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Historia 1. El alcalde que escuchó a consultores amateur

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Un alcalde electo mexicano de una ciudad de 1.5 millones de habitantes escuchó durante su campaña la misma demanda: más calles pavimentadas. Un grupo de consultores le recomendó lanzar como programa estrella de su administración la pavimentación de mil calles anuales y, con esa acción, cubrir la demanda de este servicio y también superar el promedio de 350 calles que había realizado su antecesora.

A primera vista, un ciudadano puede opinar que es una muy buena idea, e incluso, a algún novato del servicio público le podría parecer un acto valiente, pero para un especialista en política pública, cualquier intento de hazaña de este tipo levanta muchas sospechas por una razón básica: la factibilidad es el epicentro de las políticas públicas. Triplicar las metas de un antecesor en el primer año de gobierno requiere de un análisis de viabilidad en varios frentes (que conocerás en este libro) y de un equipo experimentado del cual muchas administraciones carecen en su inicio de gobierno.

Un domingo, sonó el teléfono de mi casa a las 11 de la noche, cosa que me molestó mucho porque suelo escribir de madrugada y la hora de ir a la cama son las 10 pm.

—¿Quién podrá llamar al teléfono de casa? —pensé antes de contestar.

—Profesor Franco, disculpe la hora, habla Jorge Salas. Tomé hace siete años su curso de políticas públicas. (He cambiado la identidad para no avergonzarlo). Su móvil entraba a buzón y me animé a llamarle a su casa.

—¿Cómo conseguiste el número de mi casa? —le pregunté, muy molesto.

—Le llamé a todos los compañeros que tomaron su clase hasta que alguien lo tuvo —, contestó el joven millennial.

Esa respuesta me arrancó una sonrisa y decidí no colgarle y escucharlo.

—Profe, tengo una emergencia y requiero de su ayuda.

En mi ética profesional, la palabra “emergencia” requiere atención, así es que salí de mi habitación y me senté en la sala de lectura para escuchar al muchacho.

—Adelante Jorge —dije con pesadumbre, porque mi intuición me decía que el tipo de emergencia que tenía el joven podía esperar un día.

—Estoy diseñando un programa para cumplir con una demanda de campaña y mañana tengo que presentarlo al alcalde electo. Estoy muy atorado y si no termino, seguro que no tendré empleo los próximos tres años profesor. Le suplico me ayude.

—Está bien, ¿recuerdas aún el curso de políticas públicas?—pregunté.

—No completamente, profe, pero compré su libro y lo tengo enfrente de mí —contestó más animado.

Así es que inicié haciendo las preguntas básicas para el diseño de una política pública: ¿cuál es el problema público?, ¿cuántas personas están afectadas?, ¿cuál es su perfil?, ¿en dónde viven?... después de abrumar al joven con 30 preguntas y escuchar sus respuestas le dije con afecto:

—Jorge, estás a punto de presentar una ocurrencia. Creo que no leíste el libro. De las 30 preguntas que te hice sólo respondiste cinco. No estás preparado. Ten valor y dile al alcalde electo que en la última década se han pavimentado en promedio 320 calles en la ciudad por dos razones: el presupuesto y la capacidad operativa del área de obra pública. Dile que la idea resultó no ser tan buena porque pavimentar mil calles es presupuestal y operativamente inviable, al menos en el primer año de gobierno.

—No puedo hacer eso profesor —respondió tímidamente—, si lo hago dañaré la reputación de un grupo de asesores al cual pertenezco.

—Jorge, a quien vas a dañar es al alcalde­—lo interrumpí de inmediato—. Lo único que harás será causar gozo en sus enemigos y críticas en los me- dios si no alcanzan la meta, además de que serás cómplice de esa pifia.

Hubo un silencio incómodo y lo rompí con una frase que terminó la lla- mada: —Tus colegas asesores y tú son unos amateur, pero pueden aprender. Lo pueden hacer con prudencia y preparándose más, pero también pueden aprender con un fracaso monumental.

—Gracias por el consejo profesor —y el joven terminó abruptamente la llamada.

Dos meses después, muchas colonias de la ciudad amanecieron tapizadas con pendones que tenían un logotipo morado que decía “Mil Calles”. Obviamente, el muchacho hizo caso omiso a mis advertencias. El nuevo ayuntamiento había elegido como uno de sus programas estrella la pavimentación de mil calles anuales.

Al terminar el primer año de gobierno, el acalde instruyó retirar toda la publicidad de ese programa porque su equipo sólo logró pavimentar 400.

Primera lección de este libro: si no tienes experiencia y vas a tener una responsabilidad en el sector público ¡contrata a buenos consultores para tus principales proyectos de inversión! Revisa qué tipo de trabajo han realizado y no firmes ningún contrato sin que te presenten lo que se logró con sus recomendaciones para otros gobiernos. Es muy importante que te muestren los documentos que entregaron a sus clientes anteriores para que no caigas en manos de buenos vendedores —exfuncionarios o políticos sin hueso— o de amateurs con títulos académicos rimbombantes que se han convertido en consultores de política pública.

Diseño de Políticas Públicas, 4.a edición

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