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Los mil y un días
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Me trepé a una flor, para divisar la ternura loca de tu amor fatal, Abrí tu ascensor para elevarme a la felicidad, No te volví a ver, mi estrella fugaz… Cómo duele llover y caminar cuando vos no estás.
J.D.R.
Un texto que nos sirve de inspiración para poner al lenguaje con acento creativo es el que se conoce en Occidente como Las mil y una noches. Este texto tiene un origen difuso. Unos mencionan a la India, otros a Persia. Lo que se sabe es que fue en el siglo IX cuando apareció un compilador llamado Abu Abdallah Muhammad, en un momento en el que las leyendas cobraban importancia. Él comenzó a dar cuerpo a todas ellas en un solo libro, quizá llamado anteriormente en los países árabes, como Mil Leyendas. Y se afirma, además, que la parte donde aparece Scheherezade y el rey de Persia Shariar, no estaba en los textos originales, sino que fue introducida en el siglo XIV.
¿Cuál es entonces el asunto que quiero resaltar con respecto al Diseño Creativo y al lenguaje? No es propiamente por el estilo narrativo, que de por sí es bastante atractivo y apasionante. Eso es importante, claro, pero lo que pretendo mostrar es la manera como la joven e inteligente Scheherezade entra en escena. Brevemente, los hechos son estos: al Sultán Shariar, del reino de Tartaria y a su hermano, del reino de Samarkanda, sus respectivas esposas les son infieles. Shariar, ofendido, tomó la siguiente decisión: dispuso que cada día se casaría con una mujer distinta, a la cual ordenaría ejecutar a la mañana siguiente. El gran Visir debería elegir la chica de ese casamiento y, al tiempo, hacer cumplir la nefasta orden. Un día, una de las hijas del Visir, Scheherezade, bella, culta y de prodigiosa inteligencia, le pide a su padre que le permita ser la esposa del Sultán Shariar, con el fin de terminar aquella absurda decisión, sabiendo de antemano que a él le encantaban las leyendas e historias.
La chica fue llevada por su padre ante el Sultán. Al levantar este el velo que le cubría el rostro, no solo lo sorprendió su belleza, sino también las lágrimas que caían por sus mejillas. El Sultán le preguntó qué le sucedía. La chica le dijo que desearía con todo su corazón, que su hermana Dinarzada la acompañara la última noche. El Sultán, accedió. Al llegar, Dinarzada le pidió a la noble Scheherezade que le contara, mientras llegaba el amanecer, esas maravillosas historias y cuentos que sabía narrar. Scheherezade le preguntó al Sultán si podía hacerlo. Este aceptó, se sentó junto a Dinarzada, y se dispuso a escucharla. Y así inicia la primera leyenda: del mercader y el genio.
El caso es que Scheherezade ve que comienza el amanecer de aquel día y detiene su relato. Y le dice al Sultán que, si le perdona la vida por ese día, esa noche seguirá contando la emocionante historia. El Sultán, fascinado por descubrir el final de aquella narración, le concede su deseo. Y así pasaron un sinnúmero de cuentos e historias contadas noche tras noche, hasta que el Sultán había ya descartado seguir con aquella orden de sacrificar doncellas. Quería a Scheherezade a su lado. Y cuando su primera esposa le dio un hijo, feliz y sin motivo para perpetuar su descabellada orden, le pidió al gran Visir derogar la orden de las leyes del reino.
La palabra adquiere mágicamente el gran poder de transformar y de sortear hasta las situaciones más adversas, si se usa la imaginación, la suspicacia y la creatividad.
Proyecto: si te animas, escribir algunos cuentos cortos, basados en darle vida a objetos cotidianos (un espejo, una carta, una jaula, etc., que estén orientados a ofrecer alguna enseñanza o lección, como una moraleja en las fábulas, y que enfrente situaciones sorpresivas, divertidas y novedosas.