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1 Heather, P.: «The late Roman art of client management, Imperial defence in the fourth century West», 15-72, en especial 37.

2 También Guy Halsall ha señalado el papel clave que Constantino desempeñó en la consolidación de la confederación tervingia: Halsall, G.: «Los gérmenes del apocalipsis», 6-11.

3 Recuérdense, por ejemplo, los miles de soldados romanos que desertaron del ejército del usurpador Pacatiano para pasarse a las filas del caudillo godo Cniva, o los cautivos minorasiáticos llevados a Gotia y entre los cuales nacería Ulfilas, el «Apóstol» y primer obispo de los godos.

4 Heather, P., Matthews, J., 1991, 52-54; Heather, P., 2006, 118-120.

5 Heather, P.: «The creation of the Visigoths», 59-61.

6 Passio San Sabae II.2, III.1, IV.4, VII.1-6 y VIII.1, en Delehaye, H.: «Saints de Thrace et Mésie», 161-300.

7 Heather, P., 2006, 117-118.

8 Origo Constantini Imperatoris, 5, 27 y 6, 31; Zósimo, Nueva historia, II, 88; Sanz Serrano, R., 2009, 92-94. La supuesta germanización e incluso gotización de los ejércitos de Constantino se apoya en la noticia ya referida de Zósimo. Ahora bien, este no menciona a los godos que, por otro lado y teniendo en cuenta el contexto de la noticia, la guerra civil con Majencio en el 312, no podían militar en las huestes constantinianas, a la sazón limitadas a la prefectura de las Galias. Además, Zósimo menciona que 98 000 bárbaros «germanos y celtas» formaban en los ejércitos de Constantino y que Constantino los había reclutado entre los cautivos bárbaros que había hecho y entre las tropas de Britania y Germania. De esto último y del arcaizante «celtas» podría deducirse que muchos de esos supuestos 98 000 bárbaros no serían sino soldados romanos procedentes de Britania, las Galias y las Germanias.

9 Kazanski, M.: «Los godos en el siglo IV», 26-34. El autor hace hincapié en el carácter pluriétnico de los nuevos godos y de su cultura y en la importancia de los cautivos, emigrantes y mercaderes romanos. No estamos de acuerdo con él en otro punto: la vinculación entre tervingios y visigodos y entre greutungos y ostrogodos. En este punto y al igual que Peter Heather, Guy Halsall o Roger Collins no creo que pueda sostenerse dicha aseveración si nos basamos en las informaciones de las fuentes primarias.

10 Filostorgio, Historia eclesiástica, 2.5, en Amidon, Ph. R., 2007.

11 Tjäder, J. O.: «Der Codex Argenteus in Uppsala und der Buchmeister Viliaric in Ravena», 144-164 y Gryson, R., 1980.

12 Tjäder, J. O.: «Der Codex Argenteus in Uppsala und der Buchmeister Viliaric in Ravena», 144-164. Los llamados godos de Crimea se dividían en tetraxitas, asentados en ambas orillas del Estrecho que separa el mar de Azov del Negro y los godos de Dori, que habitaban en las montañas del sudoeste de Crimea. Sostuvieron su independencia hasta el siglo XV en que fueron dominados por los turcos otomanos. No obstante, mantuvieron su lengua y su cristianismo hasta bien entrado el siglo XVIII en que terminaron fundiéndose con los griegos y los tártaros de Crimea.

13 Heather, P., Matthews, J., 1991, 51-93; Heather, P.: «The creation of the Visigoths», 41-73.

14 Heather, P., Matthews, J., 1991, 51-81.

15 Origo Constantini Imperatoris, 5, 27 y 6, 34.

16 Jordanes, Getica, XXIII 116-119.

17 Roger Collins señala esta idea subyacente en la mayor parte de la historiografía de la primera mitad del siglo XX. Collins, R., 2005, 9-12.

18 Historia Augusta, El divino Claudio, 25, 5.

19 Claudio Mamertino, Panegírico de Maximiano Hercúleo, 17.20, 1-4, en De la Baune, J.,1676, 137-138.

20 Jordanes, Getica, XXIX 146 y XXX 158.

21 Amiano Marcelino, Historia, XXVII.5.6; Temistio, A Valente por la paz, X.7, 134 y X.10-11 en Ritoré Ponce, J., 2000; Zósimo, Nueva historia, IV, 25, 2.

22 Temistio, A Valente por la paz, X.7 y 10-11.

23 Halsall, G.: «Los gérmenes del apocalipsis», 6-11.

24 Historia Augusta, El divino Aureliano, 26, 32-34.

25 Historia Augusta, El divino Aureliano, 26, 22.2.

26 Jordanes, Getica, XXI 112.

27 Temistio, A Valente por la paz, X.10-11 y Amiano Marcelino, Historia, XXVII.5.6.

28 Jordanes, Getica, XXI 112 y XXII 113. Toda esta parte de la historia de los godos es un desbarajuste cronológico y narrativo. Jordanes, entre otros dislates, hace a Atanarico sucesor de Fritigerno: Jordanes, Getica, XXVIII 142.

29 Jordanes, Getica, XXII 113 y XXXI 162.

30 Origo Constantini Imperatoris, 6, 34. Y sobre la común y a mi entender, errónea, ubicación de la guerra vándala de Geberico hacia el 334, véase la nota 198 de la página 123 de la traducción española de los Getica de Jordanes.

31 Herwig Wolfram no aclara las contradicciones cronológicas del relato de Jordanes y por ello tampoco puede aclarar qué relación tendría entonces Geberico con Ariarico, Aorico y Atanarico, ni con los otros godos señalados por la Origo Constantini Imperatoris. Véase: Wolfram, H.,1990, 62-63.

32 Claudio Mamertino, Panegírico de Maximiano Hercúleo, 17.20, 1-4, 137-138.

33 Origo Constantini Imperatoris, 5, 27.

34 Que Ariarico y Aorico no eran parientes de Geberico lo deja claro Jordanes al glosar la genealogía de Geberico por muy fantástica que esta última pueda ser: Jordanes, Getica, XXII 113. Según Jordanes, Geberico era hijo de Hilderico, nieto de Ovida y bisnieto de Nidada. ¿Se hallarán Canabaudes y Alica detrás de esos nombres? No lo sabemos ni es necesario; para sostener nuestra tesis basta con que Geberico, Alica y Canabaudes fueran parientes, algo que, por otra parte, aprueba Jordanes, pues ni el padre, ni el abuelo, ni el bisabuelo de Geberico aparecen como reyes de los godos. Y, puesto que las fuentes romanas del siglo IV sí atestiguan como reyes a Alica y a Canabaudes, la conclusión es inevitable: Geberico pudo ser sobrino, primo, etc., pero no su hijo o su nieto.

35 Wolfram, H., 1990, 71-72 y 118-121.

36 Origo Constantini Imperatoris, 6, 34 nadie señala la importancia de este hecho en relación con el poder de los tervingios.

37 Amiano Marcelino, Historia, XXIII.3.1-2, XXIII.3.5, XXV.7.10, XXV.9.12-13, XXVI.5.8, XXVI.6-10, XXVII.4.1 y XXVII.5.1; Temistio, Del fracaso de los usurpadores en tiempos de Valente, VII.4-5; Zósimo, Nueva historia, IV, 4-8 y IV, 10-11.

38 Amiano Marcelino, Historia, XXVII.5.1-9; Temistio, A Valente por la paz, X, 6-12; Zósimo, Nueva historia, IV, 11.

39 Halsall, G.: «Los gérmenes del apocalipsis», 6-11.

40 Temistio, A Valente por la paz, X, 8.

41 Amiano Marcelino, Historia, XXVII.5.1-9; Temistio, A Valente por la paz, X, 6-17; Zósimo, Nueva historia, IV, 11; Heather, P., 2006, 102-106.

42 Amiano Marcelino, Historia, XXVII.5.10.

43 Sinor, D.: «The hun period», 179.

44 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.3.5.

45 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.16.2.

46 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.2.1.

47 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.2.21.

48 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.2.1-2.

49 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.2.2.

50 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.2.3-12.

51 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.2.7.

52 Jordanes, Getica, XXIV 130.

53 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.2.22 y XXXI.2.14.

54 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.3.1-3; Jordanes, Getica, XXIV 129-130. Jordanes, siempre atento a ensalzar a los godos, omite el suicidio de Ermenrico para no empañar su imagen heroica.

55 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.3-4. Para la génesis y ascenso de los hunos pueden consultarse los dos capítulos iniciales de nuestra obra: Soto Chica, J., 2019, 1-122.

56 Grousset, R., 1991, 105-106.

57 Soto Chica, J., 2019, 1-122.

58 Ambrosio de Milán, Expositio evangelii secundum Lucam, X, 10 en Adriaen, M. (ed.), 1972.

59 Guzmán Armario, F. J.: «El cruce del Danubio», 26-34.

60 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.4.12.

61 Esto es lo que percibió lo que hoy llamaríamos la «opinión pública» y lo que muchos consejeros de Valente vieron en un primer momento: Amiano Marcelino, Historia, XXXI.4.4.

62 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.3.8 y XXXI.4.1-5.

63 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.4.2.

64 Eunapio de Sardes, Historia, frag. 42, en, Blockley, R. C., 1981.

65 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.4.5-6 y XXXI.4.12; Eunapio de Sardes, Historia, frag. 42.

66 Las fuentes primarias y principales para el estudio de la guerra de Mavia son: Rufino de Aquilea, Historia eclesiástica, II, 6, en Migne, J. P. (ed.), 1878; Teodoreto de Ciro, Historia eclesiástica, IV, 20 en Migne, J. P., 1864; Sócrates Escolástico, Historia eclesiástica, IV, 25 y IV, 36 en Migne, J. P., Patrología Graeca, vol. 60; Sozómenos, Historia eclesiástica, VI, 38-39 y VII, 1 en Migne, J. P. (ed.), Patrología Graeca, vol. 67; Teófanes el Confesor, Crónica, 5869 y 5870, en Mango, C., 1997; Amiano Marcelino, Historia, XXXI.16.5-7; Zósimo, Nueva historia, IV, 22. Pueden consultarse nuestros trabajos: Soto Chica, J.: «Mujeres al frente de ejércitos: Mavia, reina de los árabes, vencedora de los romanos. 375-383», 445-472 y Soto Chica, J.: «Señoras de la Alta Edad Media en la guerra: el caso de Mavia», 79-90.

67 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.4.5-11; Eunapio de Sardes, Historia, frag. 42 y ss.; Zósimo, Nueva historia, IV, 20-22.

68 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.8-11 y XXXI.5.1-10; Zósimo, Nueva historia, IV, 20-22.

69 Para las difíciles relaciones entre romanos y bárbaros, véase el estupendo artículo de Esther Sánchez Medina: Sánchez Medina, E.: «Xenofobia a la romana», 50-54.

70 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.6.1-8.

71 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.6.1-8.

72 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.7.11.

73 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.7.1-16.

74 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.8.1-10; Zósimo, Nueva historia, IV, 20-22.

75 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.9.1-5.

76 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.11.6.

77 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.11.4-5; Zósimo, Nueva historia, IV, 20-22.

78 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.12.1-10 y Amiano Marcelino, Historia, XXXI.13.5 y ss.; Zósimo, Nueva historia, IV, 20-22; Sócrates Escolástico, Historia eclesiástica, IV, 34 y 36; Sozómenos, Historia eclesiástica, VI, 38.

79 Son muchas las fuentes que narran o recogen la gran batalla. Las primarias o principales son: Amiano Marcelino, Historia, XXXI.12.10-17 y XXXI.13.1-11; Eunapio de Sardes, Historia, frag. 44 y 45; Zósimo, Nueva historia, IV, 20-22 y 24; Jordanes, Getica, XXVI 138; Orosio, Historias, VIII, 33.11-15; Filostorgio, Historia eclesiástica, IX, 17; Libanio XXIV, 4, en Foerster, R., 1903-1927; Sócrates Escolástico, Historia eclesiástica, IV, 38; Sozómenos, Historia eclesiástica, VI, 40; Juan Zonarás XIII, 16, en Grigoriadis, I., 1995; San Isidoro, Historia, 9.

80 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.13.13-17; Zósimo, Nueva historia, IV, 22; Jordanes, Getica, XXVI 138; Orosio, Historias, VIII, 33.15-19; San Isidoro, Historia, 9.

81 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.13.18.

82 MacDowall, S., 2001, 26-33 y 60-83; Heather, P., 2006, 234-238.

83 MacDowall, S., 2001, 26-33 y 60-83; Heather, P., 2006, 234-238.

84 Lenski, N.: «El día más nefasto», 38-44.

85 El mejor análisis de la batalla sigue siendo en mi opinión el de Arther Ferrill. Solo se puede señalar un error grave al gran maestro: ignora el papel de los greutungos y alanos. Pero su evaluación de las tropas y de los condicionamientos tácticos es impecable: Ferrill, A., 1989, 56-64; Pavan, M.: «La battaglia di Adrianopoli. (378) e il problema gotico nell’imperio romano», 153-165; Rodríguez González, J., 2005, 213-214.

86 Un ejemplo, entre muchos: Guzmán Armario, F. J.: «El cruce del Danubio», 26-34.

87 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.13.2.

88 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.13.3.

89 Amiano Marcelino, Historia, XXXI.13.5.

90 Soto Chica, J.: «Antes de la batalla. El Imperio romano en vísperas del desastre», 12-18.

Los visigodos. Hijos de un dios furioso

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