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Los giros en la historiografía

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Una de las mayores polémicas que se han suscitado en torno a la gran migración de antioqueños hacia el sur es la que se ha agudizado en los últimos años acerca del papel que desempeñaron en ella los grandes latifundistas y los conflictos agrarios que se generaron entre ellos y los colonos. Ciertamente, aunque en forma tácita, esos conflictos se ven de alguna manera reflejados en las historias individuales y locales, dependiendo de la fuente que cada uno de los autores maneje y, claro está, de las motivaciones personales, políticas e ideológicas de cada uno de ellos. Si analizamos los escritos de Restrepo Maya, de Juan Pinzón y de Juan B. López, por ejemplo, observamos claramente cómo el protagonista es el “colono”, quien transforma la selva en agricultura y traza la primera red viaria, pero, además, quien funda y construye las ciudades. En esos relatos, el gran terrateniente aparece después, cuando ya se han hecho las aberturas y se han valorizado las tierras, con el único ánimo de especular comercialmente con ellas. Puede ser coincidencia el que los familiares y allegados de los que describen sus realizaciones sean colonos y no propietarios de las grandes concesiones territoriales, como es el caso del cronista Juan Bautista López, descendiente directo del colono Fermín López; y pudo influir el hecho contrario de que, en Salamina, Neira y Manizales, en torno a la Compañía de González y Salazar, propietaria espuria de las tierras, se produjeran documentos oficiales amañados que enaltecieran el protagonismo del latifundista. Pero el común denominador de esas pioneras crónicas resalta, sin duda, sustentadas en la tradición oral, el papel principal que tienen los colonos, con un gran esfuerzo e iniciativa comunitaria y sin el apoyo de los poderosos o de los gobiernos, a excepción de las gestiones que estos adelantaron para agilizar los trámites legales de constitución de los poblados, que quedaron escritas en documentos oficiales.

Salta a la vista, entonces, el giro descomunal en la interpretación histórica que le da el padre Duque Botero a la fundación de Salamina, apoyado en archivos documentales en verdad valiosísimos, pero que utiliza para pretender demostrar que el más grande terrateniente de la región, Juan de Dios Aranzazu, es protagonista de primer orden en la fundación de esa ciudad y, más aun, resalta su “probidad y altura moral” (Duque, 1974, p. 89). Este giro interpretativo lo ubica en abierta contradicción con su coterráneo Juan B. López y demuestra cómo las fuentes elegidas aquí provienen no del vago y pretendidamente indemostrable testimonio del trajinar sudoroso del colono, sino del rigor certero de la letra del archivo. Si nos atenemos a uno de las primeros análisis que se hicieron sobre la colonización antioqueña, el de Alejandro López (1927), en el que afirma que “en el siglo XIX solamente existían dos medios disponibles para conseguir tierras baldías: el uno es el papel sellado, ayudado de más o menos influencias personales [...]; el otro es el hacha” (Arango, 2001, pp. 42-43), podemos afirmar que las fuentes primarias también están determinadas por esas dos formas de colonización, y el padre Duque elige la primera como determinante y minimiza o desconoce la segunda, restándole importancia a juicios sobre la fundación de Salamina tan importantes como los que adelantaron el más grande historiador de Antioquia en el siglo XIX, Manuel Uribe Ángel (1885), o los historiadores Emilio Robledo (1916) y Juan Bautista López (1927). Con esto no queremos cuestionar la validez de las fuentes documentales escritas sobre las cuales el padre Duque hace un aporte importantísimo, sino defender las fuentes de la tradición oral y buscar mecanismos metodológicos para establecer sus relaciones con las que proporcionan los archivos, principalmente las cartografías antiguas, que, como veremos, serán determinantes para esclarecer las inconsistencias interpretativas. Por eso, en este trabajo se tratarán de confrontar de nuevo esos dos tipos de referencias, dentro de las posibilidades investigativas que se han planteado, fundamentalmente para esclarecer las razones de la elección de los caminos y el porqué de los nexos entre estos y los asentamientos urbanos.

Caminos y fundaciones: Eje Sonsón-Manizales

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