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Tres descentramientos. Una apuesta analítica

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Este libro propone revalorizar al populismo como una categoría analítica plural, contingente y que logra aprehender la heterogeneidad propia de las experiencias históricas que busca auscultar. Claramente, ello supone modificar los ejes centrales (teóricos y epistemológicos) con los que el concepto ha sido construido en América Latina. A continuación especificamos los argumentos, aún dominantes, en torno al populismo, que lo asumen como forma anómala y desviada de la política en la región, y los tres descentramientos conceptuales y analíticos que se despliegan en los capítulos que siguen.

Lejos de haberse construido deductivamente —como podría en apariencia pensarse—, el concepto de populismo fue producido como en un “gran cajón categorial”, dentro del cual se colocó una multiplicidad de rasgos, intencionadamente seleccionados, de algunas experiencias políticas concretas. Por caso, el peronismo constituye uno de los referentes históricos que aportó gran parte de esos aspectos que luego se generalizaron en las definiciones de los llamados “populismos clásicos”. En cambio, el gaitanismo ha funcionado como ejemplo contrafactual, que permitió reafirmar la anomalía del populismo latinoamericano en un país en donde este proceso no se habría producido acabadamente, cuestión de la que podían advertirse sus consecuencias.

Cada una de estas experiencias dio vida a conceptualizaciones “ejemplares” —al decir de Acha y Quiroga (2012)— y arquetípicas del populismo latinoamericano. Ciertamente, el peronismo ha servido como uno de los principales referentes para construir una definición del populismo como un hecho anómalo, “maldito”13 y edificado desde el Estado. Esta tipología ha sido usada con frecuencia como parámetro para medir (por similitud o por contraste) cuán populistas han sido otros procesos políticos, tanto en la región como en la Argentina misma.

Por su parte, el gaitanismo es el principal caso utilizado para nutrir una conceptualización del populismo no acontecido, “fallido” o incompleto, pero, al fin y al cabo, tan anormal y amenazante como el argentino. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, cuando se esperaba que fuese el siguiente presidente de Colombia, dio pie a la construcción de un concepto de populismo que, sin perder su connotación de desvío histórico, colocó al país andino en el escenario latinoamericano como uno marcado por la excepción de no haber atravesado una “verdadera” experiencia populista, o bien, de haber experimentado un populismo a mitad de camino. El gaitanismo ha sido erigido, además, como el drama causal de una Violencia (en mayúscula inicial)14 e insistentemente ha sido vinculado a la emergencia de guerrillas de izquierda radicalizada durante los años sesenta y setenta en Colombia. Dicho de otro modo: las cuestiones irresueltas que dejó un gaitanismo trunco habrían marcado las huellas inaugurales del conflicto reciente.

El populismo, entonces, en su acepción peyorativa acontecida y fallida, hace parte de esa construcción del peronismo y del gaitanismo como un asunto acechante, que es imprecada como cuestión explicativa de los problemas del presente en cada comunidad política. Y esto se relaciona con el primer descentramiento del populismo que este libro propone, pues pone de relieve estas dos experiencias políticas concretas a la hora de hablar de los populismos (en plural) y toma distancia de los modelos arquetípicos en clave anómala producidos a propósito de ellas. En este orden de ideas, cuando decimos que queremos hablar de los populismos en plural y con relación a sus experiencias concretas —el peronismo y el gaitanismo—, lo hacemos porque cada uno de estos procesos sirvió de base y dio origen a una interpretación “ejemplar”, peyorativa, teleológica y aún persistente del populismo latinoamericano.

El segundo descentramiento conceptual y analítico que este libro ofrece tiene que ver con colocar en primer plano la pregunta por la función que desempeñan, en los populismos, los procesos de constitución y de redefinición identitarios. Aunque el capítulo 1 de este libro se aboca de lleno al tema, adelantamos aquí que pensamos las identidades como procesos constitutivamente históricos, eminentemente políticos, contingentes y signados por diversas formas de heterogeneidad. Lo anterior, en efecto, supone que no es posible definir de manera inmutable (ni esencial) aquello que una identidad política fue en el pasado o es en el presente, ya que dicha identidad se compone de sucesivos modos, actos, prácticas, acciones identificatorias de sujetos individuales y colectivos. Esto abarca no solo movimientos o grupos, sino también actores provenientes de sectores diversos, trayectorias individuales de mandos medios, militantes, “segundas, terceras o cuartas líneas” de liderazgo al interior de los movimientos políticos, figuras mediadoras entre arenas políticas, culturales e intelectuales, “hombres y mujeres de a pie”, entre otros múltiples actores.

Como advertíamos antes, es a partir de contribuciones teóricas recientes, producidas desde revisiones críticas a la perspectiva analítica de Ernesto Laclau, que argumentamos que las experiencias populistas pueden ser pensadas como un tipo específico de gestión de identidades políticas y populares. Como lo han destacado algunos trabajos producidos por los llamados “estudios poslaclausinos” (Aboy Carlés 2001; Aboy Carlés, Barros y Melo 2013; Barros 2002; Groppo 2009; Stavrakakis, 2007, entre otros), lo que nos permite hablar aquí de “lo popular” no tiene que ver con una condición de clase, estrato social o el estatus de los sujetos o de los colectivos de un campo identitario determinado; tampoco remite siquiera a la recurrente evocación del significante “pueblo” en una discursividad particular (en realidad, como es sabido, casi todas las identidades políticas modernas apelan al “pueblo” de alguna u otra manera). Lo que “convierte” en populares a las identidades políticas se vincula con cómo llevan a cabo operaciones de sentido orientadas a dislocar un orden establecido (Aboy Carlés 2013). Lo propio de las identidades populares es, pues, que apelan al sujeto popular para desnaturalizar el orden vigente, la vida pública, la cotidiana y el sentido común, mostrando su condición de miembros no plenos de la comunidad, negativamente privilegiados o simplemente excluidos (material o simbólicamente) de la vida comunitaria (Barros 2013).

Como se verá en algunos capítulos de este libro, apelamos a la tipología sobre las identidades políticas propuesta por Gerardo Aboy Carlés (2001; 2013) para caracterizar a los populismos como un tipo de identidad popular con pretensión hegemónica, esto es, como un proceso de constitución identitaria que busca realizar una eventual agregación, inclusión y articulación de las alteridades a la solidaridad propia. Los fenómenos populistas, por ende, no pueden equipararse a toda construcción identitaria de la política (Laclau 2005), ni mucho menos pueden ser caracterizados como una constitución de solidaridades políticas de tipo autoritario o totalitario. Dicho sin ambages: en este libro, los populismos son un tipo bastante acotado y particular de constitución discursiva de identificaciones políticas.

¿Lo anterior implicaría, entonces, que es posible considerar como procesos populistas algunas experiencias históricas que, por diversas razones, no alcanzaron el Poder Ejecutivo? Nuestro enfoque abocado a lo identitario no podría sino responder afirmativamente a este interrogante. Aquí, por lo tanto, marcamos otro descentramiento (puntual) respecto de los “modelos ejemplares” del populismo: nuestra caracterización no tendría como condición sine qua non experiencias que ocupen un lugar específico en el poder político del Estado, pues, con o sin solio presidencial, es la persistencia, la iteración y la constante resemantización de las identidades populares el elemento decisivo para comprender a los populismos de nuestra región. Colombia y el gaitanismo son un ejemplo ilustrativo de este punto.

El tercer descentramiento de los populismos que planteamos se relaciona con un particular modo de abordar la dimensión de la temporalidad. Y es aquí donde el enfoque histórico se vuelve crucial para el estudio de los populismos, no para buscar en el pasado un momento originario de constitución de una identidad popular (peronista o gaitanista en este caso) que haya permanecido inalterada a lo largo tiempo, sino para visibilizar, en el transcurso del tiempo, distintos momentos de constitución de estas propuestas identitarias; momentos que, ciertamente, fueron resignificados o intervenidos en sus respectivos países. En suma, y sin perder de vista el interés teórico y la indagación de las experiencias históricas y políticas concretas, el presente libro, en sus diversos capítulos, brinda aproximaciones analíticas que destacan la contingencia propia en la temporalidad de dos populismos latinoamericanos.

Así pues, la obra se divide en tres partes. La primera está conformada por dos textos que, sin la pretensión de comparar de manera exhaustiva o sistemática el peronismo y el gaitanismo, invitan a leer estas experiencias —ciertamente singulares y diversas— en contrapunto, esto es, tomando a cada una de ellas como un punto de comparación con la otra. Esta aproximación metodológica (que se encuentra en especial argumentada en el capítulo 2 y que recuperamos en el epílogo) fue construida para analizar experiencias políticas disímiles o no evidentemente homólogas, prestando especial atención a las formas de producción social de sentidos en torno a la política, más que a los contenidos de cada proceso histórico-político en sí.15 La segunda parte reúne tres trabajos que realizan análisis específicos sobre algunas dimensiones significativas en el proceso de constitución y redefinición de las identidades peronistas. La tercera y última se ocupa, por su parte, de lo propio en torno al gaitanismo y a la experiencia colombiana.

El capítulo 1 reconstruye los hilos argumentales en torno a las identidades políticas y a los populismos desde dos clivajes que atraviesan transversalmente toda la obra: una perspectiva no sustancialista en torno a las identidades políticas y un enfoque no esencialista y no peyorativo sobre los populismos. Con ese interés teórico, María Virginia Quiroga y Ana Lucía Magrini afinan ambos conceptos, al tiempo que especifican y ejemplifican la productividad analítica y metodológica del tipo de operaciones que esta perspectiva —no sustancial y no esencial— de los populismos y de los procesos identitarios brinda para la comprensión de las experiencias peronista y gaitanista.

En el capítulo 2, Magrini propone un análisis en contrapunto entre dos actores controversiales, segundas líneas y figuras mediadoras (entre los campos político e intelectual) del peronismo y el gaitanismo, al momento en que estos últimos se constituyeron como movimientos a gran escala. Focalizado en las trayectorias individuales y en los procesos identificatorios de Cipriano Reyes y José Antonio Osorio Lizarazo, el texto se propone ilustrar el carácter constitutivamente heterogéneo de los movimientos, en coyunturas precisas.

El capítulo 3, y que inaugura la segunda sección en torno a la experiencia peronista, explora dos registros analíticos que han dado forma a este fenómeno social y político argentino: los estudios sobre populismo y los abordajes historiográficos. El texto de Mercedes Vargas, Juan Manuel Reynares y Mercedes Barros establece un juego intertextual entre ambas tramas argumentales (como los autores las denominan) y brinda una mirada atenta a la complejidad histórica de los procesos de identificación política, como también al tipo de lógica populista que estructuró el espacio comunitario durante el primer peronismo.16 Finalmente, los autores realizan un análisis del peronismo “desde abajo” y en clave local, tomando como eje los modos de identificación política de personas comunes o “sujetos de a pie”.

El capítulo 4, escrito por Nicolás Azzolini, profundiza en los usos del olvido y los efectos que la emergencia del populismo peronista imprimió en las articulaciones políticas posteriores a su derrocamiento en 1955. El autor especifica cómo la dislocación que produjo el peronismo durante sus primeros años y el modo en que se constituyó el antagonismo, entre las identidades peronistas y antiperonistas, signaron de manera contundente las formaciones comunitarias venideras. Para mostrar esto, Azzolini se vale de un minucioso análisis de las amnistías de 1955 y 1958, así como de las políticas de olvido con las cuales se buscó gestionar, borrar o trascender la “cuestión peronista” en ese período.

La segunda parte del libro finaliza con el capítulo de Aarón Attias Basso dedicado al análisis de los desplazamientos identitarios del peronismo durante los años kirchneristas. El autor indaga una serie de símbolos y prácticas de movilización social mediante los cuales una organización kirchnerista específica (La Cámpora) resignifica e interviene el peronismo en tanto tradición política heredada.

Respecto a la experiencia gaitanista, la tercera parte del libro comienza con el trabajo de Cristian Acosta Olaya (capítulo 6). El investigador colombiano rastrea las complejas relaciones entre gaitanismo, populismo y violencia, entre 1946 y 1948. En contraste con posturas que sostienen que el movimiento gaitanista significó una simple prolongación del enfrentamiento bipartidista y desde el estudio de las identidades políticas, el autor argumenta que el gaitanismo se erigió como dique inestable frente a un contexto de violencia, dada la prelación que dicho movimiento les atribuyó a los procesos electorales y a la integración de pretéritos adversarios en esos años. Específicamente, el estudio sugiere que la función del dique —esto es, la reconducción de la violencia a través de la amenaza— es una dimensión constitutiva de los populismos latinoamericanos de mediados de siglo xx.

En el capítulo 7, Adriana Rodríguez Franco analiza cómo se forjó el vínculo identitario entre dos de las experiencias más importantes de identidad popular en Colombia durante el siglo xx, el gaitanismo y el rojismo. La autora hace un seguimiento a la vigencia que tuvo una de las demandas propias del populismo gaitanista en el discurso y la práctica política del Gobierno de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), a través de la Secretaría Nacional de Acción Social y Protección Infantil (Sendas), y puntualiza el papel que desempeñó el periódico gaitanista Jornada en la redefinición de la identidad de este grupo luego de la muerte de Gaitán y en los años rojistas.

El tercer apartado finaliza con un trabajo abocado al estudio de las resemantizaciones del gaitanismo en la “nueva izquierda” colombiana entre 1948 y 1969. El capítulo de José Abelardo Díaz Jaramillo precisa cómo diversas organizaciones, distantes del Partido Comunista y bajo la influencia de la Revolución cubana, asimilaron, se identificaron, a la vez que construyeron su propia interpretación del movimiento gaitanista. El autor argumenta que la condición de objeto de disputa del gaitanismo condujo al surgimiento y la articulación de múltiples formas de identificación, así como a desplazamientos (y redefiniciones) al momento de representarlo en un contexto político bastante posterior a la desaparición física de Jorge Eliécer Gaitán.

A modo de cierre, se incluye un epílogo metodológico que recoge algunas ideas clave trazadas a lo largo del recorrido propuesto. El texto se detiene especialmente en la productividad analítica de la ruta metodológica emprendida (el contrapunto y la lectura cruzada entre peronismo y gaitanismo), al tiempo que identifica aspectos e interrogantes que deberán profundizarse en futuras pesquisas.

Esbozado el contenido del libro, finalmente queremos hacer una breve mención a la trastienda de la investigación y a la artesanal y al colaborativo proceso de producción de este trabajo colectivo. Esta labor fue posible gracias a la activa participación de los autores aquí reunidos, a la intensa discusión interna de versiones preliminares de los textos en un workshop sobre populismos e identidades políticas realizado en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internaciones de la Universidad Católica de Córdoba, el 9 y 10 de octubre del 2019, y a la contribución de varios colegas e investigadores que oficiaron de lectores y comentaristas de borradores de todos los capítulos.

Agradecemos, igualmente, el imprescindible apoyo del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT-Argentina), que financió el Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (pict 2017-3955)17 en el que se enmarca esta iniciativa; a los investigadores nacionales, internacionales y externos que participaron en todas las actividades e instancias que nos permitieron concluir el libro, y a los miembros del Grupo Colaborador del pict.18 A los evaluadores anónimos de la obra y a las casas editoriales de la Universidad del Rosario (Colombia) y de la Universidad Católica de Córdoba (Argentina) queremos agradecerles, por supuesto, por darle vida a este libro.

Descentrando el populismo

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