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ANTECEDENTES FAMILIARES Una empresa familiar: los Boixareu, los Ginesta, los Vilaplana

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Josep Maria Boixareu Ginesta fundó Marcombo en el año 1945 junto con sus socios Manuel Marín y Carlos Comas. Fue él quien, desde los inicios, llevó las riendas de la editorial a nivel ejecutivo. El nombre comercial que adoptaron fue Marcombo, anagrama de las iniciales de Marín, Comas y Boixareu. La familia Boixareu es el linaje que ha regido la empresa hasta nuestros días. Iremos repasando su evolución a lo largo de este libro.

Josep Maria Boixareu Ginesta, mi padre, nació el 21 de agosto de 1909 en Sant Iscle de Vallalta, comarca del Maresme y provincia de Barcelona. Era hijo de Martí Boixareu Sorigué y de Rosa Ginesta Costa. El abuelo Martí nació en El Pont de Claverol, en el Pallars Jussà (provincia de Lleida), el 3 de enero de 1870, en una gran masía llamada El Molí de Palau1, hoy sumergida bajo las aguas del pantano de Sant Antoni, construido a principios del siglo xx en el cauce del río Noguera Pallaresa. Estudió magisterio en la Escuela Normal de Lleida, todavía en el siglo XIX. Para ir de La Pobla de Segur a Lleida bajaba en las balsas que, por aquel entonces, no solo transportaban por el río troncos de árboles y madera, sino también humanos y animales. Martí fue maestro rural y tuvo distintos destinos; en uno de ellos, Sant Iscle de Vallalta, nació mi padre. Después lo destinaron a Arenys de Munt, donde vivió la familia Boixareu Ginesta: el abuelo Martí, la abuela Rosa, mi padre y mi tío Joan. Allí, el maestro y abuelo Martí sufrió un ataque de apoplejía, que le incapacitó para ejercer su profesión. Los abuelos Martí y Rosa, a pesar de su precaria situación, tenían pequeños ahorros, y en el año 1935 compraron una casa con huerto en el Pla de Llerona (municipio de Les Franqueses del Vallès, provincia de Barcelona), donde vivieron durante los años de la Guerra Civil.


1. El Molí de Palau y su capilla, Socors.

El abuelo murió el 21 de mayo de 1943. Tengo pocos recuerdos suyos: dándome pasas que guardaba en un bote de hierro oxidado, yendo muy pronto por la mañana al huerto antes del desayuno para comerse una guindilla allí mismo, y el día en que se lo llevaron difunto hacia el cementerio de Llerona. A mí no me dejaron ir2.

La abuela Rosa Ginesta era natural de Arbúcies (comarca de la Selva, provincia de Girona). Allí, en la pastelería Cal Piconaire, su abuelo había inventado el pa de pessic*. Esto no se le puede discutir a nadie de Arbúcies, y mucho menos a los de Cal Piconaire. No sé cómo se conocieron mis abuelos, pero la Selva y el Maresme son comarcas vecinas. De la abuela Rosa sí tengo muchos recuerdos. Murió cuando yo tenía 13 años; dormíamos en la misma habitación, entonces en Barcelona, y yo avisé a mis padres de los gemidos que daba. Cuando llegó el médico, el doctor Montserrat, ella ya estaba muerta. Con la abuela dimos bastantes vueltas, sobre todo por sus lugares preferidos: Arbúcies, Joanet, Sant Hilari y, no digamos, por todos los bosques y las fuentes de Llerona. Recuerdo que íbamos a buscar setas a los bosques de Can Gorgs y de Can Guilla. La abuela, siempre con un pañuelo negro en la cabeza, llevaba aceite, sal, ajo y perejil en los bolsillos del delantal. Una vez cosechadas las setas, entre ella y mi padre, que llevaba encendedor porque fumaba mucho, las cocían a la piedra. ¡Qué delicia! ¡En mitad del bosque! La abuela Rosa tenía amigas en todo Llerona. Murió el día que cumplía 80 años y en su entierro —a este sí asistí— me emocioné al ver llorar a mi padre, que ya era editor y librero.


2. Enfrente de la casa de Llerona, 1942. De izquierda a derecha, abuelo Martí, abuela Rosa, padre Josep M. Boixareu Ginesta, madre Mercè Vilaplana, tío Joan, tía Josefina; los pequeños somos mi prima Genoveva y yo mismo. Debajo a la izquierda, el recordatorio del funeral y un texto sobre Cal Piconaire.

De mis abuelos maternos sé muy poca cosa. No los llegué a conocer. Murieron cuando mi madre era bastante joven; no recuerdo exactamente la edad, pero debía de tener entre catorce y dieciséis años. El abuelo, Ignasi Vilaplana Gomà, había nacido en una gran casa de payés de Sarroca de Lleida, Cal Quico3. La casa estaba situada justo en el centro del pueblo, y las tierras se extendían por todos los alrededores; era una gran extensión de almendros y olivos. Se casó con la abuela, Joaquima Jové, de Llardecans, a pocos kilómetros de Sarroca. El único documento que conservo del abuelo Ignasi es una copia manuscrita de su testamento, con fecha 3 de marzo de 1922, en el que reparte las tierras entre sus hijos vivos, porque los demás habían muerto durante la epidemia de gripe de 1918 (que se llevó a su primogénito, Mn. Josep Vilaplana, y a Pilar Vilaplana). En ese testamento nombra como heredero a su hijo Ignasi Vilaplana Jové. Y, en lo que respecta a mi madre, dice lo siguiente: «Lega a su hija Mercedes Vilaplana Jové, en primer lugar, las fincas que posee el testador en el término de Sarroca de Lérida y las partidas llamadas “Camí de Aytona”, “Camí de la Granja” y “Avellà” y, en segundo lugar, para cuando tome estado, dos camas, cuatro colchones y las demás ropas y muebles correspondientes, tal como fueron entregados a sus otras hermanas». Y añade: «Impone al heredero, que luego nombrará, la obligación de mantener a la hija del testador Mercedes Vilaplana Jové de todo lo necesario a la vida humana en la casa del heredero o fuera de ella, y de costearle la carrera que quiera seguir; todo hasta que tome estado o reciba el legado antes practicado a la misma, al cual se añadirá la cantidad de diez mil marcos».


3. Cal Quico de Sarroca.

Mi madre, Mercedes y Concepción Vilaplana Jové4, según consta en su certificado de nacimiento, nació en Sarroca de Lleida el día 14 de junio de 1904. Su padre, el abuelo Ignasi antes citado, tenía 45 años, y su madre, la abuela Joaquima, 40. Fue la menor de ocho o diez hermanos. Por este motivo, quedó bajo la tutela de su hermano Ignasi. Estudió interna en el Colegio Lestonnac de Lleida.

Al terminar, quiso estudiar Filosofía y Letras, pero su hermano-tutor se lo impidió alegando que no era una carrera para mujeres y que, como máximo, podría estudiar Magisterio; y eso tuvo que hacer. Estudió en Lleida y, una vez terminados los estudios y emancipada, pidió plaza en el lugar más alejado de su extutor. Le otorgaron plaza en Montanicell5, a hora y media de Organyà en burro. Al llegar allí, se encontró con una escuela cerrada en el edificio del Ayuntamiento. Contaba que, al principio, tenía que ir a recoger a las criaturas por las masías del municipio. Los padres solían resistirse a dejar ir a sus hijos a la escuela, argumentando que los necesitaban para trabajar en el campo o en casa. La nueva maestra los amenazó con denunciarlos a la Guardia Civil, pues la escolarización era obligatoria. Eran los años veinte.


4. Mercè Vilaplana Jové a la izquierda, con unas amigas en Lleida.


5. Tarjeta de la maestra Mercè Vilaplana, Montanicell.


6. Fotografía y certificado de trabajo de Mercè Vilaplana, 1937.

En Montanicell había una chica que apenas sabía escribir; y le pidió a la maestra del pueblo —mi madre— que le escribiera las cartas que dirigía a su prometido, que vivía en Rajadell (Bages). Resulta que en la estación de Rajadell trabajaba como factor Josep Maria Boixareu Ginesta, persona instruida, escritor, epicentro de esta historia y amigo del prometido de la chica de Montanicell. Este chico de Rajadell, viendo que su prometida de Montanicell le enviaba unas cartas de amor tan bien hechas, le pidió a su amigo factor que le contestara como merecía. Y así, se estuvieron intercambiando cartas durante un tiempo que desconozco.

Cuando se descubrió todo, resultó que los «negros», que eran quienes realmente se escribían las cartas, se habían enamorado por carta y sin conocerse. Quedaron para encontrarse un día en Lleida en un lugar que, de joven, una vez mi padre me enseñó: «Aquí nos conocimos con tu madre». Y aquella historia de amor epistolar acabó en boda. Hablaremos de ello más adelante.

Ahora seguiré explicando brevemente la historia de mi madre. Una vez casados, en el año 1932, mis padres se fueron a vivir a Badalona, donde mi madre ejerció de maestra en la Escola Catalana, como consta en el certificado de trabajo adjunto6 del año 1937 (véase una página de la revista Escola Catalana. 1926-1939, encabezada por el título «El parvulari de la senyoreta Mercè»7). Debo señalar que hablo de mi madre porque sin ella Marcombo no existiría, como veremos más adelante8.


7. Página de la revista Escola Catalana encabezada por el título «El parvulari de la senyoreta Mercè».


8. Abuelos, padres, tíos y hermana, 1934.

El 17 de abril de 1934, mis padres tuvieron una hija, Montserrat9, la hermanita que no llegué a conocer10. Mi madre guardaba una muestra de pelo, «las llaves del nicho de la niña», algunas fotografías como las adjuntas y su recordatorio11 con los poemas respectivos que mis padres le dedicaron12. Nuestra «germaneta del cel*», como la llamábamos los hermanos, murió el día 21 de diciembre de 1936, en vísperas de Navidad, como durante toda la vida recordaron mis padres. Y todavía les tenían que pasar muchas otras cosas.


9. El 21 de junio de 1932, mis padres tuvieron una hija, la Montserrat.


10. Mi madre paseando con la pequeña Montserrat.


11. Recordatorio de la «germaneta del cel».


12. Poemas que mis padres le dedicaron.

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