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Transformación y expansión

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La librería y la editorial estaban una al lado de otra y se acabaron conectando por detrás cuando desapareció la portería, y por el subterráneo cuando se hicieron obras de rehabilitación y modernización en la finca. Marcombo y la LHA compraron los bajos y, al cabo de los años, fueron adquiriendo los pisos superiores. Con el tiempo se comprobó que esas operaciones fueron acertadas.

Josep M. Boixareu Ginesta no solo transformó y dio un gran empuje a la librería, sino que también participó muy activamente en la promoción y la relevancia de esta actividad en el ámbito colectivo. Más adelante hablaremos de ello detalladamente. Como librero, editor y amante del libro, promovió intensamente la celebración del Día del Libro, el 23 de abril, Sant Jordi, que desde su creación en el año 1926 no había dejado nunca de celebrarse en Cataluña. Comenzó instalando una pequeña parada en el vestíbulo de la librería y una gran parada en el exterior, en mitad de la Gran Vía2.

Del año 1962 tenemos un testimonio gráfico de la pequeña parada montada en el vestíbulo de la librería, en la cual aparecen la dependienta Maite Arias y mi hermana Rosa Maria, que en un día como aquel fue a reforzar el personal, como hacíamos las familias Boixareu y Comas3. También participábamos en el concurso de paradas en la calle que organizaba el Gremio de Libreros de Barcelona. Del Día del Libro de aquel año conservamos un recorte de prensa del diario La Vanguardia, de 5 de mayo, en el cual se cuenta que, a causa del mal tiempo que había hecho el sábado 23 de abril, la fiesta se había prorrogado al 4 de mayo4. También se hace constar que la Librería Hispano Americana obtuvo el primer premio de paradas en la calle.


2. Parada en el exterior, en medio de la Gran Vía, durante el Día del Libro, 1950.

En mayo de 1963, la LHA publica un catálogo5 con su fondo de libros técnicos, un total que supera los 2000 títulos de 80 temáticas distintas, siempre dentro de la ciencia y la técnica y de todas las editoriales españolas de estas especialidades. Estos catálogos se enviaban por correo postal a las direcciones que se iban registrando en el archivo general de clientes, que contenía más de 100 000 fichas de cartulina y que llevaba el Sr. Sugrañes, un jubilado de la RENFE. Mi padre había colocado, entre la librería y la editorial, a unos cuantos ferroviarios; algunos a media jornada, otros a tiempo completo. Igual que en los inicios de Marcombo, cuando había una campaña de publicidad todo el mundo se ponía a ensobrar y a pegar sellos. El archivo general de clientes, común a la editorial y a la librería, ocupaba los cajones deslizantes de un mueble metálico voluminoso, clasificado alfabéticamente y por especialidades. Aquello era una base de datos tan respetable y útil como las informatizadas que existen en la actualidad.


3. Testimonio gráfico de la parada montada en el vestíbulo de la librería, con mi hermana Rosa Maria y Maite Arias.


4. Recorte de prensa del periódico La Vanguardia.


5. Catálogo con el fondo de libros técnicos.


6. Programa de la asignatura de Economía y Estadística.

Se trabajaba para las escuelas de comercio de Barcelona y Sabadell. Es testimonio de ello el programa de la asignatura de Economía y Estadística6, que lleva el pie de la Librería Hispano Americana que se usaba en esa época. Algunos libros de texto, como he citado antes, los publicaba Marcombo.

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