Читать книгу El duelo - José González Fernández - Страница 16
RITOS Y COSTUMBRES
ОглавлениеDurante el período vivido en España en los meses de marzo a junio de 2020 como consecuencia del «distanciamiento social» fruto de la pandemia del coronavirus, pudo observarse la importancia de algo que hasta aquel entonces veíamos como rutinario, como prácticamente una manera automática de despedir a nuestros seres queridos: los rituales.
Los rituales, en efecto, forman parte ineludible de la vida y de la muerte, y en cada país, etnia, comunidad o religión existen diferentes formas de despedirse de los seres queridos que nos van dejando. Las despedidas son necesarias: ayudan a tranquilizar nuestra mente y nuestra alma y nos facilitan la tarea de procesar el duelo de una manera lenta y paulatina. Estos rituales son, en definitiva, una almohadilla para el dolor. En Filipinas existe la tradición de los ataúdes colgantes. Se da en concreto en la isla de Luzón, en el municipio de Sagada, una zona de alta montaña caracterizada por la presencia de ataúdes colgantes en sus acantilados. Se trata de una tradición de la tribu de los igorot según la cual, cuanto más arriba estén los difuntos, más fácil les será llegar al cielo y más cerca estarán de sus ancestros.
Aunque también podría haber una explicación más práctica, ya que se dice que el hecho de no realizar inhumaciones y colgar los ataúdes podría ser una forma de no ocupar las tierras —reservándolas exclusivamente al cultivo— y de alejar los cuerpos de los animales y de los deslizamientos de tierras.
A unos miles de kilómetros de Filipinas encontramos uno de los rituales más conocidos del mundo, los entierros celestiales característicos de los habitantes del Tíbet: en ellos el cadáver se disecciona en diferentes partes y en diferentes lugares y, a continuación, se expone a las aves de presa y a otras rapaces. Esta práctica se conoce en el Tíbet como jhator, que significa literalmente «dar almas a las aves».
La mayoría de los tibetanos practican el budismo, que predica la reencarnación, por lo que no hay ninguna necesidad de preservar el cuerpo una vez fallecida la persona. El mundo oriental es muy proclive a rituales que, vistos desde el mundo occidental, nos llaman poderosamente la atención. En concreto, uno de los más llamativos se produce en Tana Toraja, en Indonesia, un lugar donde habita (antes en mayor número) la tribu de los toraja, grupo étnico de aproximadamente un millón de personas.
Para los toraja, una persona no está muerta hasta que no se celebra su funeral, ya que hasta ese momento el fallecido permanece en la casa familiar y se le cuida como si estuviera vivo. Le llevan comida y bebida e incluso recibe visitas de los vecinos, que hablan con el fallecido y le preguntan cómo está, algo que a los extranjeros nos deja completamente descolocados. Lo más curioso es que pueden pasar meses, o incluso años, hasta que llegue el día del funeral. Los funerales de los toraja suelen ser en verano, por lo que, si la persona ha fallecido en septiembre, la familia tendrá que convivir con el difunto todo un año hasta la época de los funerales.
Cuando este se celebra al fin, su duración depende del estatus del fallecido y puede reunir a cientos de personas. Todo el mundo se reúne, come y bebe, e incluso se ofrecen cerdos vivos que son sacrificados en el mismo funeral. Este vídeo es una muestra del ritual en cuestión:
Los muertos toraja pueden enterrarse con sus pertenencias y propiedades, y por ello los entierros suelen realizarse en cuevas, a las cuales se les añaden unos balcones en donde se colocan los tau tau, que son efigies de los muertos. Hay talladores especialistas que hacen un muñeco lo más parecido posible al fallecido, al que se le coloca una peluca y se le viste con su ropa. Esta figura pasa a ser una réplica de esa persona que descansa en el fondo de una cueva, y, como si fuera el ser que han perdido, los familiares acuden a verle y le peinan y atienden.
Otra forma especial de enterramiento de los toraja es la de los niños: si estos no han llegado a tener dientes, son envueltos en sábanas y colocados en el interior de un árbol en crecimiento. En uno solo de esos árboles se pueden ver los huecos tapados y sellados que ocupan varios bebés.
Pero por más extrañas que nos parezcan estas costumbres, España, nuestro propio país, también es rica en tradiciones funerarias, desde las antiguas plañideras (personas que cobraban por llorar en los funerales, pagadas por las familias como muestra de dolor) hasta las diferentes tonalidades usadas para mostrar el luto ante la pérdida de un ser querido.
Con todo, si hay una zona donde la muerte cobra un énfasis especial es en la mítica «terra galega», en Galicia, donde entre las meigas, la Santa Compaña y los rituales de fuego con queimadas nos encontramos una tradición preciosa, la conocida como procesión de los ataúdes de Santa Marta de Ribarteme. Seis personas tienen la fortuna de participar en la procesión, de casi una hora, metidas en el interior de su propio ataúd.
En la procesión los adultos deben cumplir su ofrenda a Santa Marta, pues la tradición explica que las personas que se han curado de sus enfermedades han sido robadas a la Parca (la Muerte), por lo cual la romería de los ataúdes celebra la vida y se agradece a la Parca su compasión al no haberse llevado a alguien cercano y dejarlo disfrutar un poco más entre nosotros. Al mismo tiempo, el penitente pide perdón a la Muerte por haberla dejado sin su pieza, y para apaciguarla sustituye por un rato en el ataúd al muerto que no fue.
Siguiendo por el recorrido cultural, pasamos de España a África, en concreto, a la República de Ghana, donde un grupo de carpinteros decidieron hacer ataúdes personalizados de manera que cada fallecido pudiera tener un ataúd propio en función de su oficio, algo en absoluto banal, pues dedicamos al día más de ocho horas al trabajo y, para algunos, este supone el motivo y propósito de su vida. Isaac Adjetev Sowah es el gerente del negocio que su abuelo empezó y, con apenas veintidós años de vida, lo ha visto y hecho todo: féretros con forma de martillos, peces, automóviles, teléfonos móviles, gallinas, leones, canoas, granos de cacao ¡e incluso varios elefantes!
Pero no todo son ritos o aspectos culturales, puesto que si algo destaca del final de la vida es el tremendo negocio que genera: no cabe duda de que es una actividad laboral que siempre va a disponer de clientes… Por más que haya ocasiones en las que el negocio roce los límites éticos. Un ejemplo de ello es lo que sucede en el Alcor, en Estados Unidos, donde la criogenización se ha convertido en uno de los motores económicos de la zona. Actualmente hay allí varias empresas de criogenización, hasta el punto de que se calcula que en Alcor «esperan su resurrección» cerca de trescientas personas. Esta práctica genera en la actualidad importantes dudas y sentimientos contradictorios.
La ética y la ciencia no terminan de ponerse de acuerdo al respecto, por más que recientemente en España también se hayan ido introduciendo las nuevas tecnologías mortuorias, de manera que se ha vuelto habitual poder observar en los cementerios de las ciudades más importantes, como Madrid, Barcelona o Valencia, lápidas con códigos QR que se imprimen sobre soportes cerámicos que pueden permanecer inalterados durante cincuenta años con el fin de que los familiares y amigos de la persona fallecida puedan escanearlos y así observar una recopilación de imágenes, vídeos o música personal del difunto.
No es la única novedad tecnológica en nuestro país respecto a la muerte. Recientemente, durante los meses de la COVID-19, se comenzaron a popularizar los servicios de transmisión del funeral vía web. Esta era una posibilidad que ya existía anteriormente: diversas empresas especializadas proponen un software que permite retransmitir en directo el funeral para todos aquellos familiares que no puedan asistir presencialmente. Se ofrecen también copias en DVD. Pero en 2020, con motivo de la crisis provocada por el coronavirus, algunas funerarias españolas comenzaron a potenciar este servicio para poder acercar a los familiares durante el período de confinamiento.
Con todo, quizá la práctica relacionada con la tecnología más llamativa de los últimos años haya sido la de poder elaborar una playlist para el difunto mediante ataúdes con altavoces y conexiones vía Spotify, una nueva moda que se estila en Suecia, donde se están fabricando ataúdes que incorporan dos altavoces y un subwoofer conectados a un servidor que transmite música. De esta manera, el difunto podrá irse a la otra vida inmerso en las canciones que siempre le gustó escuchar. Esta lista de reproducción puede conservarse en privado si la persona que la ha creado antes de morir no desea que la modifiquen, o bien se puede optar por permitir que los amigos y familiares del difunto puedan añadir nuevas canciones, lo que no deja de ser una forma de estar presente, algo parecido a lo que ocurre con las redes sociales de aquellas personas que fallecen, pero que, aun después de muertos, se resisten a dejar de tuitear…
Sí, es posible seguir haciéndolo: Lives On es una red que cuenta con más de veinte mil usuarios y que nos invita a mantener activa nuestra cuenta de Twitter cuando ya no estemos vivos. El lema de esta red social es claro: «Cuando tu corazón deje de latir, seguirás tuiteando», por lo que bajo un procedimiento de registro sencillo las personas suscritas en esta aplicación deben asignar un administrador de su cuenta, que decidirá si este perfil se mantiene activo o se suspende tras la muerte de su usuario. De esta manera, habrá un responsable del testamento virtual del difunto, que será quien determine hasta cuándo se podrán enviar estos mensajes de 280 caracteres.
Pero vivir más allá de la muerte no solo es posible en Twitter, también en Facebook, que es, tal y como descubrió en el año 2012 Filip Troch, el cementerio más grande del mundo. Por ello, y como homenaje a su padre, que había fallecido diez años antes, Troch creó Elysway, una web que asegura que «una persona solo muere cuando se la olvida». Por eso, si lo que se desea es mantener viva la memoria de un difunto para los amigos y familiares de la persona fallecida, nada mejor que brindar un espacio donde afrontar el proceso de duelo por esta pérdida. Así, las personas registradas en la web pueden crear un perfil del difunto y colocar allí fotos, mensajes y vídeos para rendir homenaje a su memoria. Pueden también publicar una foto de perfil con un lazo negro mientras en su «muro» los miembros de la familia y amigos pueden enviar mensajes. Este perfil está traducido en cinco idiomas, incluido el español, y puede ser compartido con otros usuarios con los cuales es posible interactuar. El registro y la actividad en la red social son absolutamente gratuitos y están disponibles en toda Europa.