - Jonathan Maberry - Страница 11
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Lilah pronto los dejó atrás. Sin embargo, desde el pasado septiembre habían trabajado sus músculos y aumentado su resistencia, por lo que no se quedaron muy atrás. En un grupo poco compacto dieron vuelta en la esquina del molino y aceleraron sobre Oak Hill Road.
Benny sonrió a Chong, quien le contestó con otra sonrisa. De una extraña manera esto era divertido. Ellos eran guerreros ahora, los últimos aprendices de samurái del mundo. Esto era para lo que estaban entrenando.
Entonces, justo cuando llegaban a la cima de la colina y doblaban a la izquierda por Mockingbird Street, escucharon una nueva serie de gritos.
Eran gritos de niños, agudos y penetrantes.
Ese sonido barrió de tajo las sonrisas de sus rostros.
Benny miró a Nix.
—Dios —jadeó ella, y corrió más aprisa.
Los gritos no cejaban. Benny pensó que eran alaridos de terror, no de dolor. Había un poco de consuelo en ello.
Doblaron a la derecha en Fairview y siguieron corriendo, apretando las espadas en sus manos sudorosas.
Entonces todos se detuvieron en el mismo instante.
Había tres casas al final de un grupo de locales comerciales. Los Cohen a la izquierda, la casa de los Matthias a la derecha y la de los Houser al centro. La gente del pueblo se había concentrado frente a la casa de los Houser. La mayoría portaba hachas, grandes maderos y palas de mango largo. Benny vio al menos cuatro personas con armas de fuego.
—¡Es la casa de Danny! —dijo Nix en un susurro agudo.
Benny y sus amigos fueron a la escuela con Danny Houser; las hermanas gemelas de Danny, Fe y Esperanza, cursaban entonces el primer grado.
Vieron a Tom en el porche, asomándose al interior por la puerta abierta. Luego se echó atrás cuando algo entre las sombras de la sala a oscuras se movió hacia él.
El aliento de Benny se le atoró en la garganta cuando vio a la figura emerger por la puerta con paso lento e inseguro, sus piernas se movían con rigidez y sus manos se estiraban para alcanzar a Tom. Era el abuelo Houser.
—¡No! —gritó Danny, pero Tom seguía caminando hacia atrás.
Los ojos del abuelo Houser eran negros y vacíos como dos agujeros, y su dentadura postiza castañeteaba como si tratara de morder el aire.
Una profunda tristeza nació en el pecho de Benny. Le agradaba el abuelo de Danny. El viejo siempre era amable y contaba las anécdotas de pesca más divertidas. Ahora el abuelo Houser se había ido, y en su lugar quedaba un cuerpo sin pensamientos, humor o inteligencia. Sin restos de humanidad fuera de la mentira de su apariencia. Era un zombi movido por una incontrolable ansia caníbal. Incluso a quince metros de distancia, Benny podía oír el grave gemido hambriento de la criatura.
—Debe haber muerto mientras dormía —dijo Nix.
Chong asintió:
—Y olvidó encerrarse en su habitación.
Era una lamentable y terrible certeza que todo aquel que moría regresaba como un zom, así que todos debían encerrarse en sus habitaciones durante la noche. Eran raros los zoms que podían girar una perilla, y ninguno era capaz de correr un pasador o girar una llave. Que alguien muriera durante el sueño para reanimarse al salir el sol era uno los miedos constantes de la gente del pueblo.
Porque este tipo de cosas ocurrían.
Benny percibió un movimiento a su derecha y vio a Zak Matthias mirándolo a través de una ventana lateral de la casa contigua. Aquel chico nunca había sido precisamente un amigo, pero la mayor parte del tiempo él y Benny habían conseguido llevarse bien. Eran de la misma edad y habían estado juntos durante toda la escuela y en los exploradores. Jugaban en el mismo equipo de beisbol, luchaban en la misma categoría, e incluso a veces iban a pescar juntos si Morgie y Chong estaban ocupados. Pero todo aquello había sido antes del pasado septiembre.
Zak Matthias era sobrino de Charlie Ojo Rosa. Aunque no estaban seguros, Benny y Nix creían que había sido él quien había alertado a su tío sobre que Benny había encontrado en un paquete de Tarjetas Zombi el retrato de la Chica Perdida.
Lilah.
Charlie había ido a buscar a Benny para tratar de quitarle la tarjeta. En ese momento Benny no entendía el porqué, pero no tardaría en comprender que Ojo Rosa temía que Lilah le contara a la gente lo que sucedía en Ruina. Lo que los cazarrecompensas como él les hacían a los niños que encontraban, cómo los ponían a luchar en los fosos de zombis de Gameland para que gente malvada como ellos pudiera apostar sobre su destino.
Los esfuerzos de Charlie para borrar todo conocimiento de Lilah y de Gameland habían concluido con los asesinatos de la madre de Nix y de Rob Sacchetto, el artista de erosión, el hombre que había pintado la tarjeta de la Chica Perdida.
Zak ya no asistía a la escuela. Su padre, llamado también Zak, lo mantenía en casa, y toda la familia era ahora repudiada por la gente del pueblo. Benny había escuchado rumores de que el padre de Zak lo golpeaba continuamente, culpándolo de algún modo por lo que le había sucedido al tío Charlie.
De una extraña forma Benny sintió lástima por Zak. Parecía tan perdido, ahí parado detrás del vidrio y las cortinas de encaje, pálido por estar siempre encerrado en casa. Benny quería odiarlo, pero estaba seguro de que Zak no había tenido idea de las cosas terribles que Charlie Ojo Rosa haría con la ingenua información que su sobrino le había dado.
—¡Cuidado, Tom! —gritó alguien, y Benny giró en el acto la cabeza para ver cómo su hermano se había retirado hasta la orilla del porche.
—¡Dispara, Tom! —gritó el cartero del pueblo.
—¡No! —gritaron dos voces al unísono, y al levantar la mirada Benny vio a las gemelas Houser en la ventana de la planta superior—. ¡Abuelo! —chillaron, sus voces eran tan agudas como de pajarillos asustados.
—Dispara —susurró Morgie, y Benny volteó a mirarlo. El rostro de Morgie estaba empapado de un sudor nervioso—. Dispárale.
La pistola de Tom seguía en su funda.
Lilah sacudió la cabeza con frialdad una sola vez.
—No. Estaría desperdiciando una bala.
De pronto se produjo movimiento en el porche, tan rápido que el cuerpo de Tom pareció dejar una estela. Tomó los hombros del zombi y lo hizo girar, después se movió de modo que el abuelo Houser volcara sobre la cadera de Tom para aterrizar sobre las tablas del porche. Tom trepó en el viejo, tomó sus pálidas muñecas y las llevó a la espalda del hombre, asegurándolas firmemente con una soga que extrajo de su bolsillo. Todo sucedió en un parpadeo.
—Llévenselo —espetó Tom, y dos hombres corpulentos avanzaron nerviosamente para levantar al viejo zom—. Pónganlo en el cobertizo. No lo aquieten aún.
Al decir eso, Tom señaló ligeramente con la cabeza hacia la ventana del piso superior.
Uno de los otros hombres comenzó a subir los escalones, pero Tom lo detuvo.
—No… aún no sabemos dónde están Jack, Michelle y Danny.
A Benny se le formó un nudo en la garganta del tamaño de un huevo de gallina.
—¿Deberíamos ayudar? —preguntó Chong con una voz que mostraba claramente que él mismo odiaba su propia sugerencia.
—No somos aún guerreros inteligentes —adujo Morgie en voz baja.
—Iré yo —adelantó Lilah, con el susurro helado de su voz. Se abrió camino a empujones entre la multitud. La gente se alejaba de ella como si fuera un ente salvaje y peligroso, y Benny comprendió que ella era exactamente eso.
Lilah intercambió un asentimiento de cabeza con Tom, y ambos entraron cuidadosamente a la casa.
—Definitivamente ella sí es una guerrera inteligente —observó Chong—, pero no está muy cuerda que digamos.
—¿Deberíamos entrar nosotros también? —preguntó Morgie—. Quizá necesiten de nuestra ayuda.
—¿Tom y Lilah? ¿Necesitar de nuestra ayuda? No seas torpe —replicó Nix.
Nix, Chong y Benny voltearon hacia él al unísono.
Morgie se ruborizó.
—Sí… claro —concedió—. Fue un poco tonto, ¿no?
Chong posó una mano en el brazo de su amigo para consolarlo.
—No, Morgie —dijo—, no sólo “un poco”.
Benny volvió a percibir un movimiento en la casa de los Matthias. Vio a Zak alejándose de la ventana, pero algo en su rostro hizo que Benny mirara con mayor atención. Los ojos de aquel chico estaban rodeados de círculos muy oscuros. Como si toda su cara estuviera repleta de moretones. Quizás un par de ojos morados. ¿Su padre lo había hecho?
—Diablos —susurró Benny.
Nix siguió la dirección de su mirada.
—¿Qué…?
—Es Zak —dijo hablando quedo—. Creo que está herido. No deja de mirar hacia aquí.
Nix abrió la boca para decir algo mordaz contra aquel chico, pero volvió a cerrarla.
Benny miró hacia la casa de los Houser, todo parecía tranquilo. La gente comenzaba a acercarse cuidadosamente al porche. Se giró para dar la espalda a la casa de Zak, mordiéndose un labio, indeciso.
Entonces, antes siquiera de saber qué pretendía en realidad, comenzó a caminar hacia la casa de los Matthias.