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PRÓLOGO

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En los primeros días del quinto mes del año y a mediados del siglo XVI, cierta orden religiosa, había solicitado a través de su convento en la ciudad del Cusco, la fundación de una universidad en la capital del país. Aquello se debía al incremento de la demanda de estudios superiores por parte de sus novicios. Entonces bajo la Real Cédula firmada por el rey Carlos V en la ciudad de Valladolid, se gestionaría la fundación de la Universidad de la ciudad de los reyes; la que unos años más tarde cambiaría a su nombre, titulándose como la Universidad Nacional Mayor de Los Santos.

En los tiempos de la emancipación, de la historia peruana, la Universidad jugaría un rol importante al ilustrar a los representantes gestores de la independencia del país. Actualmente es considerada la institución educativa nacional más importante por: su tradición, prestigio, calidad y selectividad. Hoy en día la institución cuenta con sesenta y dos carreras profesionales distribuidas en veinte facultades. La Universidad Nacional Mayor de Los Santos es una de las más antiguas de América. Ilustres personajes han pasado por sus aulas, inclusive uno ha sido galardonado con el premio nobel de literatura. Ingresar a dicha casa de estudios no fue tarea fácil. Sin duda han sido los mejores cinco años de mi vida; y digo los mejores porque ya no sigo vivo.

Soy José Antonio Rentería, actualmente estoy muerto ¿Y por qué estoy muerto? En realidad mi muerte no es un misterio para mí, pues conozco a la persona que me asesinó, y conozco mucho sobre esa persona. Incluso creo conocer los motivos por los cuales acabó con mi existencia. En el transcurso de mi vida universitaria he conocido a muchas personas importantes para mí, “en mi efímera existencia universitaria”, a quienes no mencionaré de forma directa en esta historia.

Mis recuerdos evocan desde mucho antes del primer día de clases de la universidad, bueno, no asistí al primer día de clases ya que aún me encontraba celebrando mi ingreso a Los Santos. Pero desde el primer momento en el que estuve en mi facultad, sentí el ambiente cálido, y me imaginaba un itinerario lleno de eventos de confraternidad.

Nunca hubiera imaginado que en la casa de estudios más grande del país, hubiera tenido tantas experiencias inolvidables.

La razón de esta novela es para demostrarle, a la persona que me mató, que nunca tuve intenciones de darle motivos para hacer lo que me hizo. Siempre me he considerado un muchacho tranquilo; y otra de las razones es que, en venganza, quiero seguir atormentando a esa persona. Y bueno, en fin, hay un viejo dicho que cita: Recordar es volver a vivir. Y eso es algo que me gustaría poder hacer: Volver a vivir.

Mi relación con dicho personaje se convirtió en algo perturbador. Quizás con este libro no logre demostrar que no tuve intenciones de darle motivos para matarme, pero al menos quiero probar que todo ha sido pura casualidad.

Tal vez tenga un objetivo colateral, y es que quisiera que cierta persona reciba un mensaje que no pude darle mientras estuve vivo.

Suelo visitar la universidad en otoño. El clima propio de dicha estación me fascina a sobremanera.

La garúa tenue aún dejaba rastros de su presencia, en forma de humedad, sobre el pasto que cubría la extensión del parque de la facultad de Derecho. Las instalaciones de la universidad eran tan grandes que hasta se disponía de buses que recorrían el perímetro interno de la misma, para que los alumnos, profesores y personal administrativo, pudieran movilizarse con mayor facilidad.

Ahora que estoy muerto suelo caminar desde la puerta tres de ingreso a la universidad, pasando por las facultades de Derecho, Economía y Contabilidad. A veces visito mi antigua escuela académica, la de Ciencias Financieras, y después dispongo de un pequeño paseo hasta llegar al estadio de la universidad. De vez en cuando me complace visitar los lugares donde solía tener mis aventuras académicas.

Una tarde soleada, mientras visitaba mi facultad. Podía percibir el olor a pintura fresca, aulas remodeladas y pintura fresca, un nuevo color para el pabellón.

¡Pintura fresca!

En modo fantasma, cualquiera podría optar por surcar el cielo con una imitación de vuelo. Pero caminar me resultaba más entretenido, pues de cerca se apreciaban mucho mejor, los detalles ocultos en comparación a la vista panorámica que brinda el poder volar.

El amante de un fantasma

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