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ОглавлениеLA DÉCADA DE LOS CINCUENTA
Una nueva etapa empresarial. Nuevos socios y la compra de la Librería Hispano Americana
El 17 de marzo de 1950 se constituye una «sociedad irregular de carácter privado» para la explotación de un negocio comercial como es la Librería Hispano Americana, situada en la actual Gran Vía de las Cortes Catalanas, 594 (entonces llamada Avenida José Antonio Primo de Rivera). Este negocio giraría a nombre de Josep Maria Boixareu Ginesta. Mi padre compró la librería a don Espejo de Hinojosa que, al mismo tiempo, era el director de la Escuela de Comercio. La librería se dedicaba principalmente a la venta de los libros prescritos como texto en la Escuela de Comercio. En esta sociedad irregular, entraron unos nuevos socios de la editorial argentina HASA (Hispano Americana, S. A.), Eduardo Rolando Dubuisson y Alfredo Vacas, con quienes ya se habían mantenido relaciones de exportación e importación. El 17 de mayo de 1950 se constituyó, ante el abogado Antonio Miserachs Rigalt, un «contrato de sociedad mercantil, irregular, particular y privada» entre Josep M. Boixareu Ginesta, Manuel Marín Bonell, Carlos Comas Donat, Eduardo Rolando Dubuisson y Alfredo Vacas1. Se adjunta una reproducción2 de la información que proporcionó la editorial argentina HASA sobre sus actividades. El 31 de julio de 1950 se constituyó formalmente la sociedad anónima Marcombo, S. A.3, con un capital de 2 000 000 de pesetas (véase la reproducción de una acción)4. El negocio ya hacía cinco años que funcionaba.
1. Contrato de sociedad mercantil, irregular, particular y privada.
2. Información que proporcionó la editorial argentina HASA sobre sus actividades.
3. El 31 de julio de 1950 se constituyó formalmente la sociedad anónima Marcombo S. A.
4. Reproducción de una acción de Marcombo S. A.
Antes de tratar la evolución temprana de la Librería Hispano Americana, terminaré con la historia de los socios argentinos. Hasta el año 1959, se habían publicado una veintena de libros en coedición con HASA, de Buenos Aires. A veces el copyright era de Marcombo, y otras veces era de HASA, pero los libros siempre se imprimían en Barcelona. Posiblemente, los primeros que se publicaron en coedición con la editorial argentina fueron La radio en esquemas, de J. de Ivana, y Lecciones de electricidad, de J. Ney (traducción de un original de la editorial francesa Dunod Éditeur).
El copyright de estas dos ediciones era de Marcombo, y de ambos libros se hicieron muchas ediciones y reimpresiones. También se hicieron muchas del libro de Christian Gelert, Aprenda radio en 15 días, que fue pirateado poco después en México por la Compañía Editorial Continental (CECSA). Conservamos un ejemplar de esta edición pirata5.
5. Aprenda radio en 15 días, a la izquierda; a la derecha, la versión pirata.
En esta época se publicó la segunda edición y las sucesivas del libro de José Alarcón Creus ahora titulado Tratado práctico de refrigeración automática6.
6. Tratado práctico de refrigeración automática, segunda edición.
En 1951 se publicó la primera edición en castellano de The Radio Handbook, traducción de la duodécima edición americana de Editors and Engineers. No recuerdo exactamente cuál es el título que cuenta con más ediciones en Marcombo pero, sin duda, The Radio Handbook7 está entre los primeros. En 1952 se publicó en dos volúmenes el Manual del ingeniero electricista8, de Harold Pender y William A. del Mar, traducción de la edición americana de John Wiley & Sons. Esta traducción al castellano la llevó a cabo un equipo de técnicos dirigido por el ingeniero Roberto Fuchs, de origen alemán, que por aquel entonces vivía en Argentina y que posteriormente se trasladó a Barcelona, donde colaboró en diversas publicaciones de Marcombo (sobre todo de libros alemanes). El Manual del ingeniero electricista constaba de dos volúmenes que, en conjunto, contenían más de 2000 páginas. Se imprimió en papel biblia.
En 1953 se publica Fundamentos de mecánica aplicada, de Ch. C. Dull e Ira G. Newlin, traducción de la edición americana del Departamento de Guerra y Oficina de Educación de los EE. UU. También ve la luz Matemáticas elementales para radio y electricidad, de G. F. Maedel. En 1954 se publica la obra hermana de la de Pender y Del Mar; se trata del Manual de comunicaciones y electrónica9, de Harold Pender y Knox McIlwain, traducida por Luis Ibáñez a partir de la edición americana de John Wiley & Sons, y dirigida por Manuel Marín. La obra, en dos volúmenes, suma un total de 1890 páginas. Probablemente sea el primer libro en el que aparece el término «electrónica», ya que hasta entonces todo era radio y electricidad. Marcombo fue la editorial pionera en este campo en español.
7 y 8. The Radio Handbook y Manual del ingeniero electricista.
9, 10 y 11. Manual de comunicaciones y electrónica, Electromedicina y Receptores de televisión.
Hasta 1959 se publican, en coedición con HASA, títulos como los siguientes: Análisis de tensiones mecánicas, de Mark B. Moore; Relojes eléctricos, de Ludwig Lahotzky; Manual de antenas, de Woodrow Smith; Localizadores electrónicos de metales, de Harold S. Remo; Técnica y práctica de la modulación de frecuencia, de Manuel Marín; Vademecum del bobinador, de Manlio Mazzocchi, traducción de un original de Hoepli (Milán); Medidas eléctricas, de Isaac F. Kinnard; Magnetófonos, de Manuel Marín; Pequeños motores eléctricos, de R. Bevaert; Ascensores y montacargas, de G. Texier; Conservación preventiva de motores eléctricos, de Charles I. Hubert.
Marcombo sigue editando con copyright propio
Paralelamente a las coediciones con HASA, Marcombo sigue editando libros con copyright propio. Algunos ejemplos son los siguientes títulos: El oscilógrafo de rayos catódicos (1954), Construcción de amplificadores (1955), Instalaciones megafónicas (1955) y la 3.ª edición de Transformadores, de Singer (1955); todos estos títulos son traducciones de la editorial americana Gernsback Library. También hay que destacar la publicación de Receptores de televisión, de W. Buchsbaum.
Durante estos años, se inició la colección en español de la serie de libros de automóviles Crouse, cuyos primeros títulos fueron Equipo eléctrico del automóvil y Mecánica del automóvil. Se publicaron más de una docena de títulos, traducidos de la editorial americana McGraw-Hill. Tuvieron mucho éxito durante varios años, sobre todo en Latinoamérica. También se publicaron, entre otros, los siguientes títulos: Objetos dirigidos por radio (1955), Electromedicina10, de F. Moral (1956); Receptores de televisión11, de W.H. Buchsbaum (1956); Formulario de electricidad práctica, de A. Alastrué (1957); Localizadores electrónicos de metales, de H. S. Renne (1958); Radio y televisión. Curso preuniversitario, de M. Marín y E. Cubero (1958-1959); y El oscilografo en servicio, de F. Haas (1959).
Desarrollo y fin de las relaciones con los socios argentinos
Aparte de los contactos editoriales con los tres socios, con los señores Dubuisson12 —Don Eduardo y Doña María Luisa— existía una relación personal. Recuerdo que, todos los veranos, los Dubuisson venían con un Cadillac blanco que era la admiración de todo el mundo. Pasaban tres meses viajando por España y Europa. Traían regalos, se alojaban en el hotel Avenida Palace de la Gran Vía y las propinas que repartían por todas partes eran sonadas. Me permito contar una anécdota. Dubuisson tenía también relaciones con las editoriales Omega y Reverté y, a veces, iban a cenar todos juntos: los señores Paricio de Omega, Reverté, Dubuisson, Comas, Marín y Boixareu, con las respectivas esposas. Una noche fueron a cenar a un restaurante que había en un altillo del mercado de la Boquería, que tenía muy buena fama. El caso es que debió de fallar alguien, porque eran trece y Doña María Luisa, que era muy supersticiosa, se plantó y dijo que ella no cenaba en una mesa de trece personas. Solución de mi padre: llamarme a mí, que debía de tener trece o catorce años, para decirme que tomara un taxi y fuera hacia allí enseguida. Creo que fue la primera vez en mi vida que participé en una «cena de negocios». Además, en aquella época tampoco se salía mucho a cenar fuera de casa.
12. Los Sres. Dubuisson a la derecha.
Hacia 1957 o 1958, no sé muy bien por qué, las relaciones con los socios argentinos se fueron deteriorando. Había algo extraño, que más tarde se descubriría. Existe la copia de una carta, de 14 de abril de 1959, de algún abogado o intermediario, dirigida a mi tío Marín (véase la primera página)13, en la que se pone en evidencia una situación de ruptura inminente de las relaciones empresariales. Algunas de las frases más significativas son las siguientes: «No sé si sabe V. que Boixareu quiso poner en antecedentes de lo que ocurría a Paricio, amigo de Reverté, para informarlo bien del caso, puesto que nos constaba que Vacas le había hablado ya de ello (...). Paricio vio el asunto claro, y hoy, este nos ha visitado para decirnos que Vacas le hacía intervenir en busca de una solución que pudiera abarcar también una separación de los dos socios de nuestras empresas, ya que dicho señor comprende que, a partir de este incidente, nuestras relaciones amistosas con los de allá no podrán seguir con la simpatía de hasta ahora...». Yo no sé, o no recuerdo, cuál fue el incidente citado, pero más adelante dice: «Puesto que entendemos, tanto Boixareu como yo, que tiene más lucidez que nosotros, le rogamos que vaya analizando esto y reflexionemos estos puntos: 1.- Nos interesa la desaparición de estos Sres. de las dos empresas...».
Con fecha de septiembre de 1959 (en la copia no consta el día), aparece la segunda página del borrador de contrato de separación con anotaciones manuscritas de mi padre en los márgenes. La separación se consumó antes de que acabara el año. El acuerdo consistió en pagar, por la participación de los socios Dubuisson y Vacas, la cantidad de un millón de pesetas y parte de los ejemplares que quedaban en el almacén de los libros publicados conjuntamente. Recuerdo cómo cargaban esos libros para llevárselos hacia Argentina y al Sr. Vacas controlando la operación.
A los Dubuisson no se les vio nunca más el pelo. Don Eduardo no dejaba de despertar ciertos interrogantes. Era un editor, y no de los más importantes de Argentina, y no se acababa de entender su tren de vida —sabiendo, además, que los tres socios de Marcombo, sobre todo mi padre, conocían el negocio—. El misterio se desveló al cabo de un tiempo, cuando mi padre recibió una citación de la Unidad de Delitos Monetarios del IEME (Instituto Español de Moneda Extranjera)14, en la cual se le requería que se presentara en Madrid. Afortunadamente, el director general del IEME era un excatedrático de Economía de la Universidad de Barcelona que conocía muy bien a mi padre porque había colaborado con Marcombo. Este señor —cuyo nombre creo que debo guardar— le contó que habían detectado un ingreso en una cuenta suya (de mi padre) de una cantidad de dinero —no recuerdo si eran pesetas o divisas—, realizado por un tal Eduardo Dubuisson, de nacionalidad extranjera, que estaba buscado internacionalmente por ser traficante de divisas. A mi padre se le cayó el mundo encima, pero también empezó a comprender muchas cosas. Aquel ingreso lo hacía el señor Dubuisson cada vez que venía a Barcelona a nombre de mi padre porque no lo podía hacer a su nombre, y le servía para ir cubriendo sus gastos mientras viajaba a todo tren por Europa. Gracias a la confianza que el director del IEME tenía en mi padre, aquello acabó en una multa simbólica15.
13. Copia de una carta de algún abogado o intermediario dirigida a mi tío Marín.
14. Citación de la Unidad de Delitos Monetarios del IEME.
15. Gracias a la confianza en mi padre, todo acabó en una multa simbólica.