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LA LIBRERÍA HISPANO AMERICANA Los primeros tiempos

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Según anotaciones hechas por él mismo, el 20 de julio de 1949, Josep M. Boixareu Ginesta compra la Librería Hispano Americana a Don Ricardo Espejo de Hinojosa, entonces director de la Escuela de Comercio de Barcelona. La librería se dedicaba casi exclusivamente al libro de comercio y tenía la exclusiva de los libros de texto cuyos autores eran los profesores de la misma escuela. Ese era el negocio que mi padre fue transformando a lo largo de los años con el objetivo de convertirlo en una librería técnica que pudiera establecer sinergias con la línea de la editorial. A mi padre le gustaba la actividad librera y le gustaba el nombre de aquella librería. Marcombo había empezado a establecer relaciones con Hispanoamérica, Iberoamérica, Latinoamérica, o como lo quieran llamar, porque todas estas formas son válidas para designar el conjunto de aquellos países americanos que hablan sobre todo español, pero también portugués (lenguas latinas, en definitiva).

El hecho de que la librería estuviera dedicada al libro de texto hacía que cada inicio de curso, en aquel entonces el 2 de octubre, fuera una locura. Recuerdo que nos pasábamos todos los fines de semana, incluyendo los domingos, clasificando y haciendo paquetes de los libros que la semana siguiente serían repartidos en escuelas y academias. Este fue mi primer trabajo; en pantalón corto, ya ayudaba a hacer paquetes. Los días laborables del mes de octubre, a partir de media tarde, cuando los alumnos salían de la escuela, en la librería no se cabía. Tenía unos 120 metros cuadrados. En la entrada, antes de la puerta, había escaparates interiores a ambos lados. Entonces se despachaba detrás de unos mostradores de madera bajo los cuales había una provisión de los libros más pedidos. Al fondo se encontraba el despacho de mi padre y un espacio repleto de ficheros, libros especiales y un montón de cosas. (En aquel embrollo de papeles, un día encontré un impreso de la Librería Hispano Americana, del año 1937, con dirección postal en la calle Craywinckel. Por lo tanto, es posible que la fundación de la LHA fuese más antigua que aquella fecha y que estuviera situada en otro lugar de la ciudad). Mi padre, entre la tienda y el despacho, se hizo instalar una puerta de cristal que le permitía ver qué ocurría en la tienda sin ser visto. Los paquetes los hacíamos en un patio interior, como podíamos.

Era un negocio exageradamente estacional. Por este motivo, y pensando en que algún día se acabarían las exclusivas de los libros de texto, se fueron diversificando las materias ofrecidas, comenzando con la introducción de libros técnicos afines a las especialidades de Marcombo, pero también de cualquier otra editorial. La exclusiva del libro adoptado, sin embargo, aún duró varios años. Incluso después, Marcombo publicó algunos de estos libros, que en principio editaban los propios autores. Al terminar el primer trimestre, cuando ya se habían hecho las liquidaciones correspondientes, los autores iban pasando a cobrar lo que se llamaba «derechos de adopción». Estos pagos se hacían dentro, en el despacho de mi padre.

Cuando Josep M. Boixareu Ginesta compró la librería, el encargado era el Sr. Sorribes; el dependiente, el Sr. Lloret, que se quedó unos cuantos años más; y el aprendiz, el Sr. Manuel Galli, que aún llevaba pantalón corto, pero que trabajó allí hasta que se jubiló. Manuel Galli hizo historia en la librería y, en aquel tiempo, fue uno de los mejores libreros de Barcelona y se convirtió en un icono durante más de cuarenta años. Estudió Profesorado Mercantil y dominaba perfectamente los libros y los autores que se vendían durante la primera época. Antes de la informatización era un catálogo viviente de libros de cualquier especialidad técnica o científica. Era conocido y apreciado por muchísimos clientes por su amabilidad extraordinaria. Vivió dos transformaciones físicas de la LHA. Más adelante aparecerá en diversas fotografías de este libro, la primera de las cuales, de 1964, es la que se muestra en esta página. En ella, Manuel Galli se sitúa a la izquierda de la imagen, acompañado de Fina Marín, Maite Arias y yo mismo detrás de un mostrador, ya de cristal1.

Al principio, durante unos pocos años, las dependencias de la librería y de la editorial estaban separadas en locales distintos: la librería, en la Avenida José Antonio, 594; y la editorial, en Vía Layetana, 21. Al lado de la librería, y en la misma finca, había una agencia de viajes llamada Viajes Lugar. Un buen día, a mediados de los años cincuenta, mi padre se enteró de que aquel negocio se vendía y no paró hasta que consiguió que se lo traspasaran. Tenía buena pinta para ambas actividades y, así, mi padre no tendría que ir de un lado a otro —sobre todo teniendo en cuenta que hasta el año 1964 compaginó los dos trabajos con su cargo en la RENFE; ¡una locura!—.


1. Manuel Galli a la izquierda de la imagen, acompañado de Fina Marín, Maite Arias y yo mismo detrás de un mostrador, 1964.

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