Читать книгу El día que vuelva no me marcharé jamás - Juan Manuel Fernández Legido - Страница 12

CAPÍTULO 9

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—Hace un buen rato que ha empezado la conferencia. De todos modos, puedes pasar. Al menos verás algo. Me parece que quedan sillas vacías. Ven conmigo.

Sergi le dio las gracias a la recepcionista y volvió a echar la vista atrás esperando no ver a Laia, pero allí seguía. No tuvo otra opción que avanzar por el pasillo tras los ruidosos tacones de la chica hasta la habitación en que se desarrollaba la ponencia. Su cicerone le mostró un asiento libre y el muchacho lo ocupó agachando la cabeza y pidiendo perdón con las manos al público que lo rodeaba.

La conferenciante detuvo su plática al oír susurros al fondo de la estancia y observar que algunos asistentes se contorsionaban molestos para dejar pasar al nuevo invitado. Este dejó su pequeña mochila en el suelo y alzó la vista para descubrir a una mujer menuda cercana a los cincuenta años, delgada y pelo canoso hasta la cintura. Miraba a Sergi con curiosidad por encima de sus gafas de pasta y sonreía de oreja a oreja con su camiseta blanca estampada con las manos de La creación de Adán de Miguel Ángel.

—Seguro que usted piensa como Oscar Wilde que la puntualidad es una pérdida de tiempo —dijo la ponente provocando la risa de la audiencia—. Es una broma. No se preocupe. Aún nos quedan cosas interesantes por ver.

Sergi no respondió. Se limitó a guardar silencio a la defensiva pensando: «qué graciosa la colega y qué ridícula está con esa pinta que me lleva». Tras la interrupción, la doctora Lofish retomó las explicaciones señalando con un puntero láser algunos conceptos proyectados en una pantalla. Su voz era clara, amiga de las entonaciones teatrales, hecho que junto a una habilidad oratoria innata captaba la atención del aforo.

—En resumen, la Terapia Regresiva es una técnica que trata de encontrar la experiencia responsable de esa emoción que hoy en día limita la vida del paciente. Se trata de hacer consciente lo inconsciente. Así que lo primero que debemos aceptar es que somos seres espirituales encarnados en cuerpos físicos, es decir, somos la suma de un cuerpo y un alma. Y para el alma no existe el tiempo ni el espacio. Ella vive en un eterno presente. Todo sucede aquí y ahora. Como he dicho, a pesar de que nuestro consciente solo tiene recuerdos desde los seis o siete años, nuestra alma lo sabe todo. Ella tiene la información de toda nuestra existencia, desde nuestro período en el vientre materno y el parto hasta las experiencias que hemos tenido en otros cuerpos. Les recuerdo que, como hemos dicho al principio de la charla, no acordarnos no es una condición para no haberlo vivido. Sin tener que acudir a vidas pasadas, todos hemos sido protagonistas de hechos que nuestra memoria ha borrado, tiene vagos recuerdos o los ha distorsionado. ¿Me siguen?

Sergi no se enteraba de nada y las palabras de la doctora le sonaban a cuento chino. Emitió un largo resoplido sintiendo pena por los pobres devotos timados que tenía a su lado, a los cuales incomodó con su actitud.

—De este modo, a través de la Terapia Regresiva podemos conectar con una emoción, que nos llevará a alguna experiencia inacabada que hayamos tenido y quedó sin resolver. Esto es importante, porque de forma inconsciente pueden estar provocándonos limitaciones en nuestra vida actual en forma de miedos, ansiedad… Porque para el alma esa experiencia sigue pasando. Por eso decimos que para ella no hay tiempo ni espacio. ¿Me explico? Esas experiencias inacabadas pueden estar condicionando nuestra vida. Por eso, ustedes pueden vivir una coyuntura ahora que a su alma le resuene y se dispare una emoción que les haga vivir los mismos síntomas que se dieron en aquel momento. Pueden ponerse nerviosos, sentir dolor o que no pueden respirar, notar tristeza, incapacidad de afrontar lo que les pasa, ira, asco, rabia… y no saben de dónde viene, porque desde su tesitura actual no tiene sentido. Con esta terapia podemos ir al origen de esa emoción, revivir el conflicto haciendo consciente lo inconsciente, y dejar la experiencia resuelta y cerrada.

Acabada la frase, se encendieron las luces de la sala y se apagó el proyector de diapositivas. Sergi estaba confundido por lo que acababa de oír al respecto de la ansiedad, un término que le era familiar y que su sola mención le ponía tenso. Mientras, algo dentro de él se esforzaba en conectar los cables sueltos de sus vivencias más recientes que parecían congeniar con la lógica expuesta, su mente inquieta y asustadiza le hacía arquear las cejas y meterle en la cabeza un pensamiento insistente: «¿Dónde coño me he metido?». Miró los rostros de la gente que tenía a su alrededor, mujeres de mediana edad en su mayoría, y se fijó en cómo clavaban sus ojos con interés sobre la doctora Lofish.

—Se trata de acompañar al alma a la experiencia que ella elija trabajar, porque no olviden que en esta terapia la protagonista es el alma del paciente. Es como abrir las carpetas de un gran archivo donde están guardadas todas sus experiencias vitales y ponerse a indagar sobre ellas. Desde un acontecimiento feliz a una discusión, una relación que le dejó huella, un recuerdo perdido, el germen de una fobia… Ustedes pueden echar la vista atrás, pero normalmente esos recuerdos pasan por el filtro de la mente. Y esto tiene consecuencias: se pierden detalles, algunas escenas no son claras y difieren de la realidad... Porque nuestro consciente nos protege y desvirtúa los hechos para poder seguir viviendo a pesar de haber sufrido algún trauma. Pero si un terapeuta les acompaña, y ustedes se lo permiten, gracias a la Terapia Regresiva podrán revivir esas experiencias que fueron el origen de aquella emoción, y dejar la experiencia resuelta, dejando así de resonarles en la actualidad al vivir una circunstancia parecida. En estado normal, el individuo puede dudar del color de unos zapatos, de un nombre, de las razones que le llevaron a hacer algo… Pero en estado expandido de conciencia no tiene dudas: sabe que sus zapatos eran rojos, que su compañero se llamaba Luis, que rompió los juguetes de su hermano por envidia… El alma del paciente lo sabe todo, lo percibe, lo siente, lo revive como si estuviera allí, conoce el porqué de las cosas.

El chico se movió en la silla cambiando su semblante, pues conceptos tales como alma, vidas pasadas, mentes distorsionadoras y demás tratados como asuntos reales y no como ciencia ficción le producían urticaria intelectual. Aun así, la mención a un zapato rojo le hizo venir a la memoria un objeto de tales características tirado en lo más alto del terrado. Lo había visto en un sueño la última noche. «Porque aquello era un sueño, ¿no?», se cuestionó. Se sintió absorto al elucubrar con la posibilidad de subir a la azotea y verlo allí. ¿Qué podría significar aquello si se confirmaba? ¿Que había salido de su cuerpo y existía un alma, como defendía la charlatana de camisa blanca? El escudo de escepticismo le mantenía en alerta, pero la curiosidad por su periplo personal había conseguido que bajara la guardia. Las causas de su ansiedad, las vivencias que parecían repetirse e incluso la experiencia extracorpórea eran fenómenos que cabrían en el discurso de la doctora. Pero entrar en su terreno era una locura. No se lo podía permitir, por lo que sonrió de forma irónica y la doctora Lofish se percató. Iba a dirigirse a él cuando una señora mayor de cabellos cortos plateados alzó la mano para formular una duda.

—¿Y la ciencia qué dice de todo esto?

—La ciencia no dice nada, son los científicos los que dicen cosas y estos son personas. Pero la ciencia viene detrás de las evidencias siempre. Yo les aseguro que hace veinticinco años no hubiese estado ahí sentada como ustedes lo están ahora mismo. Soy mujer de ciencias, pero lo que me permite estar hablando ahora es la evidencia. Son muchos los casos que llevo vistos y es lo que me da fuerza para estar aquí. He pasado del ver para creer al creer para ver. La evidencia de hoy es la ciencia del mañana. Quizá un día la ciencia explique temas como la conciencia, el alma, la vida después de la muerte… y a lo mejor la Terapia Regresiva llegue a estudiarse en las Universidades. Como decía Schopenhauer: toda verdad pasa por tres etapas: primero es ridiculizada; luego sufre una violenta oposición; y, finalmente, es aceptada como evidente. Pero no estoy hablando de quitarle el sitio a la medicina, la psicología o la psiquiatría. Yo misma soy psiquiatra. Simplemente es un recurso, una forma de enfocar las terapias para sanar al paciente, que es el objetivo primordial.

Aquello era demasiado para Sergi. Se agachó refunfuñando para coger la mochila y marcharse, pero la doctora no aguantó más sus desplantes.

—Perdona, ¿me permite que le haga un comentario?

—Dime —dijo el joven frenándose pasmado tratándola de «tú».

—¿Se ha sentido molesto por algo que haya dicho?

—¿Molesto? No. Es que simplemente no me lo creo. Eso de vidas pasadas, el alma… No lo veo. Puede que engañes a esta gente, pero a mí no… —comentó sintiéndose el centro de decenas de miradas iracundas—. Me parece que todo son fantasías, inventos… Es que no le veo la utilidad a este rollo raro de las regresiones. Todo está aquí, en la mente y ya está —aclaró Sergi tocándose la cabeza —. No hace falta ningún truco.

—No son trucos, son técnicas. Y yo uso las regresiones como parte de una terapia cuya finalidad es la curación o el alivio de determinados síntomas. Si le soy sincera, da igual que el paciente crea en el alma o en la reencarnación. Usted puede creer que no hay nada más allá del cerebro y que la mente origina esas historias. Pero lo interesante es pensar si esos arquetipos que genera le quieren decir algo. Con la Terapia Regresiva acudimos a recuerdos de su vida actual y, si los otros hechos que surgen fueran imaginación, ¿qué más da? Si le ayudan a curarse, ¿qué importa que no sean vidas pasadas, sino parte de la psicología humana?

—Pues da, porque si quieres saber algo de mi pasado basta que me lo preguntes. Tengo muy buena memoria —le sugirió Sergi.

—¿Usted se fía al cien por cien de su memoria? Estoy segura de que no tiene recuerdos de sus primeros años de vida y de su infancia más lejana, no más de cuatro o cinco anécdotas. Me podrá decir que era muy pequeño. De acuerdo, pero ya se estaba formando como persona. Pero demos otro paso. ¿Tiene pareja? —Sergi asintió—. ¿Desde cuándo?

—Algo más de seis años.

—¿Cuántos recuerdos tiene entre el segundo año y el cuarto? —El chico no huyó del juego mental al que le estaba sometiendo y se estrujó el cerebro—. ¿Diez? ¿Veinte?

—No sé… Unos cuantos. Así de sopetón…

—Menos de los que cree. Si le diera un par de días para recopilarlos tampoco serían tantos comparados con tres años de relación, por lo que su memoria no me parece tan fiable. Ni de la de nadie de aquí —dijo haciendo partícipe al público en general—. Fíjense en una cosa. Cuando rememoran la infancia, creen que hay momentos en que lo recuerdan casi todo. Pero siempre son las mismas cosas: un día de playa, un accidente doméstico, compañeros de clase… Como si fuera un álbum de fotos que al abrirlo siempre te muestra las mismas imágenes. Es complicado descubrir nuevos recuerdos y de lo que uno retiene hay partes que son puras anécdotas. Y aún le doy otra vuelta de tuerca. ¿No hay recuerdos que los conservan gracias a que tienen fotos o vídeos? ¿Qué recuerdos los tienen porque saben que los vivieron y cuáles porque los han visto grabados?

El silencio se había hecho en la sala y la doctora aún tenía cuerda para rato.

—Entre un episodio y otro de los que recuerdan puede haber meses o años de vacío y ustedes no saben qué pasó. Creemos que tenemos una memoria excelente, pero al final su existencia se resume en un libro así de finito —expresó casi tocándose las yemas de los dedos índice y pulgar—. Y siempre son los mismos recuerdos.

—¿Y el resto qué? ¿Han desaparecido? —Quiso saber un oyente.

—No, porque a lo mejor yo le enseño un juguete y… ¡pum! Conecta con un recuerdo que tenía olvidado y recupera sensaciones, olores, emociones…

—¿Entonces qué pasa? ¿Dónde estaba? ¿Por qué no me acordaba? —dejó caer una mujer sentada en la primera fila.

—No sé por qué hay información que el cerebro elimina y otra la archiva o la sintetiza. Pero lo que sí sé es que le han hecho ser la persona que es hoy. Y también les puedo asegurar que muchos recuerdos están distorsionados, creen que pasaron de una forma y, en realidad, lo hicieron de otra. Del mismo modo, existen hechos de los que tenemos sensaciones generales más que recuerdos concretos. La Terapia Regresiva puede ayudarle a ampliar esos recuerdos, expandirlos, detallarlos, volver a sentir lo que le provocaron… Y así descubrir sus miedos, saber por qué los tiene, cómo le afectan…

De súbito, la recepcionista entró en la habitación atronando al personal con sus zapatos de tacón y mirando a la doctora señaló el reloj de su muñeca con gesto alegre.

—Gracias, cariño. Le he dicho a Anita que me avisara unos minutos antes de que se acabara el tiempo de la conferencia para informarles del taller vivencial de mañana por la tarde. Entre los asistentes se sortearán algunas regresiones y podremos trabajar lo que hemos estado comentando. Si hoy están aquí no es por casualidad, sino porque su alma les ha guiado. Y si mañana deben asistir, nos veremos de nuevo. Espero que hayan disfrutado de este momento igual que yo. Les agradezco su asistencia y muchas gracias.

El público se puso en pie y estalló en aplausos provocando que la doctora Lofish se sonrojara sin poder evitarlo. Sergi permaneció estático en su asiento y aislado del entorno para descubrir que algo en su interior quería darle un mensaje a pesar de que su mente estaba preparando la artillería de pensamientos para bloquear cualquier comunicado. Se había colado un rayo de luz por las grietas de su ego y aunque su cabeza taparía con dudas y más dudas la rendija, haber visto algo más allá del muro del puro raciocinio cerebral hacía que ya nada pudiera volver a ser igual…

El día que vuelva no me marcharé jamás

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