Читать книгу Historia de América desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días - Juan Ortega Rubio - Страница 9
CAPITULO IV
ОглавлениеConquista de México (Continuación).—Cortés, Alvarado, Olid y Sandoval caen sobre México.—Lucha entre las piraguas mejicanas y los bergantines españoles.—Desastre de los españoles.—Victoria de Cortés.—Cuauhtémoc es hecho prisionero.—Caída de México.—Repartición del botín.—Suplicio del rey de Tacuba y de Cuauhtémoc.—Cédula del 26 de junio de 1523.—Dúdase de la fidelidad de Cortés.—Muerte de Catalina Suárez.—Cortés en España.—Su entrevista con el Emperador.—El obispo Zumárraga.—La Audiencia.—Levantamiento de los chichimecas.—Conquista de Yucatán.—Cortés en México.—Relaciones entre Cortés y la Audiencia.—Fundación de Querétaro y de otras poblaciones.—Los reyes y la colonia mejicana.
Dividió Hernán Cortés el ejército en tres columnas: la primera bajo las órdenes de Pedro de Alvarado, la segunda la dirigiría Cristóbal de Olid, y al frente de la tercera puso a Gonzalo de Sandoval. Contaba la primera de 168 infantes, 30 caballos y unos 25.000 tlascaltecas; la segunda, de 168 infantes, 33 caballos y 25.000 tlascaltecas; y la tercera de 167 infantes, 24 caballos y 30.000 indios de todos los contingentes aliados. El se reservó para las primeras operaciones el mando de los bergantines. Determinó ocupar al mismo tiempo las tres calzadas de Tamba, Cojohuacán e Iztapalapán, operación que encomendó respectivamente a Alvarado, Olid y Sandoval. Cortés, con su flotilla, se dispuso a echar a pique el número considerable de canoas que aparecía por todas partes en la laguna. Memorable fué el triunfo que logró nuestra escuadra sobre la mejicana. Las canoas y piraguas que pudieron salvarse buscaron refugio en los canales de la capital. En todas partes se peleaba con la misma furia, mostrando su valor y pericia los citados jefes. Satisfecho Cortés de la parte que tomaron en la victoria los bergantines, envió cuatro a Alvarado, otros cuatro a Sandoval y él con los cinco restantes pasó a incorporarse con el maestre de campo Cristóbal de Olid. Mostrábase cada vez más risueña la fortuna en nuestro campo, llegando Alvarado, Sandoval, Olid y Cortés a arruinar los burgos o primeras casas de la ciudad.
La guerra, sin embargo, se iba a recrudecer más. Comprendiendo los mejicanos que las canoas no podían resistir el empuje de los bergantines, construyeron piraguas, grandes y fuertes embarcaciones. Se repitieron los ataques en los días sucesivos. Nuestra artillería dió al través, tiempo adelante, con las piraguas; pero es de sentir que los nuestros cayesen en una emboscada que trajo fatales resultados. En algunas partes de la laguna se hallaban densos y elevados bosques de cañas, palustres o carrizales, en los cuales se escondieron varias piraguas. Llevaron del mismo modo cuatro canoas de bastimentos para que sirviesen de cebo a la emboscada, colocando debajo del agua gruesas estacas para que chocasen en ellas los bergantines. Dos de estos, mandados por Pedro Barba y Juan Portillo (de los cuatro que asistían a Gonzalo de Sandoval) vieron las canoas, se arrojaron con todo el ímpetu de los remos sobre ellas, quedando al poco tiempo en los carrizales, sin poder retroceder ni pasar adelante. Entablóse entre las piraguas y los bergantines lucha desesperada. En ella murió el capitán Juan Portillo y de resultas de las heridas, tres días después, Pedro Barba. No lejos del sitio de la desgracia se valieron los españoles de la misma estratagema y se vengaron con creces de la muerte de los nuestros, pues rompieron enteramente la escuadra enemiga.
Convocó el Emperador azteca a sus ministros, a sus generales y a sus sacerdotes y a todos hizo presente el estado miserable de la ciudad, la gente de guerra que se perdía y el hambre de gran parte del pueblo. Inclinóse a la paz, como se inclinaron en seguida ministros y cabos; pero enérgicamente y con tesón se opusieron a ella los sacerdotes. También los españoles estaban cansados de lucha tan larga.
Cuauhtémoc y Hernán Cortés se decidieron a terminar pronto y con toda energía la contienda. Alvarado y Sandoval unidos atacarían por la calzada de Tacuba, apoyados por los bergantines, hasta llegar al mercado de Tlatelolco que tenían a su frente; Cortés, desde sus cuarteles de Xoloc se propuso el mismo objetivo y dividió sus fuerzas en tres trozos: uno, a las órdenes de Alderete; otro, a las de Andrés Tapia y Jorge Alvarado (hermano de Pedro), y el tercero, a las suyas. Los pocos obstáculos que las tres columnas encontraron en el avance hizo sospechar al capitán español que Cuauhtémoc quería atraerlas al corazón de la ciudad. Si prudentemente se detuvo Cortés, Alderete cayó en el lazo. Su columna se entregó a la fuga perseguida por los guerreros aztecas y acobardada por los proyectiles que le arrojaban desde las azoteas. Cortés, lleno de terror, intentó detener al enemigo. Cayeron sobre él e hicieron no pocos esfuerzos para arrastrarle a las canoas. Cuando se puso fuera de combate, a causa de una herida en el muslo y parecía perdida toda salvación, Cristóbal de Olea se arrojó como un león a la pelea y también un jefe de Tlascala. Salvóse Cortés; pero Olea fué herido mortalmente. Quiñones, capitán de su guardia, y Guzmán, su paje, acudieron también a su auxilio. En el momento que el citado paje le ayudaba a montar en un caballo, fué cogido aquel infeliz y arrastrado a las canoas enemigas; Quiñones pudo retirarse con su jefe, el cual, ganando tierra firme en la plaza frente a la calle de Tacuba, reunió los restos de la columna de Alderete a la de Tapia y la suya, marchando, acosado por todas partes, al real de Xoloc. Mandóse a Andrés Tapia a la calzada de Tacuba para que Alvarado y Sandoval tuviesen noticia del desastre y ajustaran a él su manera de obrar. Verificóse la retirada.
No puede negarse que Cuauhtémoc dió prueba de excelente Capitán. Grande fué el triunfo que consiguió sobre sus enemigos.
Aunque en el campo español se echó la culpa de la desgracia a Alderete, Cortés, habiéndole preguntado Sandoval por las causas del desastre, contestó: «Es por mis pecados a lo que debo esta desgracia, Sandoval, hijo mío.» «Pasaron de 40 los españoles—escribe Solís—, que llevaron vivos para sacrificarlos a los Idolos; perdióse una pieza de artillería; murieron más de 1.000 tlascaltecas, y apenas hubo español que no saliese maltratado.»[53].
Al poco tiempo volvió la fortuna a mostrarse risueña con Hernán Cortés. Vino por aquellos días a Vera Cruz un barco con municiones, ya escasas en el campo español. Curados de sus heridas capitanes y soldados, y reforzado el ejército con gruesos contingentes de aliados, resolvió Cortés tomar la ofensiva. Salieron Alvarado, Sandoval y Hernán Cortés, el primero por el camino de Tacuba, el segundo por el de Tapeaquilla y el tercero por el de Cojohuacán. Penetraron en la ciudad y ganaron en seguida las calles arruinadas, porque los enemigos las defendían flojamente. Los tres se dirigieron a la plaza de Tlatelolco, llegando el primero Alvarado, que se apoderó de un gran Adoratorio, donde estaba el dios de la guerra. El segundo que penetró en la plaza fué Cortés, con Olid a sus órdenes; el tercero y último fué Gonzalo de Sandoval. La lucha entre españoles y mejicanos no pudo ser más feroz ni sangrienta. Los indios huyeron desalentados a guardar la persona de su Rey, que se hallaba bastante comprometida.
El 13 de agosto de 1521 condujo Cortés a su ejército contra la parte de la ciudad ocupada todavía por el enemigo. En apuro tan grande—dícese—que los mejicanos pidieron la paz para entretener a Cortés, escapándose entretanto Cuauhtémoc. Conoció el engaño el capitán español, quien dispuso que García Holguín con su bergantín, que era el más velero, diera caza a la piragua que iba delante y parecía superior a las demás. Dada por García Holguín la orden de acometerla, levantóse para rechazar el asalto un joven guerrero; pero al gritar los mejicanos que era el Emperador, dejó caer sus armas y dijo: «Yo soy Cuauhtémoc; conducidme a Malintzin (Cortés); soy su prisionero; pero que no se haga daño a mi mujer y a los míos.» Llevado a presencia de Cortés, manifestó «que había hecho cuanto había podido para defenderse a sí y a los suyos; y que si los dioses le habían sido contrarios, que no tenía la culpa, que su prisionero era, que hiciese su voluntad, y poniendo la mano en el puñal de Cortés, le dijo que le matase, que iría muy consolado adonde sus dioses estaban, especialmente habiendo muerto á manos de tal capitán»[54]. Rogóle Cortés que mandase a los suyos que se dieran a partido o que cesara tanto derramamiento de sangre. Así lo hizo y fué obedecido inmediatamente. «Y aquí acabó—añade Herrera—la guerra y el gran imperio mejicano.»
Esa guerra—decimos nosotros—constituye una epopeya, en la cual brillaron dos héroes, dignos igualmente de las alabanzas de la historia: Cuauhtémoc, vencido, y Hernán Cortés, vencedor. Si tuviéramos que decidirnos por alguno, nuestras simpatías estarían por el mejicano. Y para que a nadie cause extrañeza nuestra manera de pensar, más adelante diremos, cuando de Santo Domingo se trate en el capítulo XX de este tomo, que, entre Napoleón el Grande y Toussaint Louverture, preferimos también al que muere defendiendo a su patria, que al tirano conquistador. Ante el tribunal de la historia, blancos y negros, españoles y americanos, son iguales.
Refieren nuestros cronistas que el capitán español estuvo cariñoso con los deudos de Cuauhtémoc. Por espacio de muchos años, el 13 de agosto, día de San Hipólito, se hacían solemnes fiestas en México, como recuerdo de batalla tan señalada. En la procesión religiosa se llevaba el pendón de aquel ejército. El sitio de México había durado tres meses y medio. Los días siguientes a la rendición se invirtieron en limpiar la ciudad de montones de cadáveres, dejando Cortés la guarnición a Sandoval y a Pedro de Alvarado, en tanto que él se retiraba con los prisioneros a Cojohuacán. Poco después volvió Cortés a la ciudad. Celebróse la conquista de México con banquetes y gran recepción oficial, a la cual asistió Pánfilo de Narváez, hasta entonces preso en Vera Cruz y ya en completa libertad para que pudiese—como lo hizo—regresar a España. Murieron en el sitio y toma de México—según las estadísticas más exactas—unos 67.000 hombres; por el hambre y las enfermedades, 50.000. Los españoles tuvieron el 9 por 100 de su efectivo. Las pérdidas de los aliados llegaron a 30.000. Repartido el botín—unos 130.000 castellanos de oro—, las alegrías se convirtieron en tristezas. No correspondieron, ni con mucho, las riquezas a las esperanzas de capitanes y soldados. Pidieron los más descontentos a Cortés que les fueran entregados Cuauhtémoc y el rey de Tacuba para obligarles a declarar dónde habían escondido sus tesoros. Cedió Cortés, y puestos a tormento sobre unas parrillas, bajo las cuales había fuego, como el rey de Tacuba, mirando a Cuauhtémoc, lanzase un grito de dolor, exclamó el Emperador: Y yo ¿estoy acaso en algún lecho de rosas? Cortés mandó suspender el suplicio para encerrarlos en miserable prisión.
Pasado algún tiempo llegó a Cojoacán la mujer de Hernán Cortés, D.ª Catalina Suárez de Marcayda. Aunque Cortés celebró la presencia de su esposa con regocijos y fiestas de cañas, no debió sentirse muy contento. A los pocos meses, en la casa de dicha población llamada del Conquistador, Hernán Cortés halló muerta a dicha D.ª Catalina, como se dirá con más detenimiento en este mismo capítulo.
Sosegado el país al cabo de borrascas tan bravas, ocupóse el Conquistador en enviar expediciones a pueblos lejanos, no olvidándose de la organización de Nueva España[55]. Preocupábanle con alguna razón los continuos alzamientos de los naturales; pero lo que le puso en más cuidado fué la rebelión de Cristóbal de Olid, quien se dejó ganar por los partidarios de Velázquez. El conquistador de México en persona salió, llevando consigo a Cuauhtémoc y a los reyes de Acolhuacan y de Tlacopan, en persecución de Olid. Luego, cansado de vigilar a los reyes prisioneros, con pretexto de ser fautores de una conjuración, les hizo matar, colgándoles de los pies de una frondosa ceiba (25 de febrero de 1525), no sin que Cuauhtémoc, protestando de su inocencia, amenazase a Cortés con la justicia de Dios.
Aunque el ilustre historiador americano Guillermo Prescott afirme que la caída del imperio de los aztecas fué beneficiosa a la humanidad, dada la crueldad y el canibalismo en los citados indios, nosotros guardamos silencio y condenamos a todos los que en nombre del cristianismo y de la civilización cometieron hechos semejantes.
No tardaron en someterse las provincias de aquel vasto imperio. Todas las tribus establecidas entre las grandes cordilleras occidentales del primitivo Anahuac (imperio de México) y el gran Océano Pacífico prestaron obediencia al rey de España. No les quedaba otro recurso. Cuando vieron caer uno tras otro, a sus hijos, a sus hermanos y a sus padres; cuando se encontraron sin Emperador y sin caciques; cuando contemplaron saqueadas sus poblaciones y sus campos, bajaron la cabeza y se entregaron, víctimas de su abatimiento, al vencedor.
Habremos de recordar que algún tiempo antes encargó el rey de España—según Cédula de 26 de junio de 1523—, «que Don Hernando Cortés, virrey de México, procurase descubrir en la costa abajo de aquella tierra un Estrecho que había para pasar del mar del Norte al del Sur—pues convenía mucho al Real servicio saberlo—, poniendo toda diligencia en enviar personas que le trajesen larga y verdadera relación de lo que hallasen para dar cuenta a S. M., quien igualmente estaba informado que hacia la parte del Sur de aquella tierra había mar en que estaban depositados grandes secretos y cosas de que Dios era muy servido y estos reinos acrecentados, y esperaba practicase lo mismo a fin de saberlo con certeza»[56].
Creemos conveniente trasladar aquí, sin embargo de su mucha extensión, la citada cédula. Tiene verdadero interés, porque en ella vemos con toda exactitud las ideas y sentimientos que animaban a nuestros monarcas. Dice así:
Valladolid 26 de Junio de 1523.
El Rey. La orden que es mi merced y voluntad que vos Hernando Cortés, nuestro Capitan general y Gobernador de la Nueva España, tengais así en el tratamiento y conversion de los Naturales y moradores de la dicha tierra, que es debajo de vuestra governacion, como en lo que toca a nuestra Hacienda, y a la poblacion de la dicha tierra, y a su bien noblecimientos y pacificacion, de que dareis parte a los nuestros oficiales que en ella avemos proveído: es lo siguiente.
1.
Primeramente sabed, que por lo que principalmente avemos holgado, y dado infinitas gracias a nuestro Señor de nos aver descubierto esa tierra, y provincias della, ha sido, y es, porque segun buestras relaciones y de las personas que de esas partes han venido, los Indios habitantes y naturales della, son más hábiles y capaces y razonables que los otros Indios naturales de la Tierrafirme e Isla Española y S. Juan, y de las otras que hasta aquí se han hallado y descubierto y poblado, por muchas cosas, experiencias y muestras que se han hallado y visto y conocido en ellas, y por estas causas hay en ellos más aparejo para conocer a nuestro Señor y ser instruídos y vivir en su santa Fe Católica como Christianos, para que se salven, que es nuestro principal deseo e intencion: y pues como veis todos somos obligados a les ayudar, y trabajar con ellos, a este propósito. Yo vos encargo y mando quanto puedo que tengais especial y principal cuidado de la conversion, y Doctrina de los Jecles e Indios de esas partes e Provincias que son debaxo de vuestra governacion, y que con todas vuestras fuerzas, supuestos todos otros intereses y provechos, trabajeis por vuestra parte quanto en el mundo os fuere posible, como los Indios naturales de esa Nueva España sean convertidos a nuestra Santa Fe Católica, e industriados en ella, para que vivan como Christianos y se salven; y porque como saveis a causa de ser los dichos Indios tan sujetos a sus Jecles y señores y tan amigos de seguirlos en todo, parece que sería el principal camino para esto comenzar a instruir a los dichos señores principales, y que tambien no sería muy provechoso que de golpe se hiciese mucha instancia a todos los dichos Indios a que fuesen Christianos y que recivieran dello desabrimiento: ved allá lo uno y lo otro, y juntamente con los Religiosos y personas de buena vida que en esas partes residen, entender en ello con mucho hervor, teniendo toda la templanza que convenga.
2.
Asimismo por las dichas causas parece que los dichos Indios tienen maña y razon para vivir política y ordenadamente en sus Pueblos que ellos tienen, aveis de trabajar como lo hagan así y perseveren en ello poniéndolos en buenas costumbres y toda buena orden de vivir.
3.
Asimismo porque por las relaciones e informaciones que de esa Tierra tenemos, parece que los naturales della tienen Idolos donde sacrifican criaturas humanas y comen carne humana, comiéndose unos a otros, y haciendo otras abominaciones contra nuestra santa Fe Católica y toda razon natural; y que ansímismo quando entre ellos hay guerras los que captivan y matan los toman y comen, de que nuestro Señor ha sido y es muy deservido, aveis de defender y notificar a todos los naturales de esa tierra que no lo hagan por ninguna vía, defendiéndoselo só graves penas, y para selo testar busqueis todas las buenas maneras que para ello pueda ayudar y aprovechar diciendo quanto contra toda razon dibina y humana, y quan grande abominacion es comer carne humana, que para que tengan carnes que comer y de que se sustentar, demás de los ganados que se han llevado a la dicha Tierra mandaremos contino llevar, porque multipliquen y ellos escusen la dicha abominacion: y ansímismo les amonestad que no tengan Idolos, ni mezquitas, ni Casas de ellos en ninguna manera; y despues que así selo hayais amonestado y notificado muchas veces, a los que contra ello fueren los castigad con graves penas públicas, teniendo en todo la templanza que vos pareciere que conviene.
4.
Otrosí por quanto por la larga experiencia avemos visto que aver hecho repartimientos de Indios en la Isla Española, y en las otras Islas que hasta aquí están pobladas y averse encomendado y tenido los Christianos Españoles que la han ido a poblar, han venido en grandísima disiminucion por el mal tratamiento y demasiado trabajo que les han dado: lo qual allende del grandísimo daño y perdida que en la muerte y disminucion de los dichos Indios ha avido, y el gran deservicio que nuestro Señor dello ha recibido, ha sido causa y estorvo para que los dichos Indios no viniesen en conocimiento de nuestra Santa Fe Católica para que se salvasen: por lo qual, visto los dichos daños que del repartimiento de los dichos Indios se siguen, queriendo proveer y remediar lo susodicho, y en todo cumplir con lo que debemos principalmente al servicio de Dios Nuestro Señor, de quien tantos bienes y mercedes avemos recibido y recivimos cada día, y satisfacer a lo que por la Santa Sede Apostólica nos es mandado y encomendado por la Bula de la donacion y concesion, mandamos platicar sobre ellos a todos los del nuestro Consejo, juntamente con los Theologos, Religiosos y personas de muchas letras, y de buena y santa vida, que en nuestra Corte se hallaron y pareció que nos con buenas conciencias, pues Dios Nuestro Señor crió los dichos Indios libres y no sugetos, no podemos mandar los encomendar, ni hacer repartimiento de ellos a los Christianos, y así es nuestra voluntad que se cumpla: Por ende Yo vos mando que en esa dicha tierra no hagais, ni consintais hacer repartimientos, encomienda, ni deposito de los Indios della, sino que los dejeis vivir libremente, como nuestros Vasallos viven en estos nuestros Reynos de Castilla, y si quando esta llegare tuvieredes hecho algun repartimiento, o encomendado algunos Indios a algunos Christianos, luego que la recivieredes revocad qualquier repartimiento o encomienda de Indios que hayais hecho en esa tierra a los Christianos Españoles que a ella han ido e estuvieren, quitándolos dichos Indios de poder de qualquier persona o personas que los tengan repartidos o encomendados, y los dejeis en entera libertad, e para que vivan en ella, quitandolos e apartandolos de los vicios y abominaciones en que han vivido y están acostumbrados a vivir como dicho es: Y aveisles de dar a entender la merced que en esto les hacemos, y la voluntad que tenemos a que sean bien tratados y enseñados, para que con mejor voluntad vengan en conocimiento de nuestra Santa Fe Católica e nos sirvan e tengan con los Españoles que a la dicha tierra fueren, la amistad y contratacion que es razon.
5.
Y porque es cosa justa y razonable que los dichos Indios naturales de la dicha tierra nos sirban, y den tributo en reconocimiento del señorío y servicio que como nuestros subditos y vasallos nos deben, e somos informados que ellos entre sí tenían costumbre de dar a sus Jecles y señores principales cierto tributo ordinario, Yo vos mando que luego que los dichos nuestros Oficiales llegaren todos juntos, vos informeis del tributo o servicio ordinario que daban a los dichos sus Jecles, e si hallaredes que es ansí que pagaban el dicho tributo, aveis de tener forma y manera, juntamente con los dichos nuestros Oficiales, y asentar con los dichos Indios, que nos den y paguen en cada un año otro tanto dinero y tributo como deban o pagaban hasta agora a los dichos sus Jecles y señores, y si hallaredes que no tenían costumbre de pagar el dicho quinto y tributos, asentareis con ellos que nos den y paguen reconocimiento del vasallage, que nos deben como á sus soberanos señores ordinariamente lo que vos pareciere que buenamente podrían cumplir y pagar, y ansimismo vos informeis demas de lo susodicho, en que otras cosas podemos ser servidos y tener renta en la dicha Tierra, asi como salinas, mineros, pastos, y otras cosas que oviere en la tierra.
6.
Y porque una de las principales causas por donde los indios naturales de esa dicha tierra y Provincias della han de venir en conocimiento delo suso dicho, es tomando exemplo en los Christianos Españoles que á esa dicha tierra fueren, y con su conversacion y testo ha de ser tratando y rescatando y conversando los unos con los otros, aveis demandar y ordenar de nuestra parte. E nos por la presente mandamos y ordenamos que entre los dichos Indios y Españoles haya contratacion y comercio voluntario, á contentamiento de partes, trocando los unos con los otros las cosas que tuvieren; pero habeis de defender só buenas penas que ninguno só color de la dicha contratacion, tome de los dichos Indios cosa alguna contra su voluntad, ni por engaño, sino por limpia y libre contratación y rescate, porque demas de los dichos provechos, será esto causa que tomen amor con vosotros.
7.
Y para que todo mejor se pueda hacer y encaminar, y con mas conformidad y amor, aveis de procurar por todas las maneras y vías que vieredes y pensaredes, que para ello pueden aprovechar de atraer con buenas obras y con buenos tratamientos a que los Caciques é Indios que en esas dichas tierras é Islas á ella comarcanas esten con los Christianos en todo amor y amistad y conformidad, y que por esta vía se haga todo lo que se oviere de hacer con ellos, así en el rescate y contratacion y comercio que con ellos ovieren de tener como en todo lo demás. Y para que mejor se haga, la principal cosa que aveis de procurar y no consentir que por vos, ni por otras personas algunas se les quebrante ninguna cosa que les fuere prometida, sino que antes que se les prometa se mire con mucho cuidado si se les puede guardar, y sino se les pudiere bien guardar, que no se les prometa en manera alguna; pero despues que así les fuere prometido, se les guarde y cumpla muy enteramente sin ninguna falta aquello que así se les prometiere, de manera que les pongais en mucha confianza de vuestra verdad.
8.
Otrosí aveis de prohibir, escusar y no consentir, ni permitir que se les haga guerra, ni mal, ni daño alguno, ni se les tome cosa alguna de lo suyo, sin se lo pagar (como dicho es), porque de miedo no se alboroten, ni se lebanten, antes aveis de castigar á los que les hicieren mal tratamiento ó daño alguno sin buestro mandado, porque por esta vía estarán en más conversacion de los Christianos, que es el mejor camino para que ellos vengan en conocimiento de Nuestra Santa Fe Católica, que es nuestro principal deseo é intencion, é más se gana en convertir ciento de esta manera que cien mil por otra vía.
9.
En caso que por esta vía no quisieren venir á nuestra obediencia, é se les obiese de hacer guerra, aveis de mirar que por ningun caso se les haga guerra, no siendo ellos los agresores, é no aviendo hecho ó provado á hacer mal ó daño á nuestra gente, y aunque ellos hayan cometido, antes de romper con ellos, les hagais de nuestra parte los requirimientos necesarios para que vengan á nuestra obediencia, una, é dos, é tres y más veces, quantas vieredes que sean necesarias, conforme á lo que se os havia ordenado é firmado de Francisco de los Cobos, mi secretario y de mi Consejo. E pues allá habrá con vos algunos Christianos que sabrán la lengua, con ellos les dareis primero á entender el bien que les verná de ponerse debaxo de nuestra obediencia, y el mal y daño y muertes de hombres que les verná de la guerra, especialmente, que los que se tomaren en ella vivos han de ser esclavos. Y para que de esto tengan entera noticia y que no puedan pretender ignorancia, les haced la dicha notificacion, porque para que puedan ser tomados como esclavos, é los Christianos los puedan tener con sana conciencia, está todo el fundamento en lo susodicho, aveis de estar sobre el aviso de una cosa que todos los Christianos porque los Indios se les encomienden, como lo han sido en las otras islas que hasta aquí se han poblado, ternan mucha gana que sean de guerra, y que no sean de paz, y que siempre han de hablar á este propósito; E porque no podais escusar de hablar con ella, es bien estar avisado desto para el crédito que en este se les debe dar, y para remediar que en ninguna manera se haga.
10.
Y porque soy informado que una de las más principales cosas, y que más les ha alterado en la Isla Española, y que más les ha enemistado con los Christianos ha sido tomarles las mugeres é hijas é criadas que tienen en sus casas contra su voluntad, é usar de ellas como de sus mujeres, aveis de defender que no se haga en ninguna manera, ni por ninguna color que sea, por quantas vías é maneras pudieredes, mandándolo pregonar só graves penas las veces que os pareciere que sean necesarias, executando las penas en las personas que quebrantaren vuestros mandamientos con mucha diligencia, é ansí lo debeis mandar hacer en todas las otras cosas que os parecieren necesarias para el buen tratamiento de los Indios.
11.
Item, juntamente con los dichos nuestros oficiales, pondreis nombre general á toda la dicha Tierra é Provincias della, é á las Ciudades, Villas y Lugares que se hallaren, y en la dicha tierra oviere, en las cosas concernientes al aumento de Nuestra Santa Fé Católica é á la conversion de los Indios. Una de las más principales cosas que aveis de mirar mucho es, en los asientos de los Lugares que allá se ovieren de hacer é asentar de nuevo. Lo primero es ver en quantos Lugares es menester que se hagan asientos en la costa de la mar para seguridad de la navegacion, y para la seguridad de la tierra; y los que han de ser para asegurar la navegacion sean en tales Puertos, que los Navíos que de acá de España fueren, se puedan aprovechar dellos en refrescar de agua, é de las otras cosas que fueren menester para su viaje. E si en el lugar que agora estan hechos, como en los que de nuevo se hicieren, se ha de mirar que sea en sitios sanos y no anegadizos, é de buenas aguas, y de buenos ayres, y cerca de montes, y de buenas tierras de labranzas, é donde se puedan aprovechar de la mar para cargar é descargar, sin que haya trabajo é costa de llevar por tierra las mercaderías que de acá fueren; é si por respetos de estar más cercanos á las Minas se oviere de meter la tierra adentro, débese mucho mirar que sea en parte que por alguna rivera se puedan llevar las cosas que de acá fueren desde la mar hasta la poblacion, porque no aviendo allá vestias, como no las hay, será grandísimo el trabajo para los hombres llevarlas (mercaderías) á cuestas, que ni los de acá, ni los Indios lo podrán sufrir. E de estas cosas susodichas, las que más pudieren tener, se deben procurar.
12.
Vistas las cosas que para los asientos de los Lugares son necesarios y escogidos, y el sitio más provechoso, é que incurran más de las cosas que para el Pueblo son menester, aveis de repartir los solares del Lugar para hacer las Casas, y estos han de ser repartidos segun la calidad de las personas, y sean de comienzo dadas por orden, de manera que hechas las casas en los solares, el Pueblo parezca ordenado, así en el lugar que dejaren para la Plaza, como en el lugar que oviere de ser la Iglesia, como en la orden que tuvieren los tales Pueblos y calles de ellos; porque en los Lugares que de nuevo se hacen, dando la orden en el comienzo, sin ningun trabajo ni costa quedan ordenados, y los otros jamás se ordenan. Y en tanto que nos hicieremos merced de los oficios de Regimiento perpetuo, é otra cosa mandamos proveer, aveis de mandar que en cada Pueblo de la dicha nuestra gobernacion elijan entre sí para un año para cada uno de los dichos oficios, tres personas, y destas tres, vos con los dichos nuestros oficiales, tomareis una, la que más hábil ó mejor os pareciere que sea qual conviene; ansí mismo se han de repartir los heredamientos, segun la calidad y manera de las personas, y segun lo que ovieren servido, así los creced y mejorad en heredad, repartiéndolas por peonías ó caballerías, y el repartimiento ha de ser de manera que á todos quepa parte de lo bueno y de lo mediano y de lo menos bueno, segun la parte que á cada uno se le oviere de dar en su calidad.
13.
E a las personas y vecinos que fueren recibidos por vecinos de los tales Pueblos, les deis sus vecindades de caballerías o peonías, segun la calidad de la persona de cada uno, residiéndola por cinco años le sea dada por servida la tal vecindad, para disponer della a su voluntad como es costumbre: al repartimiento de las quales dichas vecindades y caballerías que se ovieren de dar a los tales vecinos, mandamos que se halle presente el Procurador de la ciudad o villa donde se le oviere de dar y ser vecino.
14.
Ansí mismo vos mando que señaleis a cada una de las Villas y Lugares que de nuevo se han poblado y poblaren en esa tierra, las tierras y solares que vos parezca que han menester, y se les podrán dar sin perjuicio de tercero para propios, y enviarme bien la relacion de lo que a cada uno ovieredes dado y señalado, para que Yo se lo mande confirmar.
15.
Aveis de procurar con todo cuidado de tener fin en los Pueblos que hicieren en la tierra adentro, que los hagais en parte y asiento que os podais aprovechar dellos para poder hacerlo. Y porque desde acá no se puede dar regla particular para la manera que se ha de tener en hacerlo, sino la experiencia de las cosas que de allá sucedieren, os han de dar la abilantera e aviso de cómo y quándo se han de hacer, solamente se os puede decir esta generalmente; que procureis con mucha instancia y diligencia, y con toda brevedad que pudieredes certificaros dello, y certificado que es ansí verdad, todas las cosas que ordenaredes y hicieredes, las hagais y determineis con pensamiento que os han de servir e aprovechar para aquello, porque habrá mucho dello que agora sin ninguna cosa ni trabajo los podeis hacer, porque no costará más, sino determinar los que se hagan de la parte que sean provechosas, como se avian de hacer en otra parte que no lo fuesen, de donde si despues las oviesedes de mudar para este propósito, sería muy trabajosa costa, y algunas tan dificultosas que serían imposibles.
16.
Y porque soy informado que en la costa abajo de esa tierra hay un trecho para poder pasar del mar del Norte a la mar del Sur, e porque a nuestro servicio conviene mucho saberlo, Yo os encargo y mando que luego con mucha diligencia procureis de saber si hay el dicho estrecho, y envieis personas que lo busquen, y os traigan larga y verdadera relacion de lo que en ello hallaren, y continuamente me escrivireis y enviareis larga relacion de lo que en ello se hallare, porque como veis esto es cosa muy importante a nuestro servicio.
17.
Ansí mismo soy informado que hacia la parte Sur de esa tierra hay mar en que hay grandes secretos y cosas de que Dios Nuestro Señor será muy servido, y estos Reynos acrecentados, Yo vos mando y encargo que tengais cuidado de enviar personas cuerdas y de experiencia para que lo sepan y vean la manera dello, e os traigan la relacion larga y verdadera de lo que hallaren, lo qual así mismo me enviareis continuamente todas las veces que me escrivieredes.
18.
De todas las otras cosas concernientes al servicio de Dios Nuestro Señor y ampliacion de su Santa Fe Católica, y bien y acrecentamiento y poblacion de esa tierra, y buen tratamiento de los habitantes y moradores della, vos encargo y mando que tengais siempre gran cuidado, lo qual de acá, no se os puede decir, ni especificar.
19.
Las cosas de nuestra hacienda y el recaudo que en ella se ha de poner, se hará conforme a las Instrucciones que los dichos nuestros oficiales llevan, con los quales vos encargo y mando tengais mucha conformidad, y lo mismo hagais que haya entre ellos, porque de otra manera las cosas de nuestro servicio no podrán ir bien guiadas.
Lo qual todo haced y cumplid con aquella diligencia, fidelidad y buen recaudo que al servicio de Nuestro Señor, e bien e poblacion de la dicha tierra convenga, e Yo de vos confío.—Yo el Rey.—Por mandado de S. M.—Francisco de los Cobos[57].
Posteriormente, una expedición al Sur de Tapeaca, dirigida por Alvarado, llegó hasta Guatemala, país que conquistó tan valeroso caudillo.
Por lo que respecta a Cortés, cuando anticipándose a los Pizarros y a Valdivia se dirigía al Imperio de los Incas, hubo de volver a México, donde se fraguaban conspiraciones para sacudir el yugo de sus dominadores. Procede que recordemos en este lugar que desde Pamplona, el 22 de octubre de 1523, mandó S. M. a Cortés que informase acerca del repartimiento que hizo entre los conquistadores de México del oro y joyas, después de pagado el quinto que correspondía a la Corona[58]. Pasados dos años, el Rey desde Toledo decía (4 noviembre 1525) al licenciado Luis Ponce de León en importante, larga y curiosa Instrucción, lo siguiente contra Hernán Cortés:
«Primeramente, que no teme á Dios, ni tiene respeto á la obediencia y fidelidad que nos debe, y piensa hacer todo lo que quisiere, y que confía en los indios y en la mucha Artillería que tiene, y que para ello tiene conjuradas ciertas personas amigos allegados suyos para le servir y morir con él, en todo lo que quisiere hacer.
Que sus muestras y apariencias son que está muy aparejado para desobedecer y ponerse en tiranía.
Que ha usado é usa todas las ceremonias r.s eceptto de corttinas.
Que ha siempre estado mui puesto en desovedecer y no cumplir mis Provisiones, poniendo muchas cavilaciones y estorbos, y dando entendimientos y formas para lo hacer mas disimuladamente y que para ello tiene mucha cantidad de Artillería gruesa y de ttodas suerttes, y muchas municiones de escopettas, ballestas y lanzas.
Que ha hecho fundir mucha suma de oro escondida y secrettamente sin pagar nuestro quintto.
Que ha siempre llenado el dicho quintto de ttodo el oro demas de el que para nos se cobraba, diciendo pertenescerle, como á Capittan general, de lo qual diz que los conquistadores y Pobladores se agraviasen mucho y reclamasen del.
Que ha siempre tenido formas y maneras para que no senos enviase el oro nuestro, que en la dicha tierra ttenemos y nos pertenesce.
Que para este propositto siempre ha ttenido Navios que han de Castilla con mercadurias quando se querían volver hasta hacer sus cosas ha su placer, así para enviar dineros, como para ottras cosas que el querría hacer con probecho.
Que nos tiene ttomados tres o quattro millones de oro que ha cobrado de ttoda la tierra, desfruttandola, pertteneciendo ttodo á Nos, que de quarentta Provincias que tiene la una sola le rentta cada día 50 castellanos, sin lo que se saca de las Minas y ottras que lo renttan mucho más, sin las Provincias de Michoacán, y sin más de 300 leguas que tiene desde alli hasta donde anda Albarado, y que en ttres ó quattro parttes tiene Tesoro encerrado, y que hay hombre que sabe la una cerca de la ciudad en que tiene un millon, é más el Tesoro que hubo de Motezuma, y que en las Provincias de Cacatula que es Puertto de la Mar del sur donde tiene echos los Navios para descubrir la especeria á enviado muchas cargas de oro, y que estos Navios, aun que ha echado siempre fama que son para descubrir el Estrecho, ha sido con ottra inttencion para irse por alli con los Thesoros que tiene á donde no se pudiese haver, lo qual diz que parece mui claro por las conjetturas y señales que se han visto por que ha mas de año y medio, ó dos, que tenia alli los Navios, y nunca los ha despachado haviendo echo muchas armadas por Mar y por Tierra.
Que cierttas Provincias se señalaron por reparttimientto para Nos, los tornó á quittar y ttomó para si, y las tiene agora, ecetto Taxcaltile.
Que de la Ciudad de Tezcuco estando encomendada á Nos, y por merced hubo 603 casttellanos, y de ottra Provincia 803 casttellanos, y assi mismo se ha llebado el probecho de los ottros Lugares que nos han estado encomendados, sin darnos dello partte, cuentta, ni razon, y que de Taxcaltile obo 113 p.s y questo saben Alonso de Prado y Bernardino Bazquez de Tapia, Contador y Fattor que fueron en la dicha tierra.
Que el señorio que D. Fernando Corttes allá tiene es mui grande, y que tiene de vasallos Yndios que ha tomado para si, mas de millon y medio de anímas, y que de solo lo sugetto tiene de rentta mas de 200 quenttos agora si se le dexáse lo que tiene, sin que dello Nos ayamos cosa alguna.
Que es fama mui nottoria enttre ttodos que tiene grandissimo thesoro, assi por el gran num.º que ha tenido é tiene de Yndios, como por los grandes é conttinuos servicios que cada dia le vienen de ttodas parttes.
Y que en la salida que hizo en la Ciudad de Tenucotitán quando le desbarataron y echaron della, ttomó de nuestro oro 453 p.s y que hizo ciertta Probanza falsa en que probaron que ottra ciertta cantidad de oro que les tomaron los Yndios era lo nuestro, por salbar lo suyo.
Que ttomó de poder de Diego de Sotto á quien el hizo nuestro Tesorero anttes que nos probeyesemos nuestros offs. 603 castellanos so color que los queria para armadas.
Esto es lo que en las dichas relaciones contra el dicho Hernando Corttes se ha dicho, asi vos con mucha prudencia, é sagacidad, é secretto como veis que la calidad del caso lo requiere, vos informad de la verdad dello mui partticularmente, y me hareis luego saver lo que en cada cosa dello hallaredes.
Porque si por las Ynformaciones que hovieredes haredes que el dicho Hernando Corttés no nos ha tenido é tiene aquella fidelidad é ovediencia, que bueno y leal subditto y vasallo debe tener, que es lo principal que del queremos, nuestra voluntad es que salga de aquella tierra; llebais una cartta nuestra por donde le mandamos que luego venga; por ende caso que le halleis desleal como está dicho notificarle eis la dicha nuestra cartta, y hacerle eis cumplir no pareciendoos que dello podría suceder inconviniente ó desasosiego grande en la tierra, y en lo que ttoca á lo de los tesoros grandes que dicen que nos tiene tomados, y ttodas las ottras culpas que tocan á la Hacienda, enviarnos eis la relacion de todo lo que en ello hallaredes haviendolo primeramente bien averiguado, y entretanto procurareis por ttodas las vias é maneras que buenamente pudieredes de cobrar, é poner en recaudo, todo lo que á Nos perttenesciere, en caso que de presentte no lo podeis cobrar.
Y porque podrá ser, que para egecucion y cumplimiento de lo susodicho fuese menester alguna fuerza, llebais Carttas nuestras para los oydores de la Audiencia Real que reside en la Isla Española, y nuestros offs. della é de las ottras Islas queriendole por vos pedido, vos den é hagan dar ttodo el favor que ovieredes menester á pie é á cavallo como se lo pidieredes, y assí mismo una Provision Patente nuestra de poder para lo egecuttar, usareis della en caso que vieredes que conviene, y es menester para ser vos recivido al dicho oficio, y no de ottra manera, y en caso que halleis para ello contrariedad con aquella templanza y cordura que de vos se fia.
Y porque como arriva se os ha dicho Yo soy informado que el dicho Fernando Corttés tiene en encomienda, y para si señalado mui gran partte de la dicha Nueva España, y Nos tenemos mui poca y menos probechosa, y es razon que se conttentte con una buena partte y que no sea tan excesiba; Yo escribo al dicho Fernando Corttés que dege para Nos de la dicha tierra que al presente tiene señalada para sí, la partte que sea razon, por ende Yo vos mando que si despues de pasada la residencia vos pareciese que esto se puede hacer sin escandalo ni alteracion le deis mi Cartta que sobre ello llebais, y vos le ableis de mi parte lo mas dulcemente que convenga para que assi lo cumpla; pero estad sobre aviso que no se able en esto hasta que sean pasados los tres meses de la residencia.
Y por que como arriva digo tambien soy informado que el dicho Fernando Corttés tiene echa mucha Artillería de hierro y como sabeis enviamos á Pedro de Salazar para que sea nuestro Alcayde y Tenedor de la Forttaleza de Tenustitán, México, y á Nuestro servicio conviene que ttoda la Artillería que el dicho Fernando Corttés tiene echa, se metta y recoja en la dicha Fortaleza luego como llegaredes os informad é sabed donde está cualquier Artillería, assí nuestra como del dicho Fernando Corttés, como de ottras cualesquier personas, y la hagais ttoda junttar, recoger y enttregar al Alcayde de ella por Inventario, el qual la tenga alli para las cosas de su servicio, y para que mexor lo podais hacer sin mostrar esta instruccion llebais Cartta particular nuestra para ello, ablad primero sobre ello al dicho Fernando Corttés, porque pudiendose hacer, mi voluntad es que se haga con su voluntad, y embiarme eis relacion de las Piezas que son, y mias y lo que costaron para que lo mandemos pagar á sus Dueños, dexando alguna partte della para la defensa de la Ciudad y de los Españoles que hai residencian.
Anttes que se acordase de enviar á tomar Residencia al dicho Fernando Corttés, Yo le havia echo merced del Títtulo de Adelantado de la Nueva España y del Avitto de Santiago por la confianza que del he tenido y tengo que ha sido y es mui ciertto que fué servidor mío, y que ha servido con ttoda lealtad, y havía mandado dar las Provisiones de esto á un Asesor suio, despues como detterminé enviaros á vos para saver la verdad de ttodo las mandé tomar para que vos las llebaredes, y ansi las llevais, é vos mando que si por la dicha Informacion é Residencia que ttomaredes le allaredes, que ha sido y es fiel y ovediente á nuestro servicio, pasados los dichos tres meses de la dicha Residencia darle eis las dichas Provisiones diciendole mi volunttad para le honrrar y hazer merced. Y asimismo ottra cédula que llebais para que pasados los 90 días de la Residencia tenga el oficio é cargo de nuestro Capitan general como antes, y sino cumpliereis lo que arriva se vos dice del notificalle la cédula que convenga.
Vos llebais algunas cédulas mias, en blanco los nombres, para lo que se ofreciere que convenga de Nuestro servicio usareis dellas á los tiempos é segun vieredes que más conviene sin hazer en ellas alteracion.
Porque Yo quería saver de la nuestra que usan mis aff.s sus oficios, hacedme saver particular y secretamente lo que hallaredes de cada uno, y tened cuidado que usen en sus oficios é aquellas cosas que les perttenecen sin que se entremettan en la gobernacion, y porque por una Informacion que me enviaron que vos llebais, parece que Alonso de Estrada, nuestro thesorero de la dicha tierra, ha comettido los delittos que vereis informar, oseis de ello, y si le hallaredes culpado, darle traslado, y proceded contra él, conforme á Justicia como hallaredes por dro., y ansimismo contra los ottros que allaredes culpanttes, en lo qual enttendereis con aquella prudencia y fidelidad que Yo de vos fío.—Yo el Rey.—Refrendado del Sr. Cobos.—Señalada del Gran Chanciller y Obispo de Osma, y Comendador Mayor de Castilla, y Dr. Carvajal[59].
Un hecho hubo de desacreditar más a Cortés en la opinión pública. El 4 de febrero de 1529 María de Marcayda y Juan Suárez, madre y hermano de Catalina Suárez, presentaron un escrito de querella y acusación contra D. Hernando Cortés, porque estando con su mujer, la citada Catalina, en una cámara donde dormían «le echó unas acallas á la garganta é le apretó hasta que la ahogó é murió naturalmente, é después de muerta, la abaxó é llamó á sus criados...»[60]. El presidente y oidores de la Audiencia y Chancillería Real, vista la querella y denuncia, mandaron que se notificase a la parte de D. Hernando Cortés. En el mismo día, considerando la avanzada edad de doña María Marcayda, dispusieron que hasta que se nombrase procurador pueda representar a dicha doña María su hijo Juan Suárez.
Hernán Cortés había tenido cuidado, antes de dirigirse a España, dar poder al licenciado Juan Altamirano, a Diego de Ocampo y a Pedro González, con fecha de 17 de enero de 1528, vecinos de la ciudad de Temistlan, para que le representasen en pleitos, demandas y acusaciones. Diego de Ocampo otorgó el poder que tenía de Hernán Cortés a favor de Pedro Muñoz Maldonado, procurador de causas, y de García de Llerena y de Francisco de Serrera.
Verificadas otras diligencias, declararon los testigos Ana Rodríguez, Elvira Hernández, Antonia Hernández, Violante Rodríguez, Isidro Moreno, María de Vera y María Hernández. Todas las declaraciones concuerdan en lo principal, y por ellas algunos escritores han dicho que Hernán Cortés dió muerte a su mujer.
Violante Rodríguez declaró haber encontrado muerta a Doña Catalina, la cual tenía unos cardenales en la garganta, y habiendo preguntado a D. Hernando la causa de dichos cardenales, hubo de contestar «que ella se había amortecido.» Añadió Violante «que quando este testigo vido los dichos cardenales, sospechó é creyó que dicho Don Hernando abía ahogado á la dicha doña Catalina, su muxer, é ansí lo dixo á María de Vera...»
Isidro Moreno dijo «que estando cenando el dicho Don Hernando é la dicha Doña Catalina su muxer é los otros caballeros é dueñas que allí estaban... la dicha Doña Catalina dixo á Solís, un capitan de la Artillería, que á la sazon hera: «Vos, Solís, no queréis sino ocupar á mis indios, en otras cosas de lo que yo les mando, é no se face lo que yo quiero», é que á estas palabras, respondió el dicho Solís: «Yo, señora, no los ocupo, ay está su Merced que los manda é ocupa»; é que ella respondió: «yo os prometo que antes de muchos días, haré de manera que no tenga nadie que entender con lo mío», quel dicho Don Hernando respondió é dixo, «con lo vuestro, Señora, yo no quiero nada», é que esto que lo dixo como por pasatiempo, é que desto se riyeron las otras dueñas, é la dicha Doña Catalina se avergonzó ó se entró corrida...; é que después queste testigo bolvió del mensaxe donde le abian mandado ir, halló á la dicha Doña Catalina sacada fuera de la cama, donde murió, é que la vido amortaxada; é que después desto vino mucha xente.»
María de Vera dixo «que le vido un cardenal en la garganta; é queste testigo preguntó á Ana Rodríguez, muxer de Juan Rodríguez, albañil, «que qué era aquello de la garganta», é quel dicho Don Hernando le respondió, «que él había asido á la dicha Doña Catalina de allí, para que tornase á su acuerdo».
María Hernández declaró que en el año 1522 y en uno de los días del mes de octubre, fiesta de todos los Santos, le dijo su marido Francisco de Quevedo que Doña Catalina Suárez había ido a la iglesia aquel día más gentil mujer que otras veces, y que aquella noche, después de cenar con otros hombres y mujeres, Doña Catalina había danzado muy contenta, y que a las once Cristóbal Corral, capitán de la guarda de Don Hernando, le dijo que Doña Catalina era muerta. «Este testigo sospechó é tuvo por cierto quel dicho Don Hernando Cortés había muerto á la dicha Doña Catalina Suárez, su muxer, porque la dicha Doña Catalina tenía mucha conversacion é amistad con este testigo, porque se conoscian de Cuba; é contándole la dicha Doña Catalina muchas vezes á este testigo la mala vida que pasaba, secretamente, con el dicho Don Hernando Cortés, é como la echaba muchas vezes de la cama abaxo, de noche, é la facia otras cosas de mal tratamiento, le dixo á este testigo: «Ay, Señora, algun dia me habeis de hallar muerta». A la mañana, segund lo que pasó con el dicho Don Hernando, é que dello tenía temor, é tambien porque en esta Cibdad se dixo públicamente, que un Xoan Bono, maestre de una nao, vino á donde estaba el dicho Don Hernando, un día, viniendo de Castilla, é dixo al dicho Don Hernando: «Há, Capitán, si no fueras casado, casaras con sobrina del obispo de Burgos». E que diz que traya cartas del dicho Obispo, é que desta sospecha, este testigo é la dicha Gallarda (amiga y vecina suya) fueron á las casas del dicho Don Hernando, á la ora de las ocho, é hallaron á la dicha Doña Catalina Suárez amortaxada, y echada en una camilla en una sala; é questa testigo con la dicha sospecha, se llegó á ella, é le atentó los pies, que tenía de fuera, los quales aún no estaban elados, que parescía estar recien muerta; y este testigo dixo á la dicha Gallarda, que la atentase bien, porque les parescia que aun no estaba muerta, é queste testigo, en presencia de la dicha Gallarda é de otras muxeres que allí estaban, quitó el rrebozo de una toca que la dicha Doña Catalina Suárez tenía por el rostro, é la vido que tenía los oxos abiertos é tiesos, é salidos de fuera, como persona que estaba ahogada, é tenía los labios gruesos é negros, é tenía ansí mesmo dos espomaraxos en la boca, uno de cada lado, é una gota de sangre en la toca encima de la frente, é un rrasguño entre las cexas; todo lo qual paresció á este testigo é á la dicha Gallarda, que era señal de ser ahogada la dicha Doña Catalina, é no ser muerta de su muerte; é ansí se dixo públicamente quel dicho Don Hernando Cortés había muerto á la dicha Doña Catalina, su muxer, por casar con otra de más estado. Quel dicho Cristóbal Corral, Capitán de la guarda del dicho Don Hernando, dixo á este testigo, quel dicho Don Hernando se había ido á una huerta después de muerta la dicha Doña Catalina Suárez, su muxer, otro día con un sayo de terciopelo, é andándose paseando por la dicha huerta, dixo al dicho Corral: «Pues paréceos que casára agora, hombre, con quien quisiere»; é que por esto, este testigo sospechó é tiene sospecha, quel dicho Don Hernando Cortés mató á la dicha Doña Catalina Suárez, su muxer; é ansí se tiene por cierto en esta Nueva España»[61].
Obligado Hernán Cortés a dejar a México, el teatro de sus glorias, ya porque en toda Nueva España se tenía por cierto que él había muerto a su mujer, ya para defenderse de las persecuciones de Velázquez y del obispo Fonseca—pues ellos habían contribuído a desacreditarle con el Rey—embarcó en Vera Cruz para España y desembarcó en el puerto de Palos (mayo de 1528), pasando al convento de la Rábida, donde hubo de recibir la visita de Francisco Pizarro, futuro conquistador del Perú.
Desde Palos, el cortesísimo Cortés, como le llama Cervantes[62], se dirigió a Toledo, donde se hallaba Carlos V, siendo recibido afectuosamente por el César. Entre otras muestras de aprecio, el Emperador le concedió—con fecha 6 de julio de 1529—el título de Marqués del Valle de Guaxaca[63]; pero de ningún modo quiso darle—como el conquistador de México deseaba—el gobierno y administración de la colonia. Embarcóse, sin embargo, para las Indias, en la primavera de 1530.