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Fray Juan de Zumárraga, Arzobispo de México.

Para poner término a los males de México, que no eran pocos, influyó Carlos V para que fuese nombrado primer obispo de aquella ciudad (12 diciembre 1527) Fray Juan de Zumárraga, de la orden de San Francisco, natural de Durango (Vizcaya) y guardián del convento del Abrojo (Valladolid)[64]. Con el mismo objeto, el Emperador, por cédula del 13 de diciembre del mismo año, ordenó el establecimiento de una Audiencia, compuesta de un presidente (Nuño Beltrán de Guzmán) y de cuatro oidores (Diego Delgadillo, Juan Ortiz de Matienzo, Alonso de Parada y Francisco Maldonado). El obispo Zumárraga y oidores llegaron a Vera Cruz el 6 de diciembre de 1528. Allí se les reunió Nuño Beltrán de Guzmán, a la sazón gobernador de Pánuco. Ni el prelado, que además de su cargo episcopal, ostentaba el nombramiento de Protector general de los indios, ni la Audiencia, pusieron orden en aquel mar de revueltas pasiones. Porque Zumárraga y los religiosos se declararon defensores de Hernán Cortés, Guzmán, Delgadillo y Matienzo—pues Parada y Maldonado murieron a poco de haber llegado—se pusieron al lado de los enemigos del conquistador de México. Entre los procesos que se formaron a Cortés, hubo dos que dieron no poco escándalo: por el primero se le acusaba de haber peleado con Narváez, y por el segundo se le quería hacer responsable de la muerte de su citada mujer Doña Catalina. No solamente los oidores de la Audiencia intentaron despojar de sus bienes a Cortés, sino que persiguieron con singular encono a Pedro de Alvarado (que por entonces regresó de España a México), sin embargo de que en el año 1528 había sido confirmado en la gobernación de Guatemala. Por motivos harto pueriles, dispuso la Audiencia que fuesen presos García de Llerena, apoderado de Cortés, y el clérigo Cristóbal de Angulo. Cuando ellos tuvieron noticia de la orden de prisión, ni tardos ni perezosos, buscaron asilo en San Francisco; pero la Audiencia, sin respeto alguno a lo sagrado del lugar, dispuso la extradición en la noche del 4 de marzo de 1530. Reclamaron los franciscanos y medió el obispo; mas todo fué en vano. A tal punto llegaron las cosas, que el mismo Delgadillo acometió a los religiosos, viéndose en no poco peligro el prelado. Inmediatamente la Audiencia hizo ahorcar a Angulo, disponiendo también que fuese azotado y se le cortara un pie a García de Llerena. Fray Juan de Zumárraga puso entonces la ciudad en entredicho, de la cual salió con todo el clero para Tezcuco (7 de marzo), volviendo a los pocos días.

Cuando Nuño de Guzmán supo que las quejas del obispo Zumárraga habían llegado a oídos del Rey, como también las de varios particulares, y cuando le dijeron que Cortés había sido recibido cariñosamente en Toledo por Carlos V—según acabamos de decir en este mismo capítulo—entonces, para dar largas al asunto, a la cabeza de lucido ejército, salió de México (últimos de 1529) para emprender la conquista de los chichimecas. Audaz y valeroso se mostró Nuño de Guzmán, fundando tiempo adelante (1535) la ciudad de Santiago de Compostela y dando el nombre a la tierra conquistada de Castilla la Nueva.

Daráse cuenta en este lugar que, mediante capitulación celebrada con el emperador Carlos V, en Granada a 8 de diciembre de 1526, Don Francisco de Montejo, lugarteniente de Hernán Cortés y ascendiente de la Casa de Montellano, conquistó la península de Yucatán (1528) y otras tierras[65]. También por entonces Alonso Dávila fundó a Villa-Real.

Por lo que respecta a Hernán Cortés, desembarcó en Veracruz el 15 de julio de 1530, pasando a Tlaxcala y Tezcoco, en cuyas poblaciones obtuvo entusiástico recibimiento. Tampoco fueron cordiales las relaciones de Cortés con la segunda Audiencia. Componíase de los oidores Juan de Salmerón, Alonso de Maldonado, Vasco de Quiroga y Francisco Ceynos, bajo la presidencia de D. Sebastián Ramírez de Fuenleal, obispo de la Española. Los oidores llegaron a Veracruz en los comienzos del año 1531, y el Presidente el 23 de septiembre del citado año. Hemos dicho que no terminaron los disgustos entre la Audiencia y Cortés, añadiendo a la sazón que aquel Tribunal tampoco vivió en paz con el siempre descontentadizo obispo Zumárraga. Del mismo modo la Audiencia, que tenía el encargo de residenciar á Nuño de Guzmán, se cruzaba de brazos, teniendo el Rey que nombrar más adelante (1536) al licenciado Pérez de la Torre, gobernador de Nueva Galicia. Preso en la ciudad de México el año 1537, fué encerrado en las Atarazanas y luego trasladado á España, muriendo en Torrejón de Velasco (1544).

Injustos seríamos si no dijésemos que la segunda Audiencia hizo mucho por la paz de México y procuró colonizar aquellas hermosas tierras. Fray Toribio de Benavente o Motolinía fundó en el valle de Cuitlaxtoapán (16 abril 1531) una población a la cual dió el nombre de Puebla de los Angeles[66].

Pasando a otro asunto haremos notar que el oidor Vasco de Quiroga, por orden de la Audiencia, marchó al reino de Michoacán, logrando con tino y prudencia atraerse a los levantiscos indios. También hizo una cosa buena y fué la fundación del hospital de Santa Fe de la Laguna. El oidor Vasco pudo volver a México satisfecho de su viaje.

Por entonces se consolidó la fundación de Querétaro (1531) en el sitio que hoy ocupa y—según cuentan piadosos devotos—se apareció el apóstol Santiago, como tantas veces se apareció en España; también en el cielo se vió una cruz, erigiéndose en memoria de milagro tan singular una cruz de piedra, que todavía se halla en el mismo lugar.

Mucho interés despertó una expedición que hizo un hijo de Francisco Montejo, del mismo nombre que el padre. Penetró por Tabasco y Champotón, venciendo toda clase de dificultades y fundando, en 1541, a Campeche, y en 1542 a Mérida. (Apéndice A.)

Las siguientes noticias no interesan a la historia de México, ni aun a la de América; pero se hallan en el Cedulario Indico e indican las relaciones entre aquella colonia y la madre patria. El día 1.º de marzo de 1535, el Rey, que a la sazón se hallaba en Madrid, se dirigió al Presidente de la Audiencia de México, diciéndole que Barbarroja desde Túnez se disponía a hacer guerra a la cristiandad, especialmente a los reinos de España y que él (D. Carlos) había dispuesto una gran armada para dirigirse desde Barcelona a castigar al corsario[67]. Posteriormente la Reina, según carta escrita en Madrid el 13 de agosto del mismo año, dijo al citado Presidente que el Emperador marchó a Barcelona, embarcándose para Africa. Dícele también que ha escrito a los prelados y religiosos de su diócesis para que hagan plegarias, sacrificios y otras oraciones a su Divina Majestad, a fin de que guarde, guíe y dé la victoria al Emperador[68]. Desde Madrid (27 de agosto de 1535) la Reina dió noticia detallada al mismo Presidente de la conquista de Túnez[69].

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