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OIUM: LA TIERRA DEL MESTIZAJE GÓTICO
Оглавление¿Conocían su destino? Por supuesto. Ya hemos hablado del comercio con las ciudades costeras del mar Negro y con la Dacia romana y de la intensa influencia sármata sobre los godos del Báltico y el valle del Vístula. Esa influencia fue decisiva y ha quedado evidenciada en la forma y contenido de las llamadas tumbas Fürstengräber, o sepulturas principescas, en las que los nobles de los gotones/godos aparecen enterrados junto a ricos ajuares de influencia sármata entre los que destacan largas espadas de doble filo de estilo sármata y lanzas de caballería: la contos sármata.
La aparición de estas tumbas principescas entre los godos antes de que se produjera la «Revolución agrícola» muestra que el comercio y la guerra, y no la agricultura, estaban siendo para ellos el motor de los cambios sociales y que la aristocracia militar estaba ocupando un puesto relevante y decisivo que, como es evidente, tuvo que desempeñar el papel principal en la inmediata migración hacia el mar Negro y la frontera romana.23
Recordaremos ahora el pasaje que Tácito escribió hacia el año 100 sobre los gotones: «Tras los ligios están los gotones; con régimen monárquico, con una sujeción algo mayor que la de los restantes pueblos germanos, aunque no tanto como para suprimir su libertad».24 Hoy día se tiende a aceptar que entre los germanos orientales se comenzó a operar una transformación social importante en los primeros siglos de nuestra era que fue dando cada vez mayor protagonismo a los jefes guerreros, los cuales, apoyándose sobre el dominio de fincas cada vez más extensas y sobre el control de portazgos y rutas de comercio, lograban reunir a su alrededor a un cada vez más nutrido grupo de esclavos, siervos y seguidores libres, a la par que tendía a hacerse hereditaria. Esta nueva nobleza recibía el nombre de jeburtsadel y sus miembros, que a menudo ostentaban el título de herzog, contaban con cada vez más nutridos grupos de seguidores armados, o gefolge, con los que compartían aventuras guerreras, mesa y riquezas y, en caso de fracaso, la muerte.
Figura 6: Estela funeraria de Tryphon, jinete sármata muerto en algún momento entre los siglos II y III. Hallada en Tanais, actual Rostov del Don (Ucrania). La leyenda que acompaña reza «Tryphon, hijo Andromenes», en lengua griega, por efecto de la fuerte helenización de las costas del mar Negro. Se trata de un testimonio del modo de combate sármata, con empleo de la lanza larga –contos– esgrimida con ambas manos, así como de armadura corporal de escamas metálicas. Se cubre con un gorro cónico o, lo que es más probable, casco. Museo del Hermitage, San Petersburgo.
La nueva nobleza y sus gefolge fueron, sin duda, el motor de la migración y la tenemos que imaginar como el flujo hacia oriente y el mediodía de gefolge godos encabezados por sus herzog y acompañados por sus siervos, esclavos y familias. Estos grupos podían en ocasiones agruparse para enfrentar peligros y enemigos, pero, en general, debían de ser bastante independientes entre sí. No obstante, Jordanes sitúa a la cabeza de la migración a un mítico rey godo: Filimer, hijo de Gadarico.25 Sin embargo, no hay evidencia alguna de que Filimer existiera, ni de que en fecha tan temprana los godos dispusieran de un monarca supremo. Más bien, y como ya hemos apuntado, habría que pensar en muchos herzog, príncipes y reyes godos. En cualquier caso, ya fuera bajo la dirección del legendario Filimer o de cabecillas menores, los godos remontaron el valle del Vístula, giraron hacia el sudeste y, casi con toda probabilidad, se subdividieron en varios grupos, para encaminarse unos hacia Polesia y el río Prípiat, atravesando los inmensos pantanos del mismo nombre y alcanzar el Dniéper y sus riquísimos pastizales hacia el 230, mientras que otros grupos tomaban las rutas más occidentales y accedían a las laderas orientales de los Cárpatos o bajaban por los valles del Bug y el Dniéster para, asimismo, llegar a las riberas del mar Negro hacia el 215-220. Unas tierras que, precisamente y por aquellos mismos años, último tercio del siglo II e inicios del III, estaban siendo desocupadas por los sármatas roxolanos que, empujados por los alanos, se estaban sumando a sus parientes, los sármatas yaciges de la llanura panónica, en sus guerras contra Roma.26
Sin embargo, las tierras de Oium/Sarmatia no eran terrenos vacíos. Bandas de sármatas roxolanos, taifales y dacios no sometidos, como los carpos y costoboques, se entremezclaban con grupos muy complejos como los boranos, «gentes del norte», con otras agrupaciones de germanos como los burios, cotinos, hérulos, bastarnos y peucinos y con los alanos, el último grupo sármata que, empujando desde el Kubán, el Don y el Dniéper, se estaba instalando en las estepas del Dniéster y el Bug. Por si fuera poco, la arqueología y las fuentes de la época señalan evidencias en la región de grupos que podríamos denominar protoeslavos y que habitaban ya en los pantanos del Prípiat, en los valles y montes más aislados de los Cárpatos orientales y en las márgenes boscosas de los grandes ríos de la región: Dniéster, Dniéper y Don. Son los vénetos o esclavenos y antas que señala Jordanes y los esclavenos y esporos que cita Procopio.27
Los godos lograron hacerse sitio entre todos estos pueblos guerreando contra ellos y expulsándolos de sus tierras o sometiéndolos, pero también aliándose y mezclándose con ellos. Hacia el 215-225 ya estaban asentados en las llanuras del norte y centro de Moldavia y en las laderas orientales de los Cárpatos, en lo que hoy son las regiones fronterizas de Rumanía con Moldavia y Ucrania. Luego alcanzaron las fronteras de Dacia y del limes danubiano. De hecho, la primera evidencia de que los godos se estaban aproximando al limes romano,28 nos la suministra la inscripción de un oficial romano de tiempos de Caracalla (211-217), quien nos proporciona el nombre de su hijo: Guta. Nombre claramente gótico y que, teniendo en cuenta el rango de su padre, praepositus, apunta a que este último se había enrolado en las filas romanas en tiempos del emperador Septimio Severo (193-211).29
Ya en sus nuevos asentamientos, los godos no tardaron mucho en darse cuenta de las «posibilidades» de saqueo que ofrecían las cercanas provincias romanas de Dacia, Mesia y Tracia. Así que, a partir del año 238, comenzaron a asaltar la frontera junto con otras tribus.
El pueblo godo comenzaba a «poner a prueba el valor de los romanos» y sería una dura prueba, pues, como dice Jordanes, eran una «raza de hombres fieros y dispuestos siempre a combatir».30