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Tu intención es…

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Poema

A los seis años de edad soñé que Dios había nacido en Sonsón. Y que, igual que a mí, no le gustaba ni el aguardiente ni el chicharrón. Y quizá por la fe religiosa persistente de mi madre, crecí con la idea extraña y anómala, de que los ángeles terminaban las cosas que uno dejaba empezadas.

Con el paso del tiempo, comencé a tener mis dudas sobre el origen de todas las cosas. Luego de un almuerzo de familia, en esos sábados en la tarde en que el tiempo del mundo se detenía, comencé a leer muy cuidadosamente la Biblia y los textos apócrifos. Pero no hallé lo que buscaba. Abordé parte del Corán y me aburrió el mundo árabe y los susurros que le hacía el arcángel Gabriel a Mahoma. Así que me quedé dormido.

Pasaron semanas antes de encontrar los textos inspiradores de los Vedas, incluido el Majabhárata y la colección de cómics de Supermán. Allí, me detuve parte de mi adolescencia. Especialmente me gustaron los textos de Vatsyayana. Pero desgraciadamente solo entendí y disfruté el Kama Sutra, llegando a los dieciocho años. Devoré a Nietzsche y a Sartre, lo mismo que a Marcial Lafuente Estefanía, Sir Arthur Conan Doyle y Agatha Christie. Y finalmente, quien me iluminó y con el cual sentí su llamado, fue con el Códex Regius, de la mitología nórdica. Conocí la mitología vasca de las Brujas de Zugarramurdi y hallé la iluminación con Amari o Mari, como también se le conoce en Amboto.

Devoré el Testamento del Paisa y algunos libros de Fernando González que mi madre me escondía detrás de la colección del Tesoro de la Juventud, por temor a que corrompieran mi espíritu adolescente. Y si esas palabras calaban tan honda y sinceramente mi alma, ese dios era paisa. No había dudas. Solo así pude sacar mis propias conclusiones acerca de la verdad y del sentido de mi existencia. Hallé a Dios en todas las rocas y piedras de la tierra, en los meteoritos, planetas y galaxias.

Por eso, los geólogos son los ángeles de mi religión, los químicos, los arcángeles y, por querubines, mis estudiantes y, por serafines, los artistas y diseñadores del mundo entero.

J.D.R.

Una de las cualidades cognitivas que habitan la mente y que nos interesa especialmente es la intención. ¿Y qué podemos decir de ella? ¿Qué es realmente la intención? Es un proceso, tiene etapas. Es aquella parte de nuestro pensamiento que potencialmente puede convertirse en un acto, en acción concreta en el mundo, en un comportamiento objetivo. En este caso, puede observarse cómo una conducta dentro de un contexto dado, es una expresión consciente del comportamiento, bien sea manifestado en un sonido, en un movimiento, una palabra, un dibujo o un artefacto. La intención no es posibilidad solamente, es manifestación si convertimos una idea en conducta, para hacer tangible lo intangible, para tocar lo que antes fue solo mental, sutil deseo, vaga idea.

Pero hay que tener presente, que no basta que la intención se quede en la mente, porque no está completa, no consuma su poder. En Diseño Creativo se requiere que confluyan varias ideas o pensamientos, emociones y posibilidades, recursos disponibles, quizás, y que todos ellos se expresen en el mundo y lo afecten.

La intención está impregnada de voluntad. Si uno tiene una “ocurrencia”, como dice el filósofo español José Antonio Marina, entonces ese tipo de ideas, si están pobres de fuerza, de falta de claridad, no serán nada más que alimento para una mente frustrada en el futuro: yo quería, si hubiera, me hubiese gustado, yo no pude, nunca decidí, etc. Pero si hay intención, como emergencia mental real, esta energía será transformada en movimiento muscular para pararse de un sillón, dejar el “no tengo plata”, “no tengo tiempo”, y convertirse en palabras que motiven a otros a unirse a proyectos, en manos que dibujan, fabrican; en definitiva, personas que hacen realidad sus planes. Y, finalmente, la intención termina cuando se realiza y cumple el logro de ese deseo original.

El Diseño Creativo tiene, además de la intención y todo lo que ello implica, un toque especial dado por las habilidades cognitivas y los conocimientos que poseemos. Y lo digo en plural, porque quiero relacionarlo con las diferentes características singulares de los individuos y de las culturas. No hay una “creatividad” o un único modo de llegar a ese estado integral del individuo. Todos podemos hacerlo si reconocemos nuestro propio sistema de Ser Diseñador Creativo. Aquí deben converger conscientemente todo lo que hemos aprendido: los talentos, las capacidades, las habilidades, destrezas, actitudes, aptitudes, etc. No debería faltar nada en esta receta loca de la vida. Pero se puede ser Diseñador Creativo en campos puntuales, por supuesto.

El medio nos modela en buena medida. La familia, las relaciones con los padres y hermanos o parientes. El ambiente del barrio y la ciudad. El acceso a juegos y oportunidades lúdicas. Todo ello va teniendo influencia en lo que traemos dentro y en cómo surgirá en el futuro. Por ejemplo, el conocimiento y la educación que obtenemos del medio familiar y social desde nuestro nacimiento hasta final de la adolescencia, han sido estimulados por las escuelas y colegios y finalmente por las universidades, de un modo pasivo. Nos han sentado todo el tiempo, quitándonos un enorme poder interior de acción sobre el mundo. Perdemos la capacidad analítica, crítica, han destrozado nuestros talentos innatos, los sueños, la vitalidad de la infancia y lo mejor de nuestra juventud, con el fin de mantenernos homogéneos y controlados, dóciles. Hemos sido lesionados para que el pleno potencial del Diseño Creativo se desarrolle eficiente y eficazmente. Y después nos quejamos del subdesarrollo y los problemas que acarrean la inequidad, la corrupción y otras secuelas de nuestro propio caldo de cultivo. Un sistema de educación que debe rediseñarse creativamente.

En un individuo, ya a sus dieciocho años, es poco lo que se puede hacer para recuperar más de trece años de vida extraviados en la monotonía de un pupitre escolar. Ese conocimiento que adquirimos y que repetimos de memoria no sirvió más que para hacer crucigramas. No sabemos inferir1 o usar el razonamiento inductivo2 para lograr concluir en algo nuevo y no usar los clásicos Arquetipos Mentales3 que tanto cuidamos. Ese es un problema particular que el Diseño Creativo puede atender. Existen ya en el mundo propuestas novedosas que ayudarían a las nuevas generaciones a salir airosas de esta condición. El Diseño Creativo puede “tocar” al mundo y muy especialmente a quien lo “usa”, como una buena y oportuna herramienta para transformar el entorno.

Diseño creativo: manual de ideas

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