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RUMBO AL OESTE

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Voy rumbo al oeste en el Desierto

con mi vergüenza a cuestas,

porque me hicieron el hazmerreír

por ser como era mi pueblo.

El amor y el error más grande,

el honor ilusorio, me echaron a perder,

una debilidad me nublaba la vista

y entornaba los ojos ante el gran infortunio de la humanidad.

Lejos de mí la Isla

cuando la luna sale en Quattara,

lejos de mí el Cabo de Pinos

cuando la mañana rubicunda se posa en el Desierto.

Camus Alba está lejos de mí

y también la esclavitud de Europa,

lejos de mí en el noroeste

los más bellos ojos azul-gris.

Lejos de mí la Isla

y las imágenes amadas de Escocia,

hay una arena ajena en la Historia

estropeando los mecanismos de la mente.

Lejos de mí Belsen y Dachau,

Rotterdam, el Clyde y Praga,

y Dimitrov ante un tribunal

golpeando el miedo con el puñetazo de su risa.

Guernica misma está muy lejos

de los cadáveres inocentes de los nazis

que yacen en la grava

y en la arena caqui del Desierto.

No hay rencor en mi corazón

contra los bravos soldados del Enemigo,

sino la afinidad que existe entre

hombres en prisión sobre una roca litoral

esperando que el mar llegue

a enfriar la piedra tibia;

y la frialdad de la vida

bajo el sol ardiente del Desierto.

Pero ésta es la lucha que no se habrá de evitar,

la aflicción extrema del género humano

y aunque no odio al ejército de Rommel

el ojo del cerebro no está entornado.

Y haya sido lo que fue como fue,

soy de los grandes hombres de Braes,

de los heroicos MacLeod de Raasay,

y de los Matheson de Lochalsh de espada afilada;

y los hombres de mi estirpe: ¿quiénes más valientes

cuando su ruinoso orgullo se inflamaba?

Trad. Eva Cruz Yáñez

Cardos y lluvia

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