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La revista Amenidades. Nuevas líneas de producto y sistemas de venta

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Josep M. Boixareu Ginesta, inquieto por promocionar la librería y los libros que ofrecía, creó diversos sistemas de publicidad. Posiblemente, el de más entidad fue el lanzamiento de una revista de divulgación científica y técnica cuyo nombre de cabecera era Amenidades. En 1959 se concedió la marca8 y, durante un tiempo, la revista fue el folleto de publicidad de la librería; hasta que las autoridades que controlaban la prensa de la época nos obligaron a inscribirla como revista —solicitud que hizo mi padre en 1968, tal como consta en el BOE de 16 de marzo de aquel año7—.


7. BOE, 16-III-1959.


8. Concesión de la marca Amenidades.

Entonces, las revistas de cualquier tipo exigían que hubiera un director periodista. El director elegido fue Jaume Castell, que trabajaba en la sección cultural de La Vanguardia. Se publicaban artículos originales y traducciones de revistas extranjeras. No puedo dejar de recordar que en Amenidades empecé a hacer mis primeros ensayos como articulista. Evidentemente, hacía reseñas de libros técnicos, sobre todo de los publicados por Marcombo, además de publicidad de estos últimos. El diseño era muy adecuado al público al cual se dirigía, y el formato era de bolsillo, con la idea de que se pudiera leer en el tranvía. Era mensual y se distribuía gratuitamente. Duró unos cuantos años y fue un medio de promoción extraordinario hasta que, por razones de sostenibilidad económica, dejó de publicarse en mayo de 19709.


9. Muestra del diseño de cubierta de Amenidades.

Paralelamente a todas estas actividades, mi padre decidió que la librería tenía que ofrecer también libros extranjeros, tanto los publicados en español en Latinoamérica como los publicados en otras lenguas —como el francés, el inglés y, en menor medida, el alemán—. Por este motivo, se tuvo que solicitar la inscripción en el registro de importadores10; se hizo el 5 de junio de 1966, tal como consta en el documento adjunto. Con esta decisión, la LHA empezó a importar libros técnicos de las editoriales argentinas, mexicanas, norteamericanas, inglesas, francesas, alemanas o italianas más acreditadas. De esta forma, podía ofrecer los mejores títulos del mundo prácticamente en cualquier lengua.


Los técnicos, los profesores y los estudiantes empezaban a leer en idiomas extranjeros —algo poco frecuente hasta entonces—, y ahora podrían disponer de la mejor bibliografía técnica internacional. Esto también suponía para la editorial una información valiosa para saber qué materias o autores extranjeros tenían más demanda y aplicarla a su estrategia editorial —una buena sinergia entre la LHA y Marcombo—. En el año 1969, la librería, que hasta entonces estaba a nombre de mi padre, pasó a formar parte de la sociedad anónima Marcombo.

En 1972 se lleva a cabo la primera reforma física de la librería. Se suprimen los mostradores de madera por otros con vitrina superior y una moderna caja detrás de la cual luce un cuadro del artista Ramón Noé11. El 27 de abril de 1973, Josep M. Boixareu Ginesta publica en el Diario de Barcelona un artículo sobre la librería especializada, al mismo tiempo que se celebra su aniversario, aunque no se sabe exactamente la fecha de su fundación. Según diferentes datos documentales, podría haber sido antes de 1937, o en la Gran Vía en 1941.

Una sección que puso en marcha mi padre y que fue muy provechosa fue la de venta a plazos y por cuenta corriente. Para encargarse de ella, contrató al Sr. Pradel, a quien ayudaba un hijo suyo. No hace falta explicar cómo funciona el tipo de venta a plazos; muchas editoriales se crearon y crecieron gracias a esta modalidad, hasta que pasó a mejor vida y esas editoriales tuvieron que renovarse, diversificarse o cerrar. Otra cosa es la venta por cuenta corriente. El cliente abría una cuenta corriente y pagaba una cuota mensual. Esto le permitía ir comprando libros hasta que tuviera un saldo acreedor del doble de la cuota. Para el cliente, suponía una especie de compra a plazos con una cuota fija —comprar libros por más de lo que había pagado—, y para la librería era una forma de fidelizar a los clientes. El Sr. Pradel visitaba escuelas, bibliotecas, empresas y particulares que compraban mediante una de estas modalidades, lo que comportaba una notable complejidad administrativa.

Otra modalidad de venta, tanto para la librería como para la editorial, era la venta contra reembolso, sistema que alcanzaba los picos más importantes como consecuencia de las campañas de publicidad antes citadas. También suponía una gran labor administrativa y logística, tanto en el almacén como en lo referente al transporte, sobre todo en Correos. No recuerdo si era cada semana o cada quince días cuando el cartero traía un cheque por el valor de las ventas que se habían hecho mediante este procedimiento. En todas estas modalidades había morosos a los que había que gestionar administrativamente. Todo con papeles a mano o escritos con máquina de escribir. Y sin informática.


11. Librería Hispano Americana.

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