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8. TRANSTORNO AFECTIVO BIPOLAR
ОглавлениеLa consulta de Denise me causó una especie de incertidumbre de emociones. Aunque no tocaba guitarra desde la secundaria, quería volver a hacerlo. El hecho de integrar una banda, sin importar el nivel de la misma, me resultaba muy excitante. Sentía como una parte mía que estaba dormida, osaba por despertar.
Después de darle una respuesta afirmativa a Denise e insinuarle que no tendría problemas en integrar la banda de su primo, ella le llamó para comentarle que ya había conseguido al integrante que le hacía falta. Después continuamos con la clase de Estadística.
Media hora después, el primo materno de Denise, de nombre Carlos Vicente, apareció de visita para acordar algunas cosas conmigo. Denise nos presentó formalmente. Durante la conversación me pregunto sobre si tenía experiencia previa en alguna banda, y la verdad es que apenas tuve tres reuniones con el grupo que había formado en la secundaria, y sólo nos habíamos presentado una vez en público. Me puse algo tenso al pensar que tal vez no cubriría sus expectativas y no me aceptaría en el grupo. En mi mente paseaban recuerdos de los acordes de algunas notas musicales. Recordaba perfectamente los acordes de Re mayor, Sol mayor, Mi menor y La mayor, que eran los acordes, en ese orden, de la versión acústica del tema llamado Aquí de una banda chilena que me gustaba mucho.
Al finalizar el intercambio de palabras y opiniones, acordamos en que nos reuniríamos con todo el grupo para formalizar mi ingreso a la banda. Aquello me llenaba de entusiasmo. Dicho encuentro sería para después de vacaciones de medio año, porque ahora todo el mundo andaba estresado por el tema de los exámenes finales del semestre en curso.
Al acercarse el anochecer me despedí de mi nuevo amigo y de Denise.
Al día siguiente le comenté a Sara lo que había sucedido. Habíamos quedado en vernos en su casa. Era un sábado de inicios de Julio, no tenía clases y entonces fui temprano para ver a mi novia antes de asistir a mi trabajo.
— ¿Y quién es esa tal Denise? — preguntó muy sorprendida mientras ordenaba su cama y yo ocupaba un asiento cerca a la puerta de su habitación.
— Es una amiga de Alma, mi compañera de la universidad. Ella también estudia ahí pero en otra facultad. Nos conocimos después de una clase que tenía en común con Alma. Ella fue a recogerla y así coincidimos — hacía muchos gestos con la mano mientras le contaba los detalles a Sara —. Luego se enteró que yo era bueno en estadísticas y me solicitó ayuda.
Sara me miró fijamente y acercó sus manos para cogerme de las mejillas.
— Y tú eres tan bueno que aceptaste ¿No mi amor? — el tono sarcástico de Sara me hizo reflexionar sobre si debí haberle contado mucho antes lo de mi amistad con Denise. Aunque eso me hacía pensar que estaba aceptando ser controlado, pues yo en lo personal nunca le consultaba a Sara si había hecho nuevos amigos varones. Eso me parecía inevitable por lo que creí que ese asunto era incuestionable.
— ¿Te molesta eso no? — pregunté algo obvio.
— No puedo controlar cada paso de que das Jose. Supongo que así eres tú. Te gusta sentirte útil, sin importar qué es lo que tengas que hacer. Es algo que admiro en ti, por eso no creo que deba molestarme. Lo que me molesta es que sean solo mujeres las que, al parecer, te piden “ayuda” — Sara hizo un gesto con las manos para enfatizar la palabra ayuda.
Al mismo tiempo agrupaba la ropa, recién extraída de la secadora, en su ropero de cuatro puertas con espejo en la parte delantera de una de ellas.
— Bueno también tengo amigos pero en esos casos nos ayudamos entre todos — luego de reflexionar sobre lo último que dije no pude evitar sonreír porque me imaginaba las interpretaciones que se le podrían dar a mis palabras — aparte, ten en cuenta que ahora podría integrar una banda de rock y tocar la música que nos gusta. Además tú cantas muy bien ¿No te gustaría que se los comente?
— Tal vez pero ya deben tener a alguien que cante ¿No crees?
— Buen punto, no lo había pensado.
— ¡Jose! — Sara abruptamente cambió de humor y parecía estar emocionada — se acerca mi cumpleaños ¿Qué vamos a hacer? — se acercó sugerentemente hacia mí para luego sentarse sobre mis piernas mientras me miraba con una sonrisa intrigante y alzaba alternativamente las cejas.
— Otro buen punto, no lo había pensado.
Sara afiló los ojos e hizo un gesto con el puño en ademán de golpearme y dijo.
— Qué pesado eres.
— Ya. Hablando en serio ¿Haz planeado algo con tus amigas o en casa?
— No lo decido todavía. Andrea y las Marías me dijeron para ir a comer, pero en realidad quiero pasarla contigo.
Sara hacía referencia a “las Marías” pues tenía un par de amigas con ese contenido en sus nombres. Una de ellas se llamaba Marianella y la otra, María del mar, y esa era su forma de mencionarlas a ambas. Andrea era su mejor amiga.
— Bueno ¿Y tu madre?
—Ya te había comentado que desde que murió mi papá mi madre no es la misma. Además que ahora anda de arriba abajo con su nuevo galán, así que no he hablado con ella de eso, ni ella me ha mencionado nada — se reincorporó y volvió al ropero para terminar de agrupar la ropa.
— Entiendo, entonces… porque no sales a almorzar con Andrea y las Marías y luego te recojo y nos vamos a pasear.
— ¿No quieres almorzar con nosotras? — espetó mientras giraba la cabeza hacia mí.
—Tal vez pero me sentiría muy incómodo, ya sabes… yo y Andrea solo hablaríamos de anime, pero ella sabe más del tema que yo. Marianella es muy tímida y por otro lado creo que no le agrado a María del mar.
— Comprendo, bueno, entonces te llamaré cuando esté disponible — cerró el ropero luego de haber terminado.
— Solo espero que María del mar no intente embriagarte de nuevo.
— ¿Eso te molesta? — volvió a acercarse de forma sugerente pero esta vez sólo inclinó la cabeza hasta que nuestras narices hicieran contacto.
— No, pero creo que no deberías tomar alcohol.
— Yo no ¿Y tú sí? — arqueó la ceja denotando su disconformidad.
—Yo ya no he vuelto a tomar.
— Pero y si tomo ¿No te aprovecharías? — se puso en pie y cruzó los brazos.
— En lo absoluto, yo te respeto mucho — lo dije con mucha convicción y haciendo un gesto con el brazo para darle soporte a mis palabras, pero Sara me miró sonriendo y luego no pudo evitar reírse a carcajadas y yo la acompañé en ello.
— Si, si, si mi amor, tú eres tan… inocente — decía con mucha entonación mientras me cogía las mejillas con ambas manos.
Luego de hablar, fuimos a comer cereales con yogurt de fresa, a Sara le encantaba todo lo que tuviera sabor a fresa, y eso lo tuve presente en mis más oscuros pensamientos.
Regresamos a su casa. Nos despedimos y me fui a trabajar.
Para el cumpleaños de Sara faltaba menos de un mes. Ella cumplía dieciséis años de edad el dos de agosto.
En su cumpleaños del año pasado, no tuvo ninguna fiesta tradicional por sus quince años. Ella no quería celebrarlo en ausencia de su padre. Solo hubo una cena a la que fui invitado y ahí conocí a Andrea y Las Marías.
También caí en cuenta que ya estaba a una semana de entrar a exámenes finales de la universidad. El tercer semestre se estaba acabando y yo sentía que había sido el ciclo más flojo que había tenido, y a la vez el que más había descuidado. En fin, ya no había marcha atrás y tenía que intentar sobrevivir a cómo de lugar.
El tiempo a veces pasa con la paciencia y velocidad en la que uno termina de fumarse un cigarro.
Recuerdo que había escuchado cometarios que decían que el tercer ciclo es el que determina si te gusta la carrera o no. Debido a que durante ese periodo se llevan los primeros cursos teóricos netamente de la carrera a nivel primario. Todo iba bien hasta el momento, pero tenía dificultades en el curso de Matemáticas. Yo no odio las matemáticas, al contrario me llevo bien con ellas, pero me confié demasiado y llegué al extremo de decidir no entregar el tercer examen parcial de dicho curso.
Aquella oportunidad, me encontraba en el aula rindiendo el examen pero mi mente ya había colapsado por el exceso de información que había acumulado. Entonces decidí retirarme del aula sin entregar el examen, es más, ni siquiera le di las excusas del caso al profesor. Simplemente me levanté de mi sitio y me fui por la puerta.
— ¡Oiga! ¡Alumno! — fue lo último que escuché antes de salir del aula y cerrar la puerta.
Después de eso mis amigos me comentaron que el profesor se mostró disgustado por mi actitud, era de esperarse. Pero en realidad me sentía aburrido mientras daba el examen porque no recordaba nada de lo que había estudiado y sólo me la pasaba dibujando círculos concéntricos pequeños en la hoja de resolución.
Y así sucedió, al final del semestre reprobé el curso de Matemática III. Fue la primera vez que desaprobaba una materia en toda mi vida, pero no me desanimé. Tampoco fui el único en reprobar dicho curso. Tampoco fue la única materia que desaprobaría en lo largo de mi carrera, pero esa ya es otra historia.
Para el cuarto ciclo tendría que elaborar un horario combinado, debido a que llevaría un curso de tercer semestre y los demás de cuarto. Eso realmente era muy fastidioso por un tema de cruce de horarios. Lo único que tenía como consuelo es que yo no era el único que había desaprobado el curso de matemáticas, así que volvería cruzarme con algunos amigos de aula.
Curiosamente tanto Denise como Camila, habían aprobado los cursos en los cuales yo les había asistido. No obstante yo desaprobaba un curso básico en mi carrera. Pero, en fin, no tenía tiempo de llorar sobre la leche derramada. Dado que yo ya no tenía contacto virtual con Camila, ella me contó personalmente aquella buena noticia, en uno de los días en los que coincidimos en el trabajo. Le tuve que contar que mi novia, accidentalmente había borrado mis contactos y ella tomó con demasiado buen humor aquella excusa. Aquel inconveniente, del curso desaprobado, no se lo había comentado a Sara, para que no afecte nuestros planes de celebración de su cumpleaños número dieciséis. Solo faltaban dos semanas para la fecha de su onomástico.
Mientras pensaba qué hacer para dicha fecha especial por el cumpleaños de mi novia, recibí una llamada telefónica de Denise. En esas conversaciones ella empezó a contarme cosas muy personales sobre ella y su relación sentimental, inclusive sobre su pasado y sus deseos sobre el futuro.
Las notas finales de mi tercer semestre fueron colgadas en la web en la noche del veintitrés de Julio. Aquella noche Denise y yo charlábamos por teléfono, al terminar la llamada me escribió un mensaje de texto que decía: “Creo que ya empiezo a ser una molestia para ti, discúlpame que te llame tan tarde, que descanses”
Denise poco a poco me mostraba su extraña costumbre por disculparse por todo cuando se sentía avergonzada.
Después de ese mensaje no volvimos a hablar hasta mucho después del cumpleaños de Sara. Había acordado con Denise encontrarme en persona para que pudiera hablarme de un asunto delicado para ella, o más bien, un asunto interesante para mí.
Pese a que había desaprobado un curso, dentro de mis emociones no rescataba ningún cambio a consecuencia de dicho suceso. Podría decir que aquello no me afectó en lo más mínimo. Eso lo encontraba preocupante.
Una semana después de haberse colgado las notas en el la página web del SUM, había pactado una reunión con mis amigos de siempre: Braulio, Rubén y Manuel. El encuentro tendría lugar en la facultad. Nos reuniríamos para sostener un encuentro deportivo con otros compañeros de la facultad y al término de aquella actividad, procederíamos a embriagarnos.
La noche antes del onomástico de mi novia, no había ido a trabajar, y estaba en casa de Manuel, acompañado con otros amigos de la universidad, y aproveché el poco tiempo para idear un videoclip, el cuál luego subiría al internet en un portal de videos muy conocida hoy en día.
El video consistía en una secuencia de imágenes con fotografías que me había tomado con Sara, y en cada imagen había un fragmento de un poema que le había escrito por su cumpleaños. Al final del video aparecía un gift animado, que consistía en un cuadro del mar donde las olas dibujaban su nombre en la orilla. El video tenía como fondo musical, una canción que a ella le gustaba mucho. No recuerdo bien el nombre pero más o menos recuerdo algo de la letra.
A más de cientos de kilómetros…
Mis amigos decían que era mejor comprarle un peluche. No sé si lo decían porque consideraban que mi video era poco agradable, o porque carecían de romanticismo. Lo importante es que a Sara le gustó cuando lo vio, bueno… eso fue lo que ella me dijo.
La tarde siguiente al día en que me había reunido con mis amigos, mi novia me llamó para recogerla. Ella se encontraba en un restaurante de comida rápida ubicado en la avenida Habich. Pese a que era invierno, había salido un enérgico Sol. Cuando fui a su encuentro quedé impactado al verla. Ella estaba más hermosa que de costumbre. Se había ondeado el cabello, lo que le hacía ver muy tierna. Llevaba puesto un vestido de rayas blancas y azules, que me hacían perder la percepción de donde estaba el cielo. Se abrigaba con una chaqueta jean. Sus amigas nos veían alejarnos al otro lado de la autopista y ella se despedía nuevamente de ellas moviendo sus manos al vaivén del viento.
A Sara le gustan mucho las pulseras, así que aparte del video que colgué en internet, le había comprado una pulsera de perlas, de fantasía claro está, pues mi presupuesto de aquél entonces, vagamente podría cubrir los sueños más ostentosos de mi novia. Ella se la puso al instante de verla. Al parecer le había gustado mucho, por la emoción que expresaban sus ojos. Me agradaba verla feliz. Su sonrisa me devolvía la ilusión de seguir vivo en ese mundo y en ese tiempo. Luego de que ella estirase su brazo para ver ante sus ojos que tal le quedaba la pulsera, la abracé por detrás. Su perfume cítrico era casi hipnótico para mí.
— Feliz cumpleaños mi cosita rica — le susurré al oído mientras juntaba su espalda contra mi pecho.
— Gracias mi amor, me encanta la pulsera — después de decir eso ella se giró para abrazarme y darme un beso mientras se colgaba de mi cuello.
— Me alegra saber que te ha gustado el regalo y sobre todo verte feliz.
— Es que tú me haces muy feliz — dijo ella para luego llenarme la cara de besos.
Seguimos caminando sin rumbo por un lapso de cinco minutos de silencio y reflexionaba sobre el efecto que había tenido mi regalo de cumpleaños. Podía percibir una sonrisa distinta en ella, cómo la de un niño satisfecho en navidad. Podía percibir su mirada y recordaba la que yo solía poner cuando mi padre me llevaba de paseo. Sentir que Sara estaba contenta me producía nostalgia. Extrañamente recordaba los días en los que estaba en casa con mis padres. En ese entonces yo aún era un niño y muchas veces me he sentido muy hipersensible con respecto a las emociones de las personas que me rodean. Por ello la felicidad que transmitía Sara, me producía ese tipo de sensación: la de estar en casa.
Sara fue la primera persona a la que le conté como me sentía realmente al estar lejos de casa. Es por ello que me acostumbré rápidamente a su presencia, y acudía a ella cuando me sentía inseguro sobre el valor de mi existencia.
A veces he tenido episodios de pánico a los cuales no les encontraba sentido. A veces llamaba a mi madre por teléfono y le preguntaba si podría ir a visitarla, pero ella me decía que me quedase en la capital, que siga estudiando y que busque trabajo. Algunas, muchas, noches no podía dormir y en el insomnio, que ocasionalmente sufría, imaginaba a Estefanía en la puerta de mi habitación. La veía con un vestido blanco de una sola pieza, mirándome de reojo, tratando de despedirse. Era consciente de que se trataba de una alucinación. Yo intentaba cerrar los ojos pero empeoraba la situación, al hacerlo escuchaba el llanto de mi madre.
Una noche cuando era niño — tendría unos doce años — me había accidentado con mi bicicleta, en consecuencia me había fracturado el pie izquierdo. Me había dado una fiebre tan alta que no paraba de sudar. En la noche en la que me accidenté, estaba muy debilitado, temblaba de frio y sudaba por la fiebre. Esa noche mi madre se había quedado despierta hasta el amanecer, cerca de mi cama, pendiente de mí. Lloraba en silencio y podía escuchar cuando ella rogaba que no me pase nada malo, pues nunca había tenido un episodio tan deplorable de salud.
Tal vez eran solo sueños que tenía producto del estrés y la falta del calor de casa.
De pronto Sara me tomó de la barbilla y me dijo:
— Jose ¿Estás en este mundo?
En ese momento mi mente volvió a mi cuerpo.
— Si claro, solo me quedé pensando en lo feliz y hermosa que te ves.
— ¿Sabes?
Caminábamos uno al lado del otro y mirándonos de lado.
— ¿Que?
— Dicen que cuando estas enamorada, luces más bonita. El amor embellece a la gente, tanto por dentro como por fuera. Así que si me ves hermosa es gracias a ti.
— ¿Y yo que culpa tengo? — pregunté en son de broma.
— Es tu culpa porque tú me tienes enamorada, y por eso me veo más bonita.
En ese momento abracé a mi novia, y en el silencio agradecí a la vida por permitirme escuchar esas palabras y vivir en ese instante en que la persona más cercana a mí, se sentía feliz a mi lado.
Echo de menos las emociones que se sienten cuando se está vivo. Ahora que estoy muerto, puedo decir que aunque vivir era complicado, era lo mejor que uno podría hacer: Vivir.
No sé si era porque había desaprobado un curso por primera vez en mi vida. O si era porque Sara decía cosas muy interesantes sobre sus sentimientos, o si porque me puse nostálgico. Pero ese día me sentí propicio para hacer cosas fuera de lo común. Estaba cansado de hacer cosas normales, y estar dentro del prototipo de chico estándar.
— Sara.
— ¿Qué mi amor?
— ¿Te gustaría volar en parapente?
La expresión que puso ella, después de la pregunta, fue la misma expresión que yo pondría si me dijeran que mi abuela está embarazada.
— ¿Ah?
— Lo que acabas de escuchar, vamos a saltar en parapente, volemos juntos.
— ¿Qué? ¿Hablas en serio?
— Yes, I am.
— ¿Por qué respondes en inglés? — preguntaba ella, mientras mantenía la misma expresión de antes.
Aunque tal vez mi respuesta fue por inercia, porque como les había comentado antes, ella me daba clases de inglés.
— Creo que he enloquecido. A ti el amor te pone guapa, a mí el amor me vuelve loco.
— Pero ¿Cómo así se te ha ocurrido volar en parapente?
— No lo sé. Podríamos ir al distrito de Miradores, o al de Barracones, ahí brindan ese servicio.
— Pero debe estar muy caro eso.
— Lo sé. Lo sé.
Era consciente de lo costoso que podría salir volar en parapente. Mi presupuesto no era el oportuno, y para mi buena suerte, Sara era muy miedosa.
— No. mejor no, sinceramente me da mucho miedo.
— Bueno, está bien, pero algún día tenemos que ir.
— Vale, algún día será.
Aquél lunes, dos de agosto del dos mil diez, pase toda la tarde y noche con Sara. Caminamos distancias prudenciales, luego fuimos a jugar billar a solicitud de ella, y eso me sorprendió. Ella sabía que a mí me gustaba el billar así que me pidió que le enseñe a jugar. Aunque ya habíamos ido a jugar billar hace tiempo, pero esta vez ella prometió que se lo tomaría en serio. Entonces fuimos a un billar ubicado frente a la Universidad de Ingenieros. Luego de practicar dicho deporte salimos a buscar un sitio para cenar. Al no decidirnos qué comer ella propuso:
— Vamos a comer ensalada de frutas, es más saludable ¿O tienes mucha hambre?
— No. La ensalada estaría bien.
— Ya. Pero ensalada con yogurt de fresa.
— Ok, ok, lo que tú digas.
Entonces nos dirigimos a lo planeado. Entramos a una fuente de soda y comimos mucha ensalada de fruta con mucho yogurt. Después, por inercia, salimos rumbo a su casa. Continuamos caminando desde la avenida Habich hasta llegar a la municipalidad de San Martín de Porres y continuamos por una calle hacia abajo. Nos deteníamos en cada esquina para besarnos.
Eran más de las diez de la noche. Cuando entramos a la sala nos percatamos que no estaba su hermano David, y al parecer su mamá había salido. Asumimos que ambos tenían planes y nos sentamos en el sofá. Luego de quedar abrazados, ella preguntó:
— ¿Quieres ver una película?
— Vale
— ¿Qué género te gustaría?
— Comedia estaría bien.
— Espérame aquí voy a traer algunas películas que mi hermano compró hace poco y luego decidimos cuál ver.
— Vale, está bien.
De pronto me sentí como si fuera un extraño en casa de Sara, pese a que ya había entrado varias veces a almorzar y cenar. Inclusive algunas noches su madre me dejaba dormir en el sofá de la sala, cuando ya era muy tarde para volver a casa. Claro está que mágicamente terminaba en la habitación de mi novia, pero aquello parecía no disgustar a Antonia. Luego de unos minutos Sara regresó con unos discos en la mano. Elegimos una película. La puso a reproducir, y a la media hora de empezar la función, se quedó dormida. Era de esperarse después de tanto caminar yo también me sentía muy cansado y tenía mucho sueño.
Enseguida me sentí confundido. No sabía qué estaba haciendo, no entendía por qué estaba en casa de Sara mientras ella dormía. Me sentía como un intruso. Fue muy extraño para mí el cambio repentino de estado de ánimo que tuve. Hace unas horas antes me sentía muy a gusto con ella, pero ahora sentía como si fuéramos un par de desconocidos.
Apagué el televisor y el reproductor de video.
Al amanecer, Sara me despertó para desayunar juntos. Nos habíamos quedado dormidos en el sofá. Me dolía un poco el cuello por la posición tan incómoda en la que dormí la noche anterior. Después estuve alrededor de quince minutos en la mesa de desayunar, esperando a que Sara saliera de la ducha. Ella había decidido tomar un baño antes de invitarme el desayuno.
Luego de cinco minutos, desde el momento en que Sara había entrado a la ducha, su hermano David entraba por la puerta principal. Nos saludamos con la mano y en silencio. Rápidamente lo perdí de vista después que cruzara por el pasillo con dirección a su habitación.
Sara salió de la ducha y vino hacia donde yo la estaba esperando.
— ¿Tienes hambre cari?
— ¿Cari?
— Es el diminutivo de cariño — alzó una ceja mientras pensaba como explicarse con pocas palabras — cariño, cari ¿Comprendes?
— Entiendo — respondí asintiendo con la cabeza y cuando me di cuenta Sara había venido desde la ducha solo en toalla.
Luego se inclinó para abrir la puerta del refrigerador y dijo.
— Pues hay pan de molde, jamón, queso y yogurt.
— ¿Yogurt de fresa?
— Si. Yogurt de fresa.
Nos dispusimos a desayunar. Mientras yo me mantenía en silencio, Sara me comentaba la opinión que tenía sobre la nueva pareja de su madre. Sobre lo que había conversado el día anterior con Andrea y las Marías, en el almuerzo que tuvieron por su cumpleaños. Ella hablaba sin parar, por un momento creí que me había confundido con su mejor amiga. Me puse a reflexionar sobre una situación parecida que tuve con Estefanía, cuando ella había salido en toalla desde la ducha, no recuerdo de que habríamos hablado; tal vez mi relación con ella había sido muy superficial.
Luego de desayunar, mi novia, me pidió que la acompañe a su cuarto para mostrarme algunas fotos familiares. Entramos a su habitación. Mientras yo veía las fotos, ella se vestía. Me impactaron las imágenes de su primera comunión, llevaba puesto un vestido blanco y tenía el cabello sujetado con un moño arriba, realmente parecía un ángel.
Terminé de ver las fotos y ella se acercó para preguntarme si tenía ganas de hacer algo en especial, yo miré la hora en mi teléfono y le dije que tenía que salir con mi tío para acompañarlo a comprar algunas cosas de su taller. Nos despedimos, la abracé con mucha fuerza y sólo me atreví a besarle en la frente.
— Estás muy raro — aseguró ella.
— ¿Por qué lo dices?
— No lo sé. Parece que no quisieras estar a solas conmigo ¿O necesitas estar ebrio para eso?
— Te parece, cari, pero debo irme. Prometo llamarte más tarde para vernos.
— Tal vez más tarde ya no podremos estar a solas como ahora.
— No estamos solos Cari. Hace un rato David acaba de llegar y creo que se encerró en su cuarto. Además tu madre podría aparecer en cualquier momento.
La abracé nuevamente y le dije casi susurrándole al oído lo mucho que la quería y después me fui.
Mientras caminaba reflexionaba sobre mis sentimientos por Sara, sabía que la quería mucho, pero no entendía porque no me dejaba llevar por ella, en una situación en la que claramente ella me estaba seduciendo. Tal vez era cierto que necesitaba estar ebrio para no pensarlo dos veces, y si ese fuera el caso, quizás era porque aún pensaba en Estefanía.
Una parte de mí se encontraba con Sara. Algunos latidos míos eran consecuencias de las emociones que ella me provocaba. Muchas de las alegrías que sentía eran producto de la felicidad que ella me transmitía. Por otra parte, tal vez en mi subconsciente, todavía evocaba situaciones en las que estaba con Estefanía ¿Aún estaré enamorado de ella? Me preguntaba sabiendo de antemano la respuesta. Estoy engañándome a mí mismo y a Sara. Esta sensación de estar confundido, estar dividido en dos, me producía adrenalina. Sentir que mi mente trabajaba mucho para buscar explicaciones o salidas, me entretenía sumamente de una forma inusual y tal vez inhumana.
El sábado de aquella semana me presenté a mi centro de labores para anunciar mi renuncia.
A la semana siguiente me encontré con Denise. Por lo general conversar con ella siempre era interesante. Ella siempre tenía algo nuevo que contar. Habíamos acordado, previamente, en reunirnos para que ella pudiese contarme lo que con tantas ansias había esperado escuchar. Aquello que la aquejaba, aquello que la perturbaba y mantenía insegura sobre: qué hacer con respecto a su noviazgo. Denise iba a exponerme su mente, tal cual ella quería que la entendiese. Tal cual yo quería entenderla también.
Para dicho encuentro íbamos a vernos en su casa, la tarde de un jueves de la segunda semana de Agosto. El invierno empezaba a acentuarse. Decidí desempolvar la parca que mi tío Julio me había regalado y por un momento me cuestioné la posibilidad de usar doble calcetín. Salí de mi habitación luego de tomar una ducha caliente y me dirigí a casa de Denise.
Caminé una cuadra hacia el Sur hasta llegar a la avenida José Granda y luego abordaría un bus con dirección al Oeste hasta cruzar la avenida Universitaria. Luego caminaría hasta llegar a mi destino. Cuando llamé a su puerta usando el interlocutor, me respondió su madre. Ella se contentó con la excusa de que mi presencia se debía a una promesa de repasar Estadísticas, pese a que ya habían acabado las clases.
Denise bajó al primer piso a recibirme.
— Jose has venido muy puntual — expresó alegremente para luego darme un abrazo.
— Pues… no tuve ningún contratiempo — alcé los hombros y los brazos para enfatizar mis palabras.
— ¿Tan curioso eres? Porque si te fijas bien aún falta media hora.
— Bueno… mientras más tiempo tengamos mejor ¿No te parece? — luego de decir eso ella arqueó las cejas, y puso la misma cara que pondría uno cuando siente que algo le parece sospechoso.
— Me parece bien — respondió ella con cierta inseguridad.
Subimos las escaleras hasta el tercer piso y cuando entramos a la sala de su casa nos quedamos en el sofá. Su padre estaba en el trabajo y su hermana estaba en el piso de abajo jugando con sus primos contemporáneos. Su madre decidió subir a descansar para dejarnos a solas.
— Y bien ¿por dónde empiezo?
— No sé tú. Yo soy todo oídos.
— Jose. Antes de empezar prométeme que lo que te cuente no se lo dirás a nadie.
— Prometido — asentí con un movimiento de cabeza.
— Vale. Lo que quiero saber más que todo es tu opinión como hombre.
Extrañamente sentía un dejavu, me daba la sensación de haber escuchado eso antes y no recordaba dónde.
— Te la daré — afirmé.
— Se trata sobre Miguel, y mi relación con él.
— ¿Quién es Miguel?
— Es el chico del que te hablé, mi ex novio, me ha pedido que regresemos, hace dos semanas que ya habíamos terminado otra vez, y no sé si aceptar su petición nuevamente.
— Ah… ya recordé ¿Pero tú que sientes por él? — cambie mi postura inclinando el pecho hacia adelante y juntando ambas manos.
— Creo que aún lo amo. No lo sé. Yo quisiera volver a estar con él pero siento que será lo mismo, repetir la historia, cruzar un camino sin rumbo. Siento que ya no confió en él, pero me gustaría volver a hacerlo.
— Es decir… quieres darle otra oportunidad pero estás cansada de que vuelva a dejarte sin razón aparente — hacía gestos con la mano derecha — ¿Es eso?
— Eso es.
— Interesante y ¿Cómo es Miguel? ¿Cómo lo conociste? ¿Cómo así llegaste a sentir amor por él? ¿Desde cuándo sientes que ha cambiado?
— Bueno. Él es… mejor dicho éramos vecinos cuando éramos niños. Cuando se encuentra en un estado de ánimo estable es muy amable, romántico, detallista y me engríe mucho. Me gusta desde la primaria, aunque luego en secundaria me cambiaron de colegio, como ya te lo había contado antes. Desde entonces no volví a verlo hasta coincidir con él en el mismo instituto al que voy con Alma, como también ya te lo había contado.
— Si. Tienes razón — en ese momento caí en cuenta que Miguel y Denise eran vecinos lo que significaría que uno de los dos debía haberse mudado — ya me habías dado algunos alcances, prosigue — “por como cuenta las cosas Denise es quién se mudó” concluí.
— Recuerdo que cuando lo vi nuevamente, ya en el instituto de inglés, él tenía novia, así que solamente fue un reencuentro de viejos amigos. Pero empezamos a tener contacto rápidamente por teléfono y por correo electrónico. Luego de dos meses aproximadamente de reencontrármelo, me contó que había terminado con su novia, lo cual me dio tristeza por él. Porque imaginé que estaría afligido.
— Entiendo — quise confirmar mi conclusión — entonces ¿Hace cuánto que te has mudado a esta casa?
— Yo no me he mudado Jose — se puso seria — recuerdo haberte dicho que él fue quien se mudó.
— ¿Enserio?
— Si — parecía enojada al responder — creo que no me estás prestando atención.
— Bueno discúlpame — “debo repasar mis conversaciones con ella” volví a concluir
— Vale — ella mostraba duda en la mirada.
— Prosigue.
Denise vaciló antes de continuar, me ofreció algo de tomar pero negué con la cabeza.
— Lo de Miguel y su ex novia fue hace dos años. Un día quedamos en salir a pasear. Desde entonces empezamos a salir frecuentemente hasta que hace un año y medio fuimos a un parque y ahí me entregó una carta, que era un poema en forma de acróstico — hizo una pausa, parecía que recordar aquel suceso la ponía sentimental — yo leí lo que había escrito y eran palabras muy bonitas. Pero al principio no llegué a entender lo que significaba ni me imaginaba que estaba dedicado para mí. Entonces él me preguntaba si había entendido el mensaje, cuando le decía que no, me pedía que lo leyera nuevamente, hasta que me di cuenta que la primera letra de cada línea formaban la pregunta — se detuvo para verme y parecía que le avergonzaba continuar — ¿Quieres ser mi novia?
— Y eso te conmovió.
— Sí. Me pareció tan romántico, que le dije que sí de inmediato — esbozó una sonrisa.
— Así que Miguel tiene su lado creativo — me puse a imaginar que frases habría utilizado para armar un acróstico con esa pregunta de fondo.
— Si. Además es muy bueno en matemáticas también.
— Si es así ¿Por qué no le pediste que te enseñe estadísticas? — fruncí el ceño en señal de que no me quedaba clara la situación.
— Es que en ese momento habíamos terminado, me sentía insegura de pedírselo — mi amiga dejaba notar matices de tristeza y desánimo en su voz de niña.
Luego me puse a reflexionar sobre el número de veces que Denise y Miguel habían terminado y retomado su relación desde la primera vez que me contó sobre eso.
— Insegura… ¿Por qué?
— Porque también tiene un lado que es frio como el hielo. Es frio y calculador. Incluso siento que es manipulador.
— Y cómo así descubriste su lado oscuro — fruncí el ceño en respuesta inerte de mi sorpresa.
— Verás… después de tres meses de estar de enamorados, estuvo deprimido. Me dijo que se sentía muy desanimado, vacío, triste y que necesitaba que lo consuele.
— ¿Y lo consolaste?
— Seguro ya te imaginas el tipo de consuelo que me pidió.
— Lo imagino… — en realidad no me imaginaba nada, pero en fin, tenía demasiada información que procesar para poder darle mi punto de vista y no necesitaba distracciones.
— Éramos enamorados así que no lo tomé a mal aquella vez.
— Entonces tu primera vez fue con Miguel ¿No es así?
Denise se mostró avergonzada, pues al parecer había acertado en mi deducción.
— Bueno…
— Continúa — sonreí.
— Luego de eso, pues al poco tiempo me terminó, diciendo que no estaba seguro de nuestra relación — se detuvo para tomar aire — que aún estaba pensando en su ex, y así fue la primera vez que rompimos — Denise sostuvo la mirada hacia el suelo y yo imaginaba que evocar ese recuerdo le resultaba incómodo.
— Y ¿Después de eso te pidió volver y aceptaste?
— No tenía ganas de verlo, pero él insistentemente me buscaba. Incluso trajo mariachis a la casa; y no sé. Estaba cegada, pensé que la situación mejoraría, después de todo él fue mi primer amor. Creí que cambiaría.
— ¿Con los mariachis te convenció? — guardé aquella idea pensando en que tal vez en algún momento me sería de utilidad: contratar mariachis.
— No. pero yo vi todo aquello desde mi balcón y luego de eso bajé hasta el primer piso para hablar con él.
— Misma princesa bajando de su balcón — me dejé caer sobre el espaldar del sofá mientras, a la vez, elevaba una pierna para dejarla reposar sobre la otra rodilla.
— No te burles. En fin, luego de bajar y cruzarme cara a cara con él, nos fuimos al parque que está cerca de aquí para hablar. Él empezó a pedirme que lo perdone y que le diera otra oportunidad y después de tanto insistir acepté. En esa ocasión me dio un anillo de fantasía. Él dijo que era una forma simbólica de pedirme que me comprometa con él. Aunque no era un anillo de compromiso, pero se puso de rodillas y me lo entregó.
— Y eso te conmovió — puse los pies al suelo e incline medio cuerpo hacia adelante, pues ya sentía que se me adormecía la pierna.
— Pues sí.
— Interesante — asentía con la cabeza.
— De verdad estaba tan cegada que llegué a pensar que él era el mejor hombre sobre la tierra — los ojos de Denise parecían llenarse de decepción con ganas de salir en forma de lágrimas.
— Debido a su romanticismo de telenovela llegaste a pensar que lo amabas.
— Es que planeamos tantas cosas. Me habló de tener una familia conmigo, casarse conmigo, vivir juntos para toda la eternidad. Y yo quiero eso, algo para siempre.
Si hubiera sabido todo lo que sé ahora. Le hubiera dicho que nada es para siempre.
— Sin importar cuantas veces te rompa el corazón. Mientras sea para siempre, lo seguirás aguantando.
— Por eso no sé qué hacer. Es que me da miedo estar sola. Me aferro mucho a él — el tono de Denise empezaba a oírse desesperado.
— Y siendo psicóloga no te has dado cuenta del daño que te haces al tener esa forma de pensar.
— Soy humana Jose. Tengo sentimientos. Y como mujer tengo necesidades que quizás tú no comprendas.
En ese momento creí que ella solo hablaba de la necesidad de sentirse amada. Con el tiempo descubriría que ella era se refería a otro tipo de necesidad.
No se necesita estar con varias mujeres para jactarse de conocerlas bien. En lo particular creo que las locas espontáneas son un buen concentrado: Varias mujeres en una sola.
— Una mujer siempre querrá sentirse protegida ¿No es así? — Le dirigí la mirada y ella hizo una mueca de asentimiento —Tienes la ilusión de formar tu propia familia. Y si alguien te habla de matrimonio, pues me imagino que eso debe ser muy especial para ti. Porque ese evento, creo que es más especial para las mujeres que para los hombres.
— De verdad no tendría muchos problemas en darle una oportunidad más para volver con él.
— ¿Eh? Pero entonces qué es lo que te detiene.
— Creo que en este tiempo que no nos hemos visto, él ha estado saliendo con otra. No estoy segura pero creo que aún se ve con su ex.
Dicha conjetura no me la esperaba y el tema se volvió más interesante de lo que predije.
Presentía que sería mi primera experiencia con triángulos amorosos. Denise no parecía escatimar detalles al contarme todo lo que estaba ocurriendo entre ella y Miguel. Entendí que esa información sería muy valiosa para el análisis emocional que yo pretendía hacer.
— Y eso hace que desconfíes de él.
— Si. Eso hace que me sienta insegura sobre sus sentimientos hacia mí, pero no me resulta fácil renunciar a la ilusión de formar una familia con él. Después de tantos años que me ha gustado.
Denise sostuvo un suspiro que denotaba cansancio.
— Creo que deberías enfocarte en terminar tu carrera. Entretente con tus estudios. Que la universidad sea tu lugar seguro.
— Jose… es que me cuesta estar sola — lo decía como si esa afirmación fuera algo que le fastidiara.
— Entonces sal con otras personas. Puede que el hombre adecuado para ti no sea él. Puede que conozcas al indicado después.
Ella se quedó en silencio después que dije aquello y luego de cruzar miradas con ella proseguí.
— Porque después de lo que me has contado sobre Miguel, sobre esos cambios de actitud que tiene contigo, ¿No crees que tenga alguna enfermedad? ¿Alguna inestabilidad mental quizás? — alcé una ceja para expresar mi duda.
— Bueno creo que él es consciente de eso, y hasta le ha puesto nombre a cada una de sus personalidades.
— ¿Eh? No entiendo.
— Al parecer, él sufre un trastorno de personalidades.
— Interesante — mientras más información recibía de Denise más satisfecho me sentía.
Todo lo que estaba escuchando de ella, había superado enormemente a mis expectativas. No creí que su historia sobrepasaría los hilos en común que yo trataba de encontrarle en relación a mi romance con Estefanía. En ese momento acepté que Denise y yo, no teníamos una historia parecida como lo creí en un principio. La historia que ella me contaba tenía muchas más matices emocionales y circunstanciales que la mía. El relato de mi romance no era nada interesante en comparación de lo que ella me contaba.
— Por ello cambia con regularidad su forma de percibir las cosas. Pero no es peligroso. No se altera ni se vuelve psicópata. Tal vez sea un poco sociópata a veces por lo que explicaría su personalidad fría, casi insensible. Pero a veces es tan cariñoso y detallista — ella parecía contener un suspiro.
— ¿Tú lo amas o lo quieres cómo sujeto de experimento para tu tesis?
Después de decir eso, ella empezó a sonreír.
— Ay Jose, no sabes lo que estás diciendo. Sería anti ético que tome de sujeto de experimentos a alguien cercano a mi entorno.
— Vaya, es la primera vez que escucho que existía una enfermedad mental que te hacía cambiar de personalidad.
— Bueno sí, existe pero es tratable.
— Y ¿Cómo se llama dicho trastorno? — fruncí el ceño al reaccionar a mi propia curiosidad.
Denise me miró con frialdad y respondió.
— Trastorno afectivo bipolar.