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El haber previo como estructura de la precomprensión

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La comprensión se da en la experiencia del vivir y orienta nuestro actuar. Dado el carácter sistemático de la experiencia, cada uno se va experimentando a sí mismo en el vivir; toda nueva experiencia será interpretada a partir del haber vivido previo a partir de la precomprensión que resulta de toda experiencia anterior. El vivir es un estar orientado por el haber previo, por la precomprensión de la experiencia vivida que se experimenta de un modo distinto en cada caso. “Por medio del cuestionamiento hermenéutico, a la vista de ese ser verdadero de la existencia misma, se sitúa la facticidad en el haber previo [lo que se tiene de antemano y por ello de algún modo esboza el porvenir] a partir del cual y a la vista del cual será interpretada” (Heidegger, 2000a: 34).15 Pensado desde esta perspectiva, el “concepto” (entrecomillado en el texto de Heidegger) surge de la experiencia y de la apertura que se da en la novedad de cada caso. Carece de la fijeza del concepto apriorístico, propio de las epistemologías racionalistas, sustentadas en un método de reglas inmutables.

Un “concepto” no es un esquema, sino una posibilidad del ser, del momento, esto es, constituye ese momento; un significado producido, extraído; un concepto muestra la conceptuación previa, es decir, exige el cómo del hablar y cuestionar a alguien; es decir, transpone en el existir según su tendencia a la interpretación y preocupación. Los conceptos fundamentales no son añadidos posteriores, sino motivos conductores: tienen a su manera el existir en sus manos (Heidegger, 2000a: 35).

El concepto resulta ser algo abierto a la multiplicidad de posibilidades que se dan en la experiencia misma del ser, atento a la apertura de la vida. Tenemos frente a nosotros la crítica radical de la metafísica objetivista, inherente al método cartesiano, a toda filosofía y a toda concepción de la ciencia que se sustentan en tal modo de pensar.16

Por el contrario, en el planteamiento heideggeriano, el en cada caso habla de la experiencia como concreción de un momento de la existencia que obliga a ser pensada desde sí misma. En su mismidad existencial, hace actual la experiencia previa. Esto quiere decir que el haber previo es parte integral del interpretar, pues cada interpretación se asiste de lo vivenciado previamente para comprender cada nueva experiencia; al hacerlo no pierde el carácter cualitativo del en cada caso. En Ser y tiempo se responde a la pregunta que plantea la mismidad de la siguiente manera: “¿Cómo puede el Dasein existir unitariamente en las mencionadas formas y posibilidades de su ser? Manifiestamente, tan sólo a condición de que él mismo sea este ser en sus posibilidades esenciales, que cada vez yo sea este ente. El ‘yo’ pareciera ser lo que ‘mantiene unida’ la tota­lidad del todo estructural” (Heidegger, 2014a: 333). Más adelante agrega: “En el decir ‘yo’ el Dasein se expresa como estar-en-el-mundo […] Al decir ‘yo’, el Dasein apunta, sin duda, al ente que es cada vez él mismo” (2014a: 337). Heidegger aclara que “La constitución ontológica del sí-mismo no se deja reducir a un yo-sustancia ni a un ‘sujeto’, sino que, por el contrario, el cotidiano y fugitivo decir ‘yo’, ‘yo’ tiene que ser comprendido desde el poder-ser propio” (2014a: 337). El haber previo se hace actual en el vivir:

En cuanto elemento constitutivo, y ciertamente decisivo, de la interpretación, la cual ella misma es a una con el estar aquí, comparte su carácter de ser: el ser-posible. Este ser-posible es un ser posible concreto, que varía fácticamente según la situación a la cual va dirigido en cada ocasión el cuestionar hermenéutico; el haber previo no es, por lo tanto, nada que se elija a capricho (Heidegger, 2000a: 35 [cursivas en el original]).

El vivir sólo se aclara en cuanto se ha vivido. La manera en la cual nos valemos del haber previo, en la interpretación, se da en la concreción misma de la experiencia. De ahí que no pueda ser nunca un a priori escogido artificialmente, sino sólo dado en la experiencia del vivir. Para Heidegger: “El dominio del entendimiento fáctico no es algo que se pueda calcular de antemano ni nunca” (2000a: 36). Esta proposición se aclara si recurrimos al ejemplo de la conversación, tal como la presenta Gadamer:

Acostumbramos a decir que “llevamos” una conversación, pero la verdad es que, cuanto más auténtica es la conversación, menos posibilidades tienen los inter­locutores de “llevarla” en la dirección que desearían. De hecho, la verdadera conversación no es nunca la que uno habría querido llevar […] Una palabra conduce a la siguiente, la conversación gira hacia aquí o hacia allá, encuentra su curso y su desenlace, y todo esto puede quizá llevar alguna clase de dirección, pero en ella los dialogantes son menos directores que dirigidos. Lo que “saldrá” de una conversación no lo puede saber nadie por anticipado (1999: 461).

Gadamer partirá de la exposición heideggeriana del haber previo como surgido de la experiencia, del existir mismo, del ser ahí, para desarrollar una hermenéutica fundada en “el descubrimiento de la preestructura de la comprensión”:

Heidegger sólo entra en la problemática de la hermenéutica y críticas históricas con el fin de desarrollar a partir de ellas, desde el punto de vista ontológico, la preestructura de la comprensión. Nosotros, por el contrario, perseguiremos la cuestión de cómo, una vez liberada de las inhibiciones ontológicas del con­cepto científico de verdad, la hermenéutica puede hacer justicia a la historicidad de la comprensión (1999: 331).

La interpretación parte de la actualidad, es un posicionarse desde el aquí y el ahora. En la hermenéutica lo primero es configurar la posición desde la cual sea posible preguntar, cuestionar de un modo radical: “la hermenéutica se apuesta en la situación y desde ahí posibilita el entender” (Heidegger, 2000a: 36). “La hermenéutica no tiene por objetivo la posesión de conocimientos, sino un conocer existencial, es decir, un ser. La hermenéutica habla desde lo ya-interpretado y para lo ya-interpretado” (2000a: 37). Para Heidegger la puesta en marcha de la hermenéutica no puede ser un invento, ni algo que se posea de manera definitiva, sino que brota de una experiencia fundamental “de un estar des­pierto de carácter filosófico, en el cual el existir se encuentra consigo mismo, aparece ante sí mismo” (2000a: 37). Pensada de este modo, la filosofía es, para Heidegger, “el modo de conocer que se da el vivir fáctico” (2000a: 37). Así, concluye: “la filosofía es lo que puede ser sólo cuando es de su ‘tiempo’. ‘Temporalidad’. El existir opera en el cómo del ser-ahora” (2000a: 38). Por eso, “La existencia no es nunca ‘objeto’, sino ser; existe aquí sólo en tanto ‘sea’ el vivir de cada momento” (2000a: 38).

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