Читать книгу El ruido de los jóvenes - José Libardo Porras - Страница 17

Manicura

Оглавление

Arabia y Nelly recibían a sus novios en la sala, audacia que constituía un salto generacional largo, o triple, hacia el amor libre si se considera que a papá y mamá les tocó tratarse y conocerse a través de la ventana.

Los turnos eran martes y jueves para una y miércoles y viernes para la otra. Los sábados no sé adónde iba a parar cada pareja por su lado.

Por ser todavía un niño, mi tarea era rondar por ahí, con ínfulas de policía, estar en la escena sin estar en la escena con el propósito de que en la escena los actores y las actrices no traspasaran el límite de la manicura.

Las manos eran lo máximo que se podía tocar del otro sin incurrir en inmoralidad, de ahí que dominar las artimañas de la manicura y saberlo todo sobre cutículas y albugos fuera parte de la primera educación sentimental de las muchachas, una asignatura que ellas se autoimpartían.

Porque un novio con uñas redondeadas, perfectas, era el hombre ideal, las novias se volvían manicuristas expertas.

Los viejos se rascaban la cabeza al enterarse de que un joven entraba a la casa de su novia y se arrellanaba tranquilamente en el sofá de la sala, al cobijo de una incierta penumbra. “¡Dónde iremos a parar!”, mascullaban cuando les describían los manoseos y pormenores de la manicura.

El ruido de los jóvenes

Подняться наверх