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Benny se sentía fatal y desamparado. Morgie siempre había estado enamorado de Nix y hasta había ido a su casa para invitarla a salir la noche que la madre de Nix fue asesinada. Morgie había intentado defenderlas, a ella y a su madre, pero el Martillo lo golpeó en la nuca con un tubo de hierro.

El mismo tubo que Benny utilizó para matar a Ojo Rosa.

Ahora Morgie y Nix estaban juntos en el fondo de una bolsa de experiencias compartidas, y esa intimidad hacía sentir a Benny profundamente inseguro. Pero cuando comprendió que se estaba sintiendo inseguro y celoso, Benny deseó poder arrastrar a su propia estúpida mente a la parte trasera de la casa y sacarle toda esa porquería a patadas.

Devoraron las últimas sobras de la cena y más rebanadas grandes de tarta. Comieron en silencio, tratando de no mirar hacia el camino. Luego de quince minutos, Nix y Morgie regresaron. Ambos aceptaron un plato de tarta y un vaso de té que Tom les ofreció.

Morgie se sentó en el hueco libre entre Tom y Chong. Había lágrimas secas en su rostro. Nix se sentó a la mesa de pícnic, pero no tan cerca de Benny como había estado antes.

Como si no hubiera habido una interrupción, Tom prosiguió su recuento de los sucesos en la casa de los Houser donde lo había dejado.

—… y el resto ya lo conocen —concluyó Tom.

—¿Qué pasó con el padre de Danny? —preguntó Nix—. ¿Y con las gemelas?

Tom suspiró.

—Las niñas me dijeron que ellas y su padre regresaron a casa hace un par de horas. Las gemelas fueron arriba a jugar y Jack fue a la cocina. Danny debió haber llegado en algún momento después de que Michelle fuera atacada, pero antes que Jack. Como yo lo interpreto, Danny, el abuelo y Michelle atacaron a Jack cuando él fue a la cocina. Logró escapar, pero estaba gravemente herido. Llevó a las niñas a su habitación y les ordenó atrancar la puerta. Entonces fue por su pistola.

—¿Fue él quien disparó ese primer tiro? —preguntó Benny.

—Probablemente. Tal vez planeaba aquietar a Michelle y los otros, pero estaba demasiado herido. Yo creo que comprendió que estaba a punto de morir, e hizo lo que consideró mejor para proteger a sus niñas.

—¿Se disparó? —preguntó Nix, horrorizada.

Tom asintió.

—Justo donde comienzan las escaleras, para que su cuerpo impidiera a los otros zoms avanzar hacia las gemelas. Jack debe haber estado demasiado débil para sostener bien la pistola; la bala no perforó la base del cerebro. Lo único que logró fue acelerar la conversión. Cuando entramos, estaba a punto de tirar la puerta de la habitación de las niñas.

Nix se sorbió la nariz y se limpió las lágrimas de los ojos.

—Toda esa gente —dijo Benny—. Y esas pequeñas.

—Más huérfanos.

Entonces fue Lilah quien habló, y todos giraron hacia ella. Su adusta expresión se había suavizado, y era evidente que estaba mirando en sus propios recuerdos. Al igual que Nix, Lilah era huérfana. Y como Nix y las niñas, Lilah también había perdido a sus hermanos: Annie, su hermanita que nació durante la Primera Noche y quien murió tratando de escapar de un foso de zombis en Gameland.

—¿Qué pasará con ellas? —preguntó Chong.

—¿Con las niñas? —comenzó Tom—: Me parece que tienen una tía en algún lugar. En Hillcrest, quizá.

El pueblo estaba a cuatro días de camino hacia el norte, y la ruta pasaba por algunas de las zonas más infestadas de zombis. Era terrible. Las niñas partirían a otro pueblo —pero los viajes entre los pocos pueblos que quedaban en Ruina eran escasos, porque usualmente sólo los cazarrecompensas y los comerciantes se arriesgaban a viajar. Benny sabía que la gente de Mountainside no volvería a ver a Fe y Esperanza. Probablemente ni siquiera volverían a saber nunca más de ellas, como si hubieran sido borradas de la Tierra al igual que tantas otras personas que ya no estaban.

Pensar en tanta muerte, en semejante pérdida lo golpeó como una puñalada en el corazón.

Nix, por otro lado, estaba furiosa y se golpeaba el muslo con su pequeño puño cerrado.

—¡Dios! No puedo esperar para irme de este lugar. Quiero largarme de aquí y nunca más regresar.

Tom la miró y luego volvió su rostro hacia el este y lentamente asintió.

—Desearía que pudiéramos partir ahora mismo —gruñó Nix, y le conectó un ligero codazo a Benny—. ¿O no?

—Absolutamente —dijo él, aunque tuvo que esforzarse para mostrar entusiasmo. En ese momento lo único que quería era encerrarse en su habitación y dormir hasta que el horror hubiera pasado.

—Aún no puedo creer que en verdad van a partir —añadió en voz baja Chong, pero aunque se dirigió a Benny y a Nix, sus ojos estaban clavados en Lilah—. Quisiera poder acompañarlos.

—Yo también —susurró la chica pelirroja—. Todos deberíamos partir. Dios, odio este pueblo. Odio la manera de pensar de la gente de aquí. Nadie habla sobre la Primera Noche. Todos tienen miedo hasta de discutir la posibilidad de retomar el mundo. Ni siquiera piensan en expandir el pueblo.

—Están asustados —confirmó Morgie.

—¿Y qué? —respondió ella—. Siempre ha habido algo de lo cual estar asustados. Entre animales salvajes, terremotos, erupciones volcánicas, pandemias, guerras… Y sin embargo, ¡mira lo que hizo la gente! Construyeron ciudades y países. Pelearon contra sus enemigos. ¡Dejaron de estar asustados y comenzaron a ser fuertes!

—No —dijo Lilah—. Incluso los fuertes se acobardan.

Nix se volvió a mirarla.

—Bien, entonces aprendieron cómo ser valientes.

—Sí —apoyó Tom—. También aprendieron a trabajar juntos. Eso importaba entonces y también ahora. Ninguno de nosotros podría sobrevivir, ni prosperar, solo. Sé que yo no podría atravesar así toda la nación.

—Pensé que te gustaba estar solo —aventuró Benny en tono de broma—. Ser un maestro Zen y todo eso.

Tom sacudió la cabeza.

—Yo puedo lidiar con la soledad, pero no la prefiero. Siempre que estaba fuera realizando algún trabajo sentía ganas de regresar a casa contigo, mi feo, apestoso y malcriado hermanito.

—El mismo que va a asfixiarte mientras duermes —sugirió Benny.

—Mensaje recibido.

—Yo quiero ir —dijo Lilah—. Estar sola… ser solitaria… —no terminó la frase y simplemente agitó la cabeza.

Desde que llegó a Mountainside el año anterior, Lilah había regresado al bosque y subido a las montañas en una docena de ocasiones, y con frecuencia a la cueva donde solía vivir. A su regreso traía consigo sacos llenos de sus preciosos libros. Benny, Tom y Nix la habían acompañado en varias ocasiones. No obstante, ninguno comentó ahora sobre el verdadero significado de sus palabras. Nadie comprendía la soledad como lo hacía la Chica Perdida.

—Realmente desearía poder acompañarlos —repitió Chong melancólicamente, mirando a Lilah mientras trataba de disimular que lo hacía.

—¿Tus padres no te dejarían? —preguntó Benny.

—Mis padres ni siquiera admitirían la posibilidad. Ellos piensan que la idea es suicida.

—Quizá tienen razón —observó Tom.

—Y por eso no quiero que vuelvas a hablar con ellos del tema, Señor Energía Positiva —gruñó Chong—. Después de la última vez que lo mencionaste, mamá quiso esposarme a la silla de la cocina.

—Podrías simplemente ir —sugirió Lilah.

Chong formó una mueca.

—Muy graciosa.

—Hablo en serio. Es tu vida…

—Sí —dijo Tom—, pero es una pésima sugerencia. Chong es menor de edad y tiene una responsabilidad con su familia.

—Su responsabilidad está primero aquí —reviró ella, señalando con su dedo el área del pecho que alberga el corazón—. Con él mismo.

—De acuerdo, entonces tal vez tú deberías ir a hablar con los señores Chong —sentenció Tom.

—Tal vez debería.

—Pero, por favor —intervino Benny—, no lleves tus armas.

Polvo y decadencia

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