Читать книгу Ética, hermenéutica y política - Jordi Corominas - Страница 14

Mentir y ocultar la verdad: una distinción problemática

JORGE MANZANO, S.J. (†) 1. LA RESPONSABILIDAD DE QUIENES SABEN

Оглавление

1.1. El que sabe, ¿tiene la responsabilidad de comunicar su saber? Espontáneamente decimos que sí, ya que en principio todos tenemos derecho a estar informados. Parece obvio que debe hablar quien sabe los secretos de un virus peligroso o quien sabe sobre la devaluación de la moneda, sus causas y efectos. Éticamente se ve mal a quien se guarda este saber sólo para sí y enriquecerse. Es conocido el teologumenon y filosofema de que el bien espontáneamente tiende a difundirse (bonum es diffusivum sui). Un pájaro espontáneamente vuela y canta, y de un pájaro que ni vuela ni canta decimos que está enfermo. Lo mismo aplica para alguien que no comunica su bien —en este caso, su saber—; decimos que está mal. Sin embargo, se suscita la pregunta de si es lo mismo mentir que ocultar un saber, o de cómo se relacionan. En este ensayo se abordará este problema.

1.2. Francisco de Vitoria muestra que la naturaleza humana (boca, oídos) tiende a la comunicación. Y es que la sociabilidad humana es un hecho natural. Ya Aristóteles había dicho que el hombre es un animal social y político. (1) El hombre tendrá razón y virtud; pero es frágil, débil, pobre, desprovisto, sujeto a enfermedades, desnudo, implume, como arrojado por un naufragio. Para subvenir a estas necesidades fue necesario que los hombres viviesen en sociedad.

¡Ay del solo!, dice el Sabio, porque si cayere, no encontrará quien lo levante; en cambio, cuando hay muchos, se ayudan mutuamente. La sociabilidad no es exigida sólo por la condición física, sino también por la espiritual: el hombre necesita desarrollarse intelectualmente y ejercitar el don de la palabra, que es mensajero del entendimiento. La sabiduría que no se comunica es ignorancia semejante al tesoro escondido. La facultad humana de la voluntad pide igualmente la sociabilidad; sin ésta, aquélla quedaría deforme y defectuosa. En efecto, joyas preciosas de la voluntad son la justicia y la amistad. Ahora bien, la justicia sólo puede realizarse en la multitud, al igual que la amistad. Sin amigos no nos gozaríamos en la hermosura de los astros ni nos deleitarían la naturaleza, ni el agua, ni el fuego, ni el sol. Esto es, nuestra naturaleza toda nos arrastra a la comunicación. (2) Para Platón, el pensamiento es el diálogo interior y silencioso del alma consigo misma. El discurso, su expresión externa. (3)

Aristóteles notó que la vida del solitario es inhumana y brutal, (4) mientras que San Agustín lo considera como una bestia; es decir, que la sociedad política tiene un origen natural. Hobbes, por su parte, se situará en las an-típodas de De Vitoria cuando diga que el hombre es un lobo para el hombre. (5) La doctrina de De Vitoria es del todo contraria al puro positivismo jurídico, según el cual tanto el Estado como el poder del Estado derivan sólo de la voluntad humana. Para De Vitoria la sociedad civil no es invento humano, sino una inclinación y exigencia natural, que son títulos de derecho natural.

1.3. Prácticamente todas las morales filosóficas están de acuerdo: no mentir; también el no manipular la verdad, que en muchos casos es peor que mentir. Es famosa la frase de Santo Tomás de Aquino: “Nunca hay que creerle al Diablo, aunque diga la verdad”. (6) Tampoco mintió la serpiente (7) del paraíso, sino que manipuló la verdad.

1.4. Lo comprueba la moral cristiana que nos pide vivir participando de los atributos de Dios. Nuestra palabra reproduce la verdad divina, y Jesús es la verdad. Hay varios textos bíblicos al respecto, por ejemplo: Éxodo 20, 16: “No des falso testimonio”; Salmo 5, 7: “Destruirás a los mentirosos”; Salmo 118, 142: “Tu ley es la verdad”; Sabiduría 1, 11: “La palabra mentirosa mata al alma”; Efesios 4, 25: “Dejando la mentira, cada quien diga la verdad con su prójimo, pues somos miembros unos de otros”, y Primera carta de San Juan: 2, 21: “Ninguna mentira puede venir de la verdad”. (8)

1.5. En el mundo actual el saber ya no parece un derecho ni un bien público. El saber es administrado, deformado, vendido, negociado, ocultado; el saber es mercancía, es poder, es un arma, es privilegio, es un don que otorga honores...

1.6. Se presenta el caso de la censura que impide un saber. ¿Quién censura y por qué? Parece que en el fondo se trata de luchas de poder.

Tengo la impresión de que los bien pensantes se oponen radicalmente a la censura y, de manera espontánea, nos unimos a ellos. Pero se presentan situaciones que, aun cuando no cambian nuestra manera de pensar, nos hacen reflexionar; por ejemplo, según ciertas estadísticas del siglo XX, por los años ochenta —lamento haber perdido la cita—, en Estados Unidos, un niño promedio de diez años ya había visto en la televisión ochenta mil asesinatos, aparte de otros muchos actos violentos que no culminaban en muerte, y se le presentaba el acto de matar como necesario y placentero. Da la impresión de que se quiere inculcar a los muchachos estadounidenses la consigna de que están destinados a matar. ¿Habría que usar la censura? ¿O tomar otros medios?

1.7. El monje Jorge (9) comete varios asesinatos para impedir que se conozca el Libro II de la Poética de Aristóteles. El franciscano Guillermo le espeta que está endemoniado por ocultar un saber.

1.8. El ocultar, el incomunicarse, es típico del endemoniado, dice también Kierkegaard. (10)

Ética, hermenéutica y política

Подняться наверх